En el principio no había palabra alguna
solamente una memoria imposible
una mitología oscura para decirnos quién
dioses llegados para legislar el sueño ante la ignorancia de los padres
que celebran los nacimientos como abundante cosecha
solo para ahogarlos con signos de terror y odio
entonces hubo magma suelo volcánico erupción
llamaradas para hablar
era tarde
un idioma hecho de leyes crecía en la tierra para bañarla de miedo
~
Desde entonces
escribimos para borrar
para pasar inadvertidos
para esconder
otras veces escribíamos para contener la ira y el insomnio
para que la rabia no nos rompiera el cuerpo
para que no nos enfermara con su saliva amarga
se hacía de noche
la cabeza se llenaba de sombras
un dolor rojizo se alojaba en los ojos
y era cada vez más difícil entender el peso de lo que decíamos
~
Ahora se levanta una voz desde un cuerpo recobrado
las nubes no logran opacar el brillo de su sonido
la voz habla
es un conjuro para escapar a las antiguas prohibiciones de la lengua
los padres se esconden tras la puerta de sus habitaciones
vuelven a invocar al dios de la nueva lengua
hay miedo ante este ruido inesperado
nadie me dio una lengua para las maldiciones
tuve que ir hasta los pasillos más oscuros de la historia
hasta los huesos de la memoria y del llanto
padecer un silencio hecho de miedo y locura
humos de muerte que entraban por la palabra
nadie me dijo que podía haber fuego en el habla
que el deseo tenía un lugar en él
que mi cuerpo no había sido huérfano siempre
ahora este poema maldice el lenguaje
está dicho contra él
y no podrá vivir más allá de estas páginas
Miguel A. Hernández Zambrano (Maracaibo, 1983)
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