domingo, 3 de octubre de 2021

hirondina joshua / cuatro poemas













Hay una sala pequeña que lleva al vuelo
la cabeza se inclina despacio
enfrenta el lado insano de la pared
en la sala
los muebles desordenados se inmovilizan
ante los ojos y sus venas
en el estante, el tiempo roe el dorso del hueso
¡Ay! ¿Qué es esto?
Los muebles movilizaron sus energías para un ser tan pequeño y
casi sin alma.
Sí, dígase: reclamación minúscula no importa.
Aquí los nombres no alteran la combustión del suelo.
La terrena condición, fusión de la química y física o electrones y la
gravedad. Bien se ve: la verdadera gravedad es la puerta que canta
con tonos graves y aguda sustancia de la existencia. ¿Y quién está ahí
para oírla?
¿Quién está ahí para sentirla? Los dedos se fueron, la cabeza se fue,
toda biología se fue. Toda ciencia se fue. Resta la “aicneic”,
por mí el inverso vale, si es que a esto podemos llamar:
conocimiento sistemático; poniendo la cosa motora de la metafísica
debajo.

~

La voz del Tiempo no tiene sexo.
Se urde en la armadura de la emoción.
— Quieren diosificar el canto, el manto de la esperanza. Yo aquí dentro,
fuera de mí no tengo ojos.
— Quieren engullir la vena. Yo aquí afuera, dentro de mí no pienso.
La voz del Tiempo vaga en el músculo incierto. No es hembra, no es
macho. - ¡Y menos mal! Así muero poco.
— Soy igual a todos humanos. Capaz de amar y matar con la misma
intensidad.
Del falo la escritura no necesita, ella por sí puede orinar y hacer el amor.
Ay, duele esto de pensar que la escritura necesita un cuerpo táctil. Y
erecto.

~

El libro nació en la vena. Fue entonces cuando partió hacia otros
mundos.
Eran negros los dedos del hombre. La cabeza parecía un asfalto de
guerra.
— Un analfabeto completo: bueno para quien nace. Tenía el
elemento esencial para vivir:
la madura oscuridad vista en el plano superficial.
Fue cuando nació la salvaje Letra, en las manos y en los dientes
feroces.
La escritura. la voz superlativa. El canto crudo. Todo le nació
rápidamente como la fiebre del universo.
— Y él no veía
Cada día en vez de comprender, descomprendía el
movimiento sagrado del verbo.
Porque él era su propio extranjero en el estado urgente y
repentino, y sus deseos eran víctimas del camino errante.
Podía él imaginarse todo: menos el arte del líquido carmesí.
Y después ya no se podía jurar, nos volvimos esa línea criminal;
porque bastaba verse. O ser ciego.

~

Alto-maé que vive en mí

*

El barrio donde vivo fue atropellado por el tiempo que forzosamente
se niega a empaquetar otros destinos. Se llama “Alto”... Cuando la
lluvia que le corre es fría no en sus temperaturas, escurridiza
como la brisa que se ventea en los agujeros felices de estas calles
serpenteadas en arenas al contrario que el betún.
Se llama “Alto”... Este hábitat de “latas” nuevas traídas por no sé
quién a este paraíso urbano sin nombre en nosotros, lo queremos así
entre alma y carne, pasajero, nombres son significados que no
significan nada. Además no los sabemos leer ni escribir y
si supiéramos esto menos significaría. En nosotros hay un barrio donde
vivimos y nos vivimos, vivimos y morimos en cada milésima de
segundo. Y esto nos basta. Nos basta.
Tengo un alto-maé que vive en mí
alto-maé de casas que atestiguan el silencio la furia en gris
de las mozas que llevan faldas que demarcan fronteras sospechosas
con los chicos que en vez de pantalones llevan “tchuna boys”
sus prendas interiores son más curiosas que el mundo.
Hay muchos alto-maés en mí,
De las flores que transpiran la voluptuosidad nocturna cerca de la pelé-pelé
De las rotondas de jardines cuadrados
De la gente alegre y más lista de la ciudad (alto-maé no me deja
mentir)
ni sus mezquitas e iglesias callan la voz de Dios aquí donde el sol
se sienta
incluso de noche
del negro mercado negro que tendría que llamarse luna en vez de
“estrella” porque en ella embarcan todas las ansias de aquellas gentes, muchas
De ellas no de aquí,
de la panadería Mozambique siempre alimenta la esperanza de un
mejor pan,
de los ruidos calientes de los ralis antes del fin de semana
del zapatero que canta con su martillo agarrotado
de alguien escribiendo un verso que tal vez no cambie nada, pero un
verso es un verso,
un verso es un universo
lo inverso de esto es que no era es humano
cada uno con su alto-maé.
Este es el mío. Este fue el que me dieron. Este es el que veo y que me
mira siempre.
Otro no necesito.
Desde aquí puedo sentir la voz de todos los alto-maenses
porque el sonido no tiene gente en su metafísica
ni un barrio existe cuando no se tiene por existir
repito: cada uno con su alto-maé, y este mío es altísimo en
mí.

***
Hirondina Joshua (Maputo, 1987)
Versiones de Raquel Madrigal Martínez

/

Há uma sala pequena que leva ao voo
a cabeça inclina-se devagar
confronta o lado insano da parede
na sala
os móveis desarrumados tornam-se imóveis
diante dos olhos e suas veias
na estante, o tempo rói o dorso do osso
Ai! Que vem a ser isto?
Os móveis mobilizaram suas energias para um ser tão pequeno e
quase sem alma.
Sim, diga-se: petitou minúsculo tanto faz.
Aqui nomes não alteram a combustão do solo.
A terrena condição, fusão da química e física ou electrões e a
gravidade. Bem se vê: a verdadeira gravidade é a porta que canta
com tons graves a aguda substância da existência. E quem aí está
para ouvi-la?
Quem aí está para sentí-la? Os dedos se foram, a cabeça se foi,
toda biologia se foi. Toda ciência se foi. Resta a “aicnêic”, cá
por mim o inverso vale, se é que a isto podemos chamar de:
conhecimento sistemático; pondo a coisa motora da metafísica
abaixo.

~

A voz do Tempo não tem sexo.
Fia na armadura da emoção.
— Querem deusificar o canto, o manto da esperança. Eu cá dentro,
fora de mim não tenho olhos.
— Querem engolir a veia. Eu cá fora, dentro de mim não penso.
A voz do Tempo vaga no músculo incerto. Não é fêmea, não é
macho. - E ainda bem! Assim morro pouco.
— Sou igual a todos humanos. Capaz de amar e matar na mesma
intensidade.
Do falo a escrita não precisa, ela por si pode urinar e fazer amor.
Ai, dói isto de se pensar que a escrita precisa de um corpo táctil. E
erecto.

~

O livro nasceu na veia. Foi então que partiu para dentro de outros
mundos.
Eram negros os dedos do homem. A cabeça parecia um asfalto de
guerra.
— Um analfabeto completo: bom para quem nasce. Tinha o
elemento essencial para viver:
a madura obscuridade vista no plano superficial.
Foi então que nasceu a selvagem Letra, nas mãos e nos dentes
ferozes.
A escrita. A voz superlativa. O canto cru. Tudo lhe nascera
rapidamente como a febre do universo.
— E ele não via
A cada dia ao invés de compreender, descompreendia o
movimento sagrado do verbo.
Porque ele era seu próprio estrangeiro no estado urgente e
repentino, e os seus desejos eram vítimas do caminho errante.
Podia-se dele imaginar tudo: menos a arte do líquido rubro.
E depois já não se podia jurar, tornámo-nos nessa linha criminal;
porque bastava ver-se. Ou ser-se cego.

~

Alto-maé que mora en mim

*

O bairro onde moro foi atropelado pelo tempo que forçosamente
nega-se a empacotar outros destinos. Chama-se “Alto”... Quando a
chuva que lhe corre é fria não nas suas temperaturas, escorregadia
como a brisa que se venteia nos buracos felizes destas ruas
serpenteadas em areias ao invés de betão.
Chama-se “Alto”... Este habitat de “latas” novas trazidas por sei lá
quem a este paraíso urbano sem nome em nós, queremo-lo assim
entre-alma e carne, passageiro, nomes são significados que não
significam nada. Além de mais não os sabemos ler nem escrever e
se soubéssemos isto menos significaria. Em nós há um bairro onde
moramos e nos moramos, vivemos e morremos a cada milésimo de
segundo. E isto basta-nos. Basta-nos.
Tenho um alto-maé que vive em mim
alto-maé de casas que testemunham o silêncio a fúria em cinza
das moças que vestem saias que demarcam fronteiras suspeitas
com os rapazes que ao invés de calças vestem “tchuna boys”
suas roupas interiores são mais curiosas que o mundo.
Há muitos alto-maés em mim,
das flores que transpiram a volúpia nocturna perto da pelé-pelé
das rotundas de jardins quadrados
da gente alegre e mais esperta da cidade (alto-maé não me deixa
mentir)
nem suas mesquitas e igrejas calam a voz de Deus aqui onde o sol
se senta
mesmo de noite
do negro mercado negro que devia se chamar lua ao invés de
“estrela” pois nela embarcam todas ânsias daquelas gentes, muitas
delas não daqui,
da padaria Moçambique sempre alimenta a esperança de um
melhor pão,
dos barulhos quentes dos ralis antes do fi m de semana
do sapateiro que canta com o seu martelo abengalado
de alguém a escrever um verso que talvez não mude nada, mas um
verso é um verso,
um verso é um universo
o inverso disto é que não era é humano
cada um com o seu alto-maé.
Este é o meu. Este foi o que me deram. Este é o que vejo e que me
olha sempre.
De um outro não preciso.
Daqui consigo sentir a voz de todos alto-maenses
porque o som não tem gente na sua metafísica
nem um bairro existe quando não se tem por existir
repito: cada um com o seu alto-maé, e este meu é altíssimo em
mim.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario