En aquel tiempo
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En aquel tiempo, vivir era la mejor cosa del mundo.
Cuando nacía el sol todas las personas lo veían
y los hombres eran niños más allá de los montes.
Era una planicie, grande como conviene a todas las planicies
Y plana porque todo estaba cierto.
En aquel tiempo habíamos sido creados y éramos iguales a las hierbas y a las flores.
Tú,
tan perfecta que era imposible que no fueras,
tan erguida como una sonrisa de golondrina,
tú estabas a mi lado, naturalmente fresca,
y no había motivos ni razones porque lo sabíamos todo.
Nuestra teología era el beso del niño más cercano
y al acostarnos en la tierra como hojas de la misma planta,
gratos, reducidos, conscientes.
Mirando hacia arriba, el cielo se abría y todos los Ángeles venían a sentarse en el borde
Y se reían como nosotros pequeñas carcajadas.
Yo cantaba canciones más bellas que no teniendo palabras
Y me oías en silencio y con los ojos abiertos exactamente como a todos los sueños
~
Te escribo de cerca, como si la mano
*
Te escribo de cerca, como si la mano
te fuese objeto breve aflorado,
como si de la calle te llegase
la certeza pequeña para la compra
de los minutos siguientes. De cerca
como el sol, como la cigarra.
Como un silencio lleno
que te viniese a los ojos por la mañana
y amarte fuese la ropa
escogida al comenzar el día.
~
Y en eso haber. Y en eso persistir.
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Y en eso haber. Y en eso persistir.
Pensar perderme en nada diluido
Por la bola de nieve que me dieses
instantánea pero blanca. Conseguir
amores de bruma y de estampido
en un espacio que no sé y donde tejes
tu tempestad.
Correr la mano
por el cuerpo que tienes en tiempos quedos,
dejarla ir por los agostos hartos
por las horas de siegas y de verano.
Dejar que tu piel me guíe los dedos
para llegar a los ojos y cerrártelos.
~
El mar está lejos, somos nosotros el viento
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El mar está lejos, somos nosotros el viento;
y el recuerdo que quita, hasta ser él,
es de otro el mismo, es aire de tu boca
donde el silencio pace y la noche acepta.
¿Dónde estás, qué niebla me perturba
más que no ver los ojos de la mañana
con que tú misma la ves y te conviene?
Cabellos, dedos, sal y la amplia piel,
donde se esconden tu vida los da;
y es con manos solemnes, fugitivas,
que te recojo viva y me concedo
la hora en que las olas se confunden
y nada es necesario junto al mar.
Pedro Tamen (Lisboa, 1934-Setúbal, 2021)
Versiones de Raquel Madrigal Martínez
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Naquele tempo
*
Naquele tempo, viver era a melhor coisa do mundo.
Quando nascia o sol todas as pessoas viam
e os homens eram crianças para além dos montes.
Era uma planície, grande como convém a todas as planícies
E plana porque tudo estava certo.
Naquele tempo tínhamos sido criados e éramos iguais às ervas e às flores.
Tu,
tão perfeita que era impossível não seres,
tão erguida como um riso de andorinha,
tu estavas ao meu lado, naturalmente fresca,
e não havia motivos nem razões porque sabíamos tudo.
A nossa teologia era o beijo da criança mais próxima
e ao deitarmo-nos na terra como folhas da mesma planta,
gratos, reduzidos, conscientes.
Olhando para cima, o céu abria-se e todos os Anjos vinham sentar-se no rebordo
e riam como nós pequenas gargalhadas.
Eu cantava canções mais belas do que não tendo palavras
e ouvias-me em silêncio e de olhos abertos exactamente como a todos os sons.
~
Escrevo-te de perto, como se a mão
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Escrevo-te de perto, como se a mão
te fosse objecto breve aflorado,
como se da rua te chegasse
a certeza pequena para a compra
dos minutos seguintes. De perto
como o sol, como a cigarra.
Como um silêncio cheio
que te viesse aos olhos de manhã
e amar-te fosse a roupa
escolhida ao começar o dia.
~
E nisso haver. E nisso persistir.
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E nisso haver. E nisso persistir.
Pensar perder-me em nada diluído
pela bola de neve que me desses
instantânea mas branca. Conseguir
amores de bruma e de estampido
num espaço que não sei e onde teces
a tua tempestade.
Correr a mão
pelo corpo que tens em tempos quedos,
deixá-la ir pelos agostos fartos
pelas horas de ceifas e de verão.
Deixar que a tua pele me guie os dedos
para chegar aos olhos e fechar-tos.
~
O mar é longe, mas somos nós o vento
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O mar é longe, mas somos nós o vento;
e a lembrança que tira, até ser ele,
é doutro e mesmo, é ar da tua boca
onde o silêncio pasce e a noite aceita.
Donde estás, que névoa me perturba
mais que não ver os olhos da manhã
com que tu mesma a vês e te convém?
Cabelos, dedos, sal e a longa pele,
onde se escondem a tua vida os dá;
e é com mãos solenes, fugitivas,
que te recolho viva e me concedo
a hora em que as ondas se confundem
e nada é necessário ao pé do mar.
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