Entró a mi cuarto como un pastor
salido de un Caravaggio.
Todo lo que queda de la frase
es una línea
de pelo negro encallada
a mis pies.
De regreso del viento, me llamó
con un bocado de grillos:
humo y jazmín se desprendían
de su pelo. Esperé
que la noche decreciera
en décadas, antes de intentar tocar
sus manos. Entonces bailamos
sin saberlo: mi sombra
extendía la suya sobre la alfombra.
Afuera, el sol seguía saliendo.
Uno de sus pétalos rojos cayó
a través de la ventana y se prendió
a su lengua. Traté
de arrancárselo
pero me detuvo
mi propio rostro, el espejo,
sus grietas, los grillos, cada sílaba
que se derramaba.
***
Ocean Vuong (Ho Chi Minh, 1988)
Versión de Rodrigo Círigo
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