viernes, 15 de marzo de 2024

julia wong / tres poemas











Caja chica

*

I
Tengo la edad de mi madre
Ahora que ya no está / el espejo opaco es más opaco
Apenas refleja un puño de viento
Me enaltece / he crecido con su muerte
Por fin existo –pienso–
Me froto las manos / pero son las de ella
Aprieto sus dedos fracturados:
Son mis dedos con un aro de matrimonio ajeno
Es azul zafiro / azul balde de plástico donde me enjuagaba
Ahora que mi madre ha muerto
Tengo su edad y sus ojos
Cuento los centavos como ella lo hacía
Cuento los papeles de dinero chino para quemar
Y no encuentro fósforos / ni candela
Ella era el fuego

II
Me siento al borde de la cama
Así se sentaba mi madre cuando rezaba
«¿A quién le rezas? ¿Hablas con alguien?»
–Pregunté una alborada en que Lima estaba peleando contra Lima
En un amanecer bochornoso de Chepén destruyendo a Chepén–
«No sé» respondía
No sé si hay alguien arriba o abajo
Creo que todo está aquí en la tienda
Mi escritorio oxidado es el territorio del amor
«Mamá»
Le volví a preguntar
«¿Sabes qué es lujuria / qué es coger o enamorarse?»
Ella abre su monedero / así / al borde de la cama
Y cuenta una a una las monedas oxidadas
«Toma» me dice
«Tres son para ti / una para los pobres
Y cinco para que te vayas a Buenos Aires»
Se acomoda otra vez al borde
Y continúa rezando

III
Recuerdo los labios de mi mamá
Casi nunca se los pintó
Cuando joven sí / y el día del matrimonio
Mi padre la escogió entre las damas chinas de la colonia
Porque ella tenía un problema cutáneo
Las terribles marcas del acné / grano espasmódico
Recuerdo mucho a mi mamá y el jo lan tau
«Yo saltaba la soga desde mi casa al puente de Sullana» contaba
«Luego nos bañábamos en el río buscando desinflar
Nuestros estómagos
Las damas con granos en la cara sabían asesinar insectos»
Sus labios están oscuros ahora
Recuerdo mucho a mi mamá
Nuestras muertas nos unen más que nuestros vivos
Los vivos somos una colmena en guerra
Picamos / embestimos / nuestra saliva está envenenada
Tragamos del otro hasta indigestarnos
Escupimos a escondidas sobre el vecino feliz o sus mascotas
Los muertos nos vigilan solemnes y endulzados
Sus ojos son hortensias salvajes / de esas que nadie corta
Cosen en el aire las palabras no dichas y nos curan…

Los vivos –en cambio– tenemos un degolladero en ciernes
Hoy he recordado mucho a mi mamá
Aunque no he llorado
Las flores celestes en el jarrón de nieve parecen erguidas
Y aunque vivas / son buenas

~

Para Norah: quien vive en Holanda,
 
*

No sé qué hora es en Holanda, Norah….
si pienso en Holanda desde Berlín, me parece un pájaro lejano,
la gente habla como un relámpago, come pan mojado en leche
En Berlín hablamos cual ángel  jugando con mandarinas viejas
Escucha un acento orgulloso, prejuicios condimentados con ajo
En Berlín, no conozco a Nadie que hable holandés.
Me dicen que la noche es épica y  griega
Porque aparecen todos los centauros y cíclopes alados
Orpheu besa a un pandillero
Y los empleados sirios entonan alabanzas en los baños
Orpheu alemán vive en las esquinas más sucias
Mientras las ratas se convierten en motociclistas 
Apagan la luz 
Acarician sus propias barrigas y cuerpos grasosos.
 
Una mujer muerta (quizás es mi madre) canta,
donde está ella ahora aprendió a quererme
La que me trajo al mundo no comprendió mis movimientos
Tampoco habló de Holanda
esa mujer temía a los alemanes/
Mis poemas eran objetos extraños
Como manzanas  nórdicas… quizás
 Palabras que deseaba olvidar…
¿por qué mamá? le pregunté
¿qué hay en el cielo de Berlín que te incomoda?
En Holanda  tienen prejuicios contra el idioma de Berlín
El tiempo insatisfecho busca una góndola
No he limpiado mi nariz para ver el futuro
El cielo en Berlín escupe ráfagas de cromo
No es azul, ni gris, ni celeste, es  invernal
Es un cielo alemán
Escribo un poema para Norah que está en Holanda
Ella intenta deshacer la purpurina de los nombres 
Los trenes  le susurran el terror de un puente caìdo
Y Norah dormita  en el qué hacer de los molinos
Pero aquí en Berlín, no hay ninfas, ni ruedas de agua
Sólo ángeles enloquecidos nos invitan a llorar a sus espaldas
tocan instrumentos construidos con material de desecho
Entenderías Norah que Orpheu 
No es un traductor, ha perdido su patria y su barco.
Por eso  lloré tanto cuando oí lo que  decías
Reventó en el ojo izquierdo de la piedra
nadie comprendería tus sonidos
este es Berlín,  Norah donde Orpheu aprieta los labios 
y ejecuta sus venganzas.

~

Los caminos de Dios en Berlín
Poco tienen que ver con la noche en Damasco 
Con la llamarada olímpica que enaltece la concordia
El zapateo roto  baila sobre caminos de azafrán
Una falda roja, una niña herida
El tambor y el líquido ocular rompen las ventanas
Un cráneo disparado por niños ciegos
Bombardeo vespertino
Un sermón incomprensible cae de la montaña
los pasos húmedos
Pero allí vomita un muchacho sirio
abraza a  una manta violácea
similar a  la humildad de los arroces derramados
Los sonidos sordos
Y los huesos inmunes de los vigilantes
No hay belleza en esa caridad asustada
Dame  todo grita con cada bengala el Satán invocado
Entrégate a mis limbos, río, ecuaciones
Tú acaricias la cabeza enrulada del chico que pronuncia en alemán
Guten Rutsch
tus dedos viajan sobre estepas, las casas destruidas titilan en sus ojos ebrios
Gib mir deine Hand, deme una mano 
revienta algo muy sonoro en la pared. No es la guerra. Es placer:
Dos ancianos hacen el amor mientras una chica se desviste.

***
Julia Wong (Chepén, 1965-Lima, 2024)

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