martes, 5 de octubre de 2021

violeta parra / tres poemas











Para el que deja la tierra

*

Para el que deja la tierra,
la muerte es el fin del mundo;
con un dolor sin segundo
le puso fin a esta guerra.
Le ha dado esta vida perra,
por un minuto de gusto,
ciento veinte mil disgustos,
y no es un exagerar:
se viene al mundo a pasar
las penas de San Jobundo.

Yo digo, dónde estará
la luz de la explicación,
de llegar uno al panteón
y otro a la maternidad.
Me falta capacidad
pa’ hablar con inteligencia,
por qué con tanta paciencia
se va el cristiano del mundo.
Tal vez en aquel segundo
principia la deligencia.

Sepa Dios qué paraíso
le destinaron al alma;
de no, por qué tanta calma
cuando se apaga el granizo.
Se olvidan los compromisos,
las deudas, los juramentos;
se apagan los sentimientos
en el minuto fatal.
Seguro que la verdad
la vive el que yace muerto.

El vivo llora doliente
la muerte de su difunto;
este no entiende el asunto.
Cómo se calla sonriente,
durmiendo tranquilamente
con cuatro velas flameantes,
diciéndonos, arrogante,
que hay gran placer en la jaula,
y que no entiende la maula
de no enjaularlo más antes.

En esta vida engañosa
el alma es la que molesta;
en una y otra protesta
se pasa la tragediosa.
Ya ven, distinta es la cosa
cuando se duerme el humano,
pero si agarra el cristiano
en sueño seguir viviendo,
la pesadilla al momento
lo apresa de pies y manos.

~

Mataron al Padre nuestro / o No ’habido sobre la tierra’

*

El Doce vendió al Maestro
gozando de su crueldad;
qué triste la realidad:
mataron al Padre nuestro.

No ’habido sobre la tierra
ni bajo la más fecunda,
siniestra más iracunda,
destruendo con tanto duelo.
S’escurecieron los cielos
con todos sus elementos,
bramaron los cuatro vientos,
se alborotaron los mares,
once resuellan pesares:
el Doce vendió al Maestro.

Dolores y humillaciones,
espinas, hiel y vinagre,
se conmovieron los mares
juntando sus corazones.
Judíos como lairones
ungieron a Barrabás
con tan crecida maldad
que dieron vuelta a Pilatos;
¡malaya de los ingratos
que gozan de su crueldad!

Lo llevan por el Calvario
cargado con una cruz,
le niegan hasta la luz,
lo ciegan con su sudario.
Repican los campanarios
a fuego por la impiedad,
la Virgen con humildad
cierra sus ojos en llanto;
padece con su quebranto
del ver esta realidad.

Estando María al frente,
le ofenden con una lanza;
la sangre se le abalanza
por esa herida inocente.
Judíos más indecentes,
no se retiran tan presto,
se irrita el cielo por esto
y ordena la tempestad.
Pregona la inmensidad:
mataron al Padre nuestro.

Despedida:

Por fin, d’esta mala acción
llegamos al tercer día:
goza la Virgen María
del ver la resurrección.
El mundo con devoción
reza misterios gozosos;
el rey Asuero famoso,
feliz por el cuncunato,
iluminó su reinato
porque se siente dichoso.

~

Volví del profundo sueño / o Salí de mi casa un día

*

Salí de mi casa un día
pa’ nunca retroceder;
preciso dar a entender
que lo hice a l’amanecida.
En fuga no hay despedida,
ninguno lo sospechó,
y si alguien por mí lloró
no quise causar un mal.
Me vine a la capital
por orden de Nicanor.

Me manda carta el domingo,
el lunes viajando va,
el miércoles lista ya
pa’l sitio en su destino,
el jueves, un peregrino
cartero diciendo: abricia;
el viernes nadie malicia,
partí para no volver,
el sábado en San Javier
de mí les mando noticia.

Mi hermano: «Vente –decía–,
pensando en tiempo futuro».
L’entiendo mal, me apresuro
partiendo sobre la misma;
si no me saqué la crisma
en viaje de tanto empeño,
fue por la nube d’ensueño
que no me deja un instante,
entre asustá’ y delirante
salí del profundo sueño.

De tres o cuatro empellones
y en menos de una semana,
impávida, salva y sana
crucé noventa estaciones.
La luz de mis ilusiones
me trajo, sin saber cómo,
volando cual un palomo;
no quise andar en desvíos,
mujer que tiene sentido
tranquea con pies de plomo.

Mi hermano decía: «Vente,
que lindo es el estudiar.
El mundo es un ancho mar,
lo cruzarás por el puente,
a nado puede la muerte
llevart’ en su remolino.
Busquemos, pues, un camino,
no me propales contrario;
aprend’ el abecedario
que te dará buen destino».

***
Violeta Parra (San Fabián de Alinco, 1917-Santiago de Chile, 1967)

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