miércoles, 20 de marzo de 2024

eros alesi / dos poemas










Mamá Morfina

*

Querida, dulce, buena…

Querida, dulce, buena, humana, social, mamá morfina. Que tú, solamente tú, dulcísima mamá morfina, me has querido bien, como yo quería. Me has amado totalmente. Yo soy el fruto de tu sangre. Que solo tú has logrado que me sienta seguro. Que tú has logrado darme el cuantitativo de felicidad indispensable para sobrevivir. Que me has dado una casa, un hotel, un puente, un tren, un portón, y los he aceptado; que me has dado todo el universo amigo. Que me has dado un rol social, que pide y da. Que a mis 15 años acepté vivir como ser humano, «hombre», solo porque estabas tú, que te ofreciste a crearme por segunda vez. Que me enseñaste a dar los primeros pasos. Que aprendí a decir las primeras palabras. Que sentí los primeros sufrimientos de la vida. Que experimenté los primeros placeres de la nueva vida. Que he aprendido a vivir como siempre soñé vivir. Que he aprendido a vivir bajo los innumerables cuidados y atenciones de mamá morfina. Que jamás podré renegar de mi pasado con mamá morfina. Que tanto me ha dado. Que me ha salvado del suicidio o de la locura que casi habían destruido mi salvavidas. Que hoy 22-XII-1970, que aún puedo gritarle a los demás y a mí mismo, a todo lo que es fuerza noble, que nada ni nadie me ha dado tanto como mi benefactora, protectora, mamá morfina. Que tú eres infinito amor, infinita bondad. Que yo solo te dejaré cuando esté maduro para la muerte amiga o cuando esté tan seguro de mis fuerzas para lograr estar en pie sin las potentes vitaminas de mamá morfina.

~

La sangre de mi bestia

*

Exprimo la sangre-médula de mi bestia-cerebro,
para destilar unos centímetros de néctar vital a mi ser.
Que el néctar se inyecta en la tinta cervical
del impulso-nervioso-todo-nada
de la pluma estilográfica de 200 liras.

Tenía 14 años cuando la carne de mi ser se volvió hueso caliente.
Tenía 14 años cuando la carne de mi gusano se volvió rojo-vivo.
Y se arqueó como hocico de caballo a trote,
en los rizos de labios que chupan el semen de la vida.
Tres cruces y un fraile sin barba, en la tierra que bebe la sangre de
Dios
amor para la situación creada
que las ondas vibrantes penetran en la oscuridad
y en la espesa densidad nebulosa de mis verdades.
Y el gran rechazo del sudario escarlata de la muerte.

Que lloro en un cuaderno encontrado en las cuevas del Pincio.

***
Eros Alesi (Ciampino, 1951-Roma, 1971)
Versiones de Hiram Barrios

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Mamma Morfina

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Cara, dolce, buona…

Cara, dolce, buona, umana, sociale mamma morfina. Che tu solo tu dolcissima mamma morfina mi hai voluto bene come volevo. Mi hai amato tutto. Io sono frutto del tuo sangue. Che tu solo ti sei riuscita a farmi il quantitativo di felicità indispensabile per sopravvivere. Che tu me hai dato una casa, un hotel, un ponte, un treno, un portone, io li ho accetatti, che tu mi hai dato tutto l’universo animico. Che tu mi hai dato un ruolo sociale, che richiede e che dà. Che io a 15 anni ho accetatto di vivere como essere umano «uomo» solo perché c’eri tu, che ti sei offerta a ricriarmi una seconda volta. Che tu mi hai insegnato a muovere i primi passi. Che ho imparato a dire la prima parole. Che ho provato le prime sofferenze della nuova vita. Che ho probato i primi piacere della nuova vita. Che ho imparato a vivire como sempre ho sognato di vivere. Che ho imparato a vivere sotto le innumerevoli cure, attenzioni di mamma morfina. Che non potrò mai rinnegare il mio passato con mamma morfina. Che mi hai dato tanto. Che mi ha salvato da un suicidio o una pazzia cha avevano quasi del tutto distrutto il mio salvagente. Che oggi 22-XII-1970 posso strillare ancora a me, agli altri, a tutto ciò che è forza nobile, che niente e nessuno mi ha dato quanto la mia benefatricce, adottatrice, mamma morfina. Che tu sei infinito amore infinita bontà. Che io ti lascerò soltanto quando sarò tanto sicuro delle mie forze per riuscire a stare in piedi senza le potente vitamine di mamma morfina.

~

Il sangue del mio bestia

*

Schiaccio il sangue-midollo del mio bestia-cervello,
per distillare qualche centimetro di nettare vitale al mio essere.
Che il nettare si inietta nell’inchiostro
cervico-nervoso-impulso-tutto-nulla
della penna stilografica da 200 lire.

Avevo 14 anni quando la carne del mio essere divenne osso caldo.
Avevo 14 anni quando la carne del mio verme divenne rosso-caldo.
E si incurvò come muso di cavallo trottante,
sui riccioli di labbra risucchianti il seme di vita.
Tre croci e un frate senza barba, sulla terra che beve il sangue di Dio
amore per la situazione nata
che le onde vibranti, squarciano le tenebre
e la spessa densità nebulosa delle mie verità.
E il grande rifiuto del sudario scarlatto della morte.

Che piango su di un quaderno trovato nelle grotte del Pincio.

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