La tempestad
*
Se cubre el cielo de gruesas negras nubes,
Los vientos más y más cada hora crecen,
Ya se oscurece el cielo, ya con soberbia
Hinchadas gruesas olas se levantan.
La nao comienza ya a pasar trabajo,
Ya comienza a gemir, y en tal afronta
El pito suena, grita el mástil, acuden
Con presteza varones en el mar expertos.
Se puso el fiero Vulturno junto al cabo,
Levanta allí en el cielo furiosas olas;
Austro bramando corre allí con furia,
Dando un balanceo a la nao que casi la rinde,
Viene con gran furor Bóreas rabioso,
Acomete por delante, el paso impide,
Encuentra las grandes velas, y, por fuerza,
Al mástil las pega y la nao atrás empuja.
Se rompe en mil partes el cielo, y arde
En ligero, apresado, vivo fuego.
Un rugido espantoso va corriendo
Desde el Antártico Polo a su opuesto.
Se arrojan lanzas por los aires
De congelada piedra en agua envuelta;
Con sorprendente ímpetu, y rasgadas
Las densas negras nubes rayos escupen:
De un golpe las velas se vienen todas abajo.
~
Retrato de doña Leonor de Sá
*
Se criaba Leonor, creciendo siempre
En suma perfección, suma belleza,
Y creciendo sólo en ella las otras gracias
Por grandes hermosuras repartidas,
Se producían de sus hermosos ojos
Efectos mil, y extremos diferentes,
Que mirando daban vida, y otras veces
Mirando cien mil vidas destruían.
El blanco color del rostro acompañado
De un color natural honesto y puro,
Y la cabeza de crespo oro cubierta,
Recuerdo del más alto cielo traía.
Praxíteles ni Fidias no labraron
De blanquísimo mármol igual cuerpo;
Ni aquel, que Zuxis entre tantas
Hermosuras dejó por más perfecto,
No se igualaba a este, antes quedaba
Abatido, y juzgado en poco precio;
Que mal puede igualarse humano ingenio
Con aquello, en que Dios tal saber nos muestra.
De la boca la suave risa alegra los aires,
Mostrando entre rubís orientales perlas
Y sobre todo, cuanto la naturaleza
Le dio perfecto, la gracia se aventaja.
En el pecho ebúrneo las pomas, que en blancura
Llevan de la nieve el justo precio y la palma,
Apartándose, dejan de azucena
Purísima un florido y fresco valle.
¿Quién puede (sin perderse) alabar cosa
Donde no llega humano entendimiento?
¡Oh, fortuna cruel, que fin tan triste
Guardaste para una obra tan perfecta!
~
Carta de Manuel de Sousa
*
Si un blando y amoroso pensamiento,
Que no se ocupa en más que en contemplaros,
Lograra siempre tal contentamiento
Si tuviera de sólo imaginaros
El gusto, y sólo pudiera mereceros
Amor por galardón de tanto amaros
Sin sobresalto y miedo de perderos,
No quisiera otro bien, otra ventura,
Ni otra gloria más que siempre veros.
Pero esto atajó la desventura.
Todo se me deshizo, cuando cuidaba
Que os tenía obligada y más segura,
¡Ah cuánto, triste, me engañaba!
Con mucho que este Amor os merecía,
Cuán deprisa llegué a lo que recelaba.
Mil veces la cansada fantasía
Seguir dejaba un vano contentamiento
Tras el cual sin tiento me subía.
Me mostraba el ligero pensamiento
Mil fantásticos bienes (¡ah suerte dura!)
Que cuidando ser bienes, todo era viento.
Si imaginaba ahí en aquella altura
Poder otro lograros, me quedaba
La sangre fría, la vida mal segura.
Allí un cruel celo me arrastraba
Por fragosa aspereza este alma mía
Y ya hecha pedazos me la dejaba.
En paso tan estrecho me convenía
Llamaros a vos, señora. En este estado
mi impía fortuna entonces me tenía.
Si aquel grave mal imaginado
De muerte me cubría, este presente,
Siendo a tanta verdad ya llegado
Y puesto en conclusión tan evidente,
¿Cómo, sin favor vuestro, resistido
Será por quien la vida ya no siente?
Ved el estado en que estoy, donde el sentido
Continuamente traigo fatigado,
De graves accidentes combatido,
Donde me trae la muerte amenazado,
Donde paso un cruel, duro tormento,
Donde ando con temor siempre asombrado,
Donde mi esperanza se la lleva el viento
Y donde un continuo mal, fiero y terrible,
Sobresaltos me da cada momento.
Todo el bien para mí veo imposible,
Perdida la ocasión con que pasaba
Tan levemente un mal tan insufrible.
Con vernos mi alma descansaba
Y al ímpetu furioso resistía,
Cuando Amor más cruel se me mostraba.
Cuando de él apenas recibía,
Sólo con vernos quedaba tan contento
Que ningún otro disgusto me vencía.
Pero ahora que ya me veo ausente
De tanto bien y a tal término llegado,
Vivo en continuo y áspero accidente.
De una tristeza en otra soy llevado
Até parar em ver-vos satisfecha
Con otro nuevo amor ya confirmado.
De este cuidado nace una sospecha
Que va de punto en punto abreviando
La vida a tales trabajos tan sujeta.
Os estoy, por mi mal, imaginando
En grosero poder, y vos contenta,
Mis servicios de todo despreciando.
Os veo otra vida allí presente,
Otro amor, otro bien, otro marido,
Otro estado, otro ser muy diferente.
Me veo allí de vos ya despedido
Y os veo, señora, descuidada
De cuanto mal por vos he sufrido.
En esta mísera vida trabajada
El día paso triste, disgustoso
Paso noche inoportuna y dilatada.
Amor perverso, injusto y riguroso,
Me trae entonces, por gran desventura
Mía, ese rostro alegre y tan gracioso.
Me trae esa desusada hermosura
Y cómo me ve en ella transportado.
Me la arrebata y quedo en sombra oscura.
Temblando quedo todo y alienado.
No sé si fue ficción, si fue verdad,
Si fue sueño o si fui imaginado.
Quitándome con tanta brevedad
El bien porque suspiro y me entristezco,
Vuelve con nueva y extraña crueldad.
Me representa estando puesta en precio,
A un interés vil del todo atada.
Me muestra darse a otro lo que merezco
Y al consentir tal, seréis forzada
Por un paterno, duro mandamiento,
Por más que Amor os tenga a mí obligada.
Aquí es el crecer de la pena, aquí el tormento
Se muestra más furioso, esquivo y fuerte.
Aquí del mal se vence el sufrimiento.
En mil gritos reviento, y la fiera muerte
(En otro tiempo cruel, entonces piadosa)
Llamo, y me la niega mi triste suerte,
Si agradecida sois cuanto hermosa.
Ved lo que me debéis y este recuerdo,
El recelo y sospecha rigurosa...
Jerónimo Corte-Real (Azores, 1533-Évora, 1588)
Versiones de Raquel Madrigal Martínez
/
A tempestade
*
Cobre-se ó céu de grossas negras nuvens,
Os ventos mais e mais cada hora crescem,
Já se escurece o céu, já. com soberba
Inchadas grossas ondas se levantam.
A nau começa já passar trabalho,
Já começa gemer, e em tal afronta
O apito soa, brada o mestre, acodem
Com presteza varões no mar expertos.
Põe-se o fero Vulturno junto ao cabo,
Levanta lá no céu furiosas ondas;
Austro bramando corre ali com fúria,
Dando um balanço à nau que quase a rende,
Vem com grande furor Bóreas raivoso,
Comete por davante, o passo impide,
Encontra as grandes velas, e, por força,
Ao mastro as pega e a nau atrás empuxa:
Rompe-se por mil partes o céu, e arde
Em ligeiro, apressado, vivo fogo.
Um rugido espantoso vai correndo
Desde o Antárctico Pólo ao seu oposto.
Arremessam-se lanças pelos ares
De congelada pedra em água envolta;
Com espantoso ímpeto, e rasgadas
As densas negras nuvens raios cospem:
De um golpe as velas vêm todas abaixo.
~
Retrato de D. Leonor de Sá
*
Criava-se Leonor, crescendo sempre
Em suma perfeição, suma beleza,
E crescendo só nela as outras graças
Por grandes fermosuras repartidas,
Produziam-se dos seus fermosos olhos
Efeitos mil, e extremos diferentes,
Que olhando davam vida, e outras vezes
Olhando cem mil vidas destruíam.
A branca cor do rosto acompanhada
De uma cor natural honesta e pura,
E a cabeça de crespo ouro coberta,
Lembrança do mais alto céu faziam.
Praxíteles nem Fídias não lavraram
De branquíssimo mármore igual corpo;
Nem aquele, que Zuxis entre tantas
Fermosuras deixou por mais perfeito,
Não se igualava a este, antes ficava
Abatido, e julgado em pouco preço;
Que mal pode igualar-se humano engenho
Co'aquilo, em que Deus tal saber nos mostra.
Da boca o suave riso alegra os ares,
Mostrando entre rubis orientais perlas
E sobre tudo, quanto a natureza
Lhe deu perfeito, a graça se avantaja.
No peito ebúrneo as pomas, que em brancura
Levam da neve o justo preço e a palma,
Apartando-se, deixam de açucena
Alvíssima um florido e fresco vale.
Quem pode (sem perder-se) louvar cousa
Onde não chega humano entendimento?
Oh, fortuna cruel, que fim tão triste
Guardaste para uma obra tão perfeita!
~
Carta de Manuel de Sousa
*
Se um brando e amoroso pensamento,
Que não se ocupa em mais que em contemplar-vos,
Lograra sempre tal contentamento
Se tivera de só imaginar-vos
O gosto, e só pudera merecer-vos
Amor por galardão de tanto amar-vos
Sem sobressalto e medo de perder-vos,
Não quisera outro bem, outra ventura,
Nem outra glória mais que sempre ver-vos.
Mas isto atalhou a desventura.
Tudo se me desfez, quando cuidava
Que vos tinha obrigada e mais segura,
Ah quanto ah quanto, triste, me enganava!
Com muito que este Amor vos merecia,
Quão depressa cheguei ao que receava.
Mil vezes a cansada fantasia
Seguir deixava um vão contentamento
Após o qual sem tento me subia.
Mostrava-me o ligeiro pensamento
Mil fantásticos bens (ah sorte dura!)
Que cuidando ser bens, tudo era vento.
Se imaginava ali naquela altura
Poder outro lograr-vos, me ficava
O sangue frio, a vida mal segura.
Ali um cruel ciúme me arrastava
Por fragosa aspereza est ́alma minha
E já feita pedaços ma deixava.
Em passo tão estreito me convinha
Chamar por vós, senhora. Neste estado
A minha ímpia fortuna então me tinha.
Se aquele grave mal imaginado
De morte me cobria, este presente,
Sendo a tanta verdade já chegado
E posto em conclusão tão evidente,
Como, sem favor vosso, resistido
Será de quem a vida já não sente?
Vede o estado em que estou, onde o sentido
Continuamente trago afadigado,
De graves acidentes combatido,
Onde me traz a morte ameaçado,
Onde passo um cruel, duro tormento,
Onde ando com temor sempre assombrado,
Onde a minha esperança a leva o vento
E onde um contino mal, fero e terrível,
Sobressaltos me da cada momento.
Todo o bem para mim vejo impossível,
Perdida a ocasião com que passava
Tão levemente um mal tão insofrível.
Com ver-nos minha alma descansava
E ao ímpeto furioso resistia,
Quando Amor mais cruel se me mostrava.
Quando dele apenas recebia,
Só com ver-nos ficava tão contente
Que outro nenhum desgosto me vencia.
Mas agora que já me vejo ausente
De tanto bem e a tal termo chegado,
Vivo em contino e áspero acidente.
De ŭa tristeza em outra sou levado
Até parar em ver-vos satisfeita
Com outro novo amor já confirmado.
Deste cuidado nasce ŭa suspeita
Que vai de ponto em ponto abreviando
A vida a tais trabalhos tão sujeita.
Estou-vos, por meu mal, imaginando
Em grosseiro poder, e vos contente,
Meus serviços de todo desprezando.
Vejo-vos outra vida ali presente,
Outro amor, outro bem, outro marido,
Outro estado, outro ser mui diferente.
Vejo-me ali de vós já despedido
E vejo-vos, senhora, descuidada
De quanto mal por vós tenho sofrido.
Nesta mísera vida trabalhada
O dia passo triste, desgostoso
Passo noite importuna e dilatada.
Amor perverso, injusto e rigoroso,
Me traz então, por grande desventura
Minha, esse rosto alegre e tão gracioso.
Traz-me essa desusada formosura
E como me vê nela transportado.
Arrebata-ma e fico em sombra escura.
Tremendo fico todo e alienado.
Não sei se foi ficção, se foi verdade,
Se foi sonho ou se foi imaginado.
Tirando-me com tanta brevidade
O bem porque suspiro e me entristeço,
Torna com nova e estranha crueldade.
Representa-me estardes posta em preço,
A um interesse vil de todo atada.
Mostra-me dar-se a outro o que mereço
E a consentirdes tal, serdes forçada
Por um paterno, duro mandamento,
Por mais que Amor vos tenha a mim obrigada.
Aqui é o crescer da pena, aqui o tormento
Se mostra mais furioso, esquivo e forte.
Aqui do mal se vence o sofrimento.
Em mil gritos rebento, e a fera morte
(Noutro tempo cruel, então piedosa)
Chamo, e nega-ma a minha triste sorte,
Se agradecida sois quanto formosa.
Vede o que me deveis e esta lembrança,
O receio e suspeita rigorosa...
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