Volábamos como un mar mareado
*
El cielo salió de noche como un contraeclipse
dejando de no creer a los espíritus insomnes
a las pocas mentes que aún soñaban
con parar la matanza en los enormes despachos
del convento de la Catedral de la Moneda
Mientras, los prisioneros de la luz, los celtas,
los boy george, los druidas y los hunos
levantábamos el vuelo y subíamos la luz
desde nuestros hangares fondeados
en el cañón del Urubamba, mama Perú
Volábamos en nuestros acojonantes Harrier,
volábamos como un mar mareado
jubilosos de perpetuar el ataque
a los Mig franceses de los milenaristas
que ni con todo el sopor de sus profecías
intuían esta vez la que les esperaba
Los íbamos a devolver a Dios a estos pendencieros.
~
El antiguo testamento chileno
*
(De "Del diluvio en Chile" del P. Diego de Rosales
que "Oyó filosofía en Alcalá y dibujó una viva imagen
de los desencantos de esta vida)
No tienen estos indios de Chile
noticias de escritura alguna,
sagradas ni profanas,
ni memoria alguna de la creación
y de el principio de el mundo
ni de los hombres:
sólo tienen algunos barruntos de el Diluvio,
por haberles dejado el Señor algunas señales
y aunque de él no tienen noticia cierta
ni tradición,
por las señales coligen haberle habido.
Y es que tienen muy creído
que cuando salió el mar
y anegó la tierra, sin saber cuando
(porque no tienen serie de tiempos
ni cómputos de años)
se escaparon algunos indios
en las cimas de unos montes altos
que los tienen por cosa sagrada.
Y en todas las provincias
hay algún cerro de grande veneración,
por tener creído que en él se salvaron
sus antepasados de el diluvio general,
y están a la mira para,
si hubiere otro diluvio,
acogerse a él para escapar.
En el número de los hombres
que se conservaron en el diluvio
hay entre los indios de Chile
grande variedad, que no puede faltar
entre tantos desvaríos.
~
El gallinero
*
Nos educaron para atrás padre
Bien preparados, sin imaginación
Y malos para la cama.
No nos quedó otra que sentar cabeza
Y ahora todas las cabezas
ocupan un asiento, de cerdo.
Nos metieron mucho Concilio de Trento
Mucho catecismo litúrgico
Y muchas manos a la obra, la misma
Qué en esos años
Repudiaba el orgasmo
Siendo que esta pasta
Era la única experiencia física
Que escapaba a la carne.
Y tanto le debíamos a los Reyes Católicos
Que acabamos con la tradición
Y nos quedamos sin sueños
Nos quedamos pegados
Pero bien constituidos;
Matrimonios bien constituidos
Familias bien constituidas.
Y así, entonces, nos hicimos grandes:
Aristocracia sin monarquía
Burguesía sin aristocracia
Clase media sin burguesía
Pobres sin clase media
Y pueblo sin revolución.
Diego Maquieira (Santiago de Chile, 1951)
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