martes, 19 de marzo de 2024

marion poschmann / dos poemas









Paisaje con demostración de la existencia de Dios 

*

nos sentamos frente a vasos de cristal, pieles desbordantes de arena y
en la estrecha jarcia de bufandas y cuellos de piel, forman
islas de calor en terrazas vacías y ventosas,
fagotes sobre sillas de jardín, dignatarios secretos
 
del primer invierno,
hongos caloríferos abren los paraguas, pero nosotros
no nos damos, el gas en sus tallos abrasa
como tazas llenas de agua de lluvia, en vano
 
comemos guantes congelados, birretes,
bloques de hielo estriados a grados bajo cero,
inflamos nubes esponjosas,
las hacemos volar,
 
un cielo opaco, insaciable, las engulle
con la cuchara rallo
cautelosamente el aire: los camareros
dan vueltas alrededor como sobre patines de cuchilla,
 
saco algunas monedas de plata del bolsillo,
cubro la mesa con lentejuelas brillantes
que se quedaron largo tiempo junto a un plato
de hojas mojadas
 

Descartar los árboles 

*

a nuestra espalda se multiplican los indicios:
picos de frío, puntos de congelación, comenieve-
casi irreconocibles vagan por alféizares
con paso seguro, audaces, indiscutibles,
lo que pensamos eterno lo mantienen árido
 
el aire turbio del tiempo, el jardín
fugaz, los días que penden de un hilo,
repartimos bolas de granizo según el peso,
niebla dependiendo de su espesor
 
el sol nos abandona por calles laterales
siempre sin contacto visual. brillantemente
nos apresuramos con la casa,
permanece absolutamente silenciosa
 
sólo la hierba se debilita sospechosa,
como si le brotase óxido. tentaciones, exóticos
y opulentos, condensadores de luz:
 
los árboles se muestran como indiferentes, ramas
que apuntan a las montañas, motores asfixiados, a la espalda
pierden los restos mortales, nosotros
no los retenemos

***
Marion Poschmann (Essen, 1969)
Versiones de Martín López-Vega

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