El desconocido que pasa y te encuentra digna todavía de una
palabra fugitiva de deseo,
acaso porque en la sombra de la noche tan dulce de mayo
todavía brillan tus ojos, todavía tiene veinte años
la ligera figura deslizante,
no sabe que fuiste amada por aquel que amaste,
en plena y soberbia dicha de amor,
y en ti no hay resquicio alguno de la carne o átomo del alma ajeno
al sello del amor.
No sabe que viviste solo para amar aquel que te amaba
y que, aunque quisieras, no podrías arrancar de ti este atavío por el amor tejido.
Él, ignorándolo, en ti que ya no eres bella, en ti que ya no eres
joven, el aroma precioso del dios;
respira, al pasar, en ti que ya no eres bella, en ti que ya no eres
joven, el aroma precioso del dios:
solo porque lo llevas grabado en ti, dulce reliquia a la sombra de
un sagrario.
Ada Negri (Lodi, 1870-Milán, 1945) El agua pura de mi pobreza. Madrid: Encuentro, 2021.
Versión de Carmen Giussiani
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