lunes, 7 de febrero de 2022

miguel lescano / de "ángel"


Lima

*

Lima, puedo escribir
que encontré en tus calles
pedazos de colores en tus ojos.
Lima, camino presuroso y
el dolor explota como estrella sin luz.
Lima, sigo caminando y veo paredes
con palabras sobre palabras.
Gente que es despojada de sus pertenencias
por ladrones enfurecidos.
Nadie dice nada en este cielo gris.
Sonidos de metrallas y sirenas confunden
mi cerebro e inician viejos recuerdos.
Lima, tu aire contaminado se estrella con mi sed
con mi pensamiento, con mi ensalada de preguntas:
1. Porqué mi país explota?
2. Porqué se hunde de nostalgia?
3. Porqué los políticos se roban hasta el robo?
Lima podré escribir que deseo justicia
en esta injusticia llamada Perú.
Lima podré caminar por paredes que ascienden y
descienden hacia la nada.
Lima puedo escribir que las calles buscan verdades y
Sueños.
Lima puedo pensar que puedo pensar.

~

Arte poética

*

Poesía: rayo que cae sobre el desierto.
Poesía: reactor nuclear que al tocarlo ves todo el universo.
Poesía: taladro que asciende y desciende a la Divina Comedia.
Poesía: música imperfecta.
Poesía: luz destellante y noche profunda.
Poesía: ruido sin sonido en un tarde de sol y amor.
Poesía: millones de hormigas que caminan por tus ojos.
Poesía: invisible mundo en todas las sonrisas.
Poesía: beber agua deliciosa de tu preciado sexo.
Poesía: invisible mundo en todas las sonrisas.
Poesía: piedra hecha arena.

~

Ser de ser

*

                                Un ángel vino a mi y me dijo: “¡Hombre insensato y digno de piedad!
                                ¡Horrible! ¡Situación horrible! Piensa en el calabozo ardiente que
                                preparas para ti por toda la eternidad. Hacia ella vas si persistes”.
                                                                                                                    William Blake

Batman cruzó la acera que lo separaba de la nada. Miró a uno y otro lado. No podía diferenciar si las paredes brillaban como pintadas con tinta fluorescente o si él (su traje negro) brillaba en la oscuridad.

Al caminar los tacos de sus botas emitieron sonidos. Cruzó la última esquina, dobló a la derecha, se detuvo ante una puerta de metal, lejana y sin ideas.

Temeroso y algo nervioso Batman extrajo su llavero del bolsillo izquierdo de su traje, a ciegas y con sus guantes afilados escogió la llave precisa. La introdujo en la cerradura, dobló el cerrojo, empujó la puerta y entró.

Era una noche sin estrellas y no había electricidad. El apagón había sido preciso en este momento de zozobra nos recordaba la época de las crisis política que azotó la gran Lima en los años ochentas.

Al final del pasillo nacía una escalera de fierro color marrón. Eterna escalera, sin final y sin inicio.

Batman sabía que llagaría al final del pasillo sin tropezar con sus ideas, con sus dudas, con las sombras de murciélagos o con alguna pesquisa de los tiempos.

El viento suave destellaba cual susurro. La mirada oscura de Batman se sobresaltó ante su propia ausencia, y sintió que una sombra de algún Joker de este último siglo descendía sigilosamente por las escalinatas.

En un segundo pensó varios desenlaces; asumió que era un político tránsfuga de turno. Últimamente habían aparecido en esta ciudad muchos mercenarios y ampones. Hoy en día la vida se inventa al empezar cada mañana. La crisis es la crisis. Era tarde para entrar en negociaciones. Para inferir por el cambio de esta democracia mal estructurada.

Sus clases de artes marciales y sobrevivencia lo ayudarían a enfrentar cualquier peligro. Limpió el hilo de sudor que le recorría debajo de su máscara negra, cuando el ser desconocido pisó entre sombra y sombra el último escalón, Batman en rápido movimiento le lanzó un patada en el pecho. Al sentir el impacto el invasor cayó al piso y sin pensar un segundo Batman le propinó un fuerte golpe con su metálico puño casi de acero, que seguro le rompería la mandíbula y con la otra mano, deslizó, sólo sus dedos medio e índice como dos cuchillos de metal y le arrancó los ojos.

En la eternidad se escuchó el último grito de horror. El último quejido, la última palabra y la última protesta política del día.

Epilogo:

Batman nunca olvidó el momento. Hoy también mientras el enfermero lo lleva postrado en una silla de ruedas a ARKHAM. Recuerda el perfume de su madre y se acaricia los dedos. No sabía nada. No sabe nada. 

No sabía si existía o esta muerto.

***
Miguel Lescano (Lima, 1963). Ángel. El regreso del señor de las tinieblas. Inédito.
Fotografía proporcionada por el autor.

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