Maldición
*
Te perseguiré por los siglos de los siglos.
No dejaré piedra sin remover
Ni mis ojos horizonte sin mirar.
Dondequiera que mi voz hable
Llegará sin perdón a tu oído
Y mis pasos estarán siempre
Dentro del laberinto que tracen los tuyos.
Se sucederán millones de amaneceres y de ocasos,
Resucitarán los muertos y volverán a morir
Y allí donde tú estés:
Polvo, luna, nada, te he de encontrar.
~
Aquí entre nos
*
Un día escribiré mis memorias, ¿quién
que se irrespete no lo hace? Y
allí estará todo. Estará el esmalte
de las uñas revuelto
con Pavese y Pavese con las agujas y
una que otra cuenta de mercado. Donde
debieran estar los pensamientos
sublimes pintaré
tus labios a punto de decirme
buenos días todos los días. Donde
haya que anotar lo más importante
recordaré un almuerzo
cualquiera llegando al corazón
de una alcachofa, hoja a hoja.
Y de resto,
llenaré las páginas que me falten
con esa memoria que me espera entre cirios,
muchas flores y descanse en paz.
~
Conversación con mi hija
*
Muchas cosas pasarán sobre tu cuerpo
lluvia, deseos, labios, tiempo
gastarán tu piel y por dentro tu alma.
A menudo tendrás que saludar
a la fe, a la esperanza, a la caridad.
Son cuestiones inevitables,
usa la cortesía y santas pascuas.
Te acosarán a respuestas blanco sobre negro
y viva la civilización, te gritarán
y cuando entiendas por fin que el mundo
es redondo habrás perdido para siempre.
Sobre tus hombros la llevarás,
a la civilización te digo,
vestida de gringa, o de sueca o de japonesa:
esta dama lee a Platón,
se bendice las axilas con desodorantes,
toma coca-cola y no permite
que la saluden con el sombrero puesto.
Usa siempre la cortesía y
no se te olvide, hija
lavarte los dientes todas las mañanas
y apagar la luz antes de dormir.
María Mercedes Carranza (Bogotá, 1945-2003)
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