somos niños todos guardamos cama
rapados al cero en las sienes venitas azules
me han dado un libro y leo acerca de estepas
y bosques que no he visto en la vida
liusia que duerme a mi izquierda recuerda que iba
al parvulario pero el sentido de sus recuerdos es confuso
aunque lo describe todo son imágenes oscuras
no puedo imaginarme ningún parvulario
estamos enfermos pero nada sabemos de ello
porque estuvimos enfermos desde que nacimos
muchos adultos son buenos nos dan de comer
los adultos están para dar de comer a los niños
después de la siesta nos ponen inyecciones
viene el importante jefe de sección con mascarilla
a la derecha huele mal resulta que a kolia
le han salido llagas y le están vendando
kolia cuando podía caminar presumía y se pavoneaba
vio un escarabajo y un caballo dice tan grande
como un elefante pero después de la operación volvió
escayolado y como liusia y yo calla no molesta
en el libro hablan de un partisano aseguran
que lo abatió una bala fascista el libro se parece
a la verdad la cosa buena es que mueren
los adultos mientras los niños no saben más que vivir acostados
el día en que murió stalin nos llevaron a bañarnos
lloran pero aún así nos lavan día de baño en la sala
lusia en el catre como pollo en el plato
nunca llevó ni trenza ni vestido
mientras estamos tumbados cerca uno del otro desnudos
nos enjabonan y la enfermera verka
canta que no es el viento el que dobla la rama que levanten
el brazo los que no han olvidado el sabor del viento en la lengua
recuerdo que jugábamos con erizos de goma
por qué justamente con erizos ese día
lo guardo en la memoria por lo de stalin y nosotros acostados
llenos de jabón los hijos del edén en el día del pecado original
***
Alekséi Petróvich Tsvetkov (Stanislav, 1947), La hora de Rusia. Poesía contemporánea. Madrid: Visor, 2011.
Versión de Eva Crego
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