un golpe seco
–como el de un gato
planchado por el tráfico.
“UN VAGO SE TIRÓ DE UN PUENTE” y falló.
Nadie lo vio embarrado en el pavimento
debajo del Puente Constitución.
Nadie
vio al bulto
–excepto un perro sarnoso que huyó
despavorido–
ni la madrugada telefoneó
a ninguna de sus ambulancias.
El magullado se arrastró solo
por la escalera
mordiéndose
los dedos para no gritar
no el dolor del alma, pues no tiene
alma, sino
la desaparición de sus huesos
(cada uno de ellos no tiene una, sino
varias pulverizaciones).
El hombre tardó treinta minutos en arrastrarse
de nuevo
arriba del puente.
Cuando se aventó por segunda vez
esta vez murió
APLASTADO
por un trailer
que no lo vio
debajo del Puente Constitución
Vaya dolor, vaya manera de no querer seguir aquí, ¿por qué? ¿Por qué se tiró el vago? y se tiró dos veces, no puede haber duda: le urgía morir. Por lo demás, a nadie importó, hasta ahora nadie lo ha comentado, ni en la oficina, ni en la calle, ¿será porque ni alma tenía?
¿Yo tendré alma?
¿Qué verá Heriberto en las calles de su natal Tijuana? ¿Qué lo moverá a plasmar el dolor de manera tan lenta y cándida? Nadie se arrastra treinta minutos con el esqueleto despedazado, a no ser que haya que salvar el pellejo.
~
Después de atrapar al ilegal
lo metieron a un lugar
donde no le dieron agua
en un día y medio
temiendo que alguno
de sus compañeros hacinados
quisiera golpearlo para
confiscarle
los miados
no le dieron agua
en dos días
no le dieron agua
. . . .
“no te preocupes
muy peores desiertos he visto”
Así de simple, así de terrible puede ser la sed (la sed de todo lo que no se tiene). Puede erigirse ante nosotros como un roble siniestro y confiscarnos el habla.
Ser ilegal en el planeta tierra. Ser ilegal ante Dios. Ser ciudadano del desierto.
Nacionalidad: Desierta (sin derecho a tomar agua)
De dónde nos vendrá todo esto, de dónde tanta ilegalidad en la existencia.
***
Heriberto Yépez (Tijuana, 1974)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario