A Sol
Por qué no puedo resignarme a simplemente
eternizarte como tema de mi poética.
Por qué vertiginosamente busco la manera de
que el poema sea nuestra vida, nuestro destino
encaramado en las espumas de las olas y ese caballo
rojo que es tu boca y mi boca. Por qué,
dime, bandida, sueño con tus ojos negros
desesperadamente entro en las calles, recorro el viento
sé el ritmo de las olas, y en el viento tu nombre, tus ojos
negros me gritan, me piden que yo los escriba,
que yo los acaricie con una vehemencia capaz de abrir
la música del viento, mi niña, mi niña felina,
y el olor de tu cuerpo, y tu piel canela e unforgettable
me invitan a esta danza de perseguirte y no encontrarte
de buscarte y no tenerte cerca y sentir que tu voz
entra como un cuchillo dentro de mis entrañas, y tu voz
es una bala que cruza mi cerebro, mi flor, mi niña.
No puedo simplemente meterte a mi poesía,
como una maracuyá perfecta, que yo deliciosamente amé,
(y amo) yo quiero poseer tu belleza y la armonía de tu mente
¿Por qué no podemos amar con adversidad el abandono?
¿Por qué te busco en medio del caos? Porque mi cuerpo,
Dime muchacha, no te olvida, no te pierde, no permite
que escapes como mercurio de mis labios, en esta música
terrible que es la existencia, desesperada quimérica
yo con siglos de vida encima,
y tu flotando en el violento amarillo de tu corazón, de tu nombre.
Y hemos estado tan lejos, durante tantos años, y yo
traté de olvidarte, pero fue inútil: la balada de mi corazón
es un mar que te nombra, que te recuerda y se resquebraja. Y entonces no entiendo
por qué no puedo sino meterte a mi poética como tema
para estudio de futuras generaciones, pues yo, poeta peruano,
inscrito ya en el índice de la literatura universal, quiero vivir en ti
en la flor de tu belleza, en tu música extraña que hoy no toco
porque ya viene siendo tiempo de otear adentro, de volver los ojos
al tiempo encontrado en nosotros, porque ya va siendo hora
de motivar otro viaje, uno lejos del sentimiento de encontrarte
pero te busco, no me resigno, me pierdo arriba de los puentes gritando tu nombre
de primavera que nace como navaja en el aire y río
y los perros me ladran y los niños rompen mis alas de ángel loco y
desesperadamente soy parte de un viaje inútil:
la palabra se desasosiega, los géneros literarios emprenden su vuelo de libélula mojada
en las inútiles hojas de word. ¡Y desesperación de no encontrarte!
Y deseos de gritar tu nombre, aunque me vean como un flaco y loco vago
aunque bien sabes, tú sabes, mi niña, que somos este río esculpido
en los óleos de la incertidumbre de una vida digital que ahora deploro
como tú deploras el ir en bus hasta tu universidad y yo encuentro todo esto
inútil. ¿Para qué te amo si no puedo verte ahora mismo y encontrarme en tus ojos?
Entonces, qué hago recorriendo estas plazas, estas avenidas largas como flautas
si tus ojos no están aquí no me encuentran ahora furiosamente solo por ti.
Y es que tú cambiaste los lenguajes y me abriste a un nuevo sentimiento. Y eres
el nuevo aire que busqué hace siglos, pero para respirarte necesito verte
Y no solo reptar en las olas furiosamente bellas de mi poema.
Julio Barco (Lima, 1991) Inédito.
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