Gaia
*
La esfera azul veteada
fijó sus coordenadas en el espacio
reguló su horno y el chorro de las aguas
concibió células vivientes estrellas
marinas extremidades peludas
espinazos vasos sanguíneos
y el ojo
esfera igual que ella
para contemplarse a sí misma
su manto su aire su prole
con precisión de cazadora
con amor
Los perfiles exactos apasionados
de búfalo y caballo en las cuevas
conjugaron matar y amar
Desde entonces el ojo
se ha ido anublando
velando endureciendo
la superficie se hace quebradiza
ennegrecida por tantas muertes
fuera de la ley
vaciado de amor
el don de la vista se retira
~
Hijo del hombre
*
Tarde gris humo
amenaza de fuego bajo la piel
las hojas de los naranjos se arrugan
el polvo opaca las flores que resisten
y cuela entre los pliegues del cerebro
me molesto comienzo a gritar
me oyen sólo los perros
no acepto no termina así
En mi cabeza en mi corazón
se forma una capa de terciopelo vivo verde
entre esa grama se incuban huevos
de cada uno sale un pequeño dios
Dentro mi pecho crece uno
alimentándose de mis entrañas
fortificándose con mis huesos
bello y alto como un árbol
es el Hijo de Hombre
y todavía blande su espada
y todavía promete justicia
~
La esposa de Tánatos
*
La esposa de Tánatos
duerme en su alcoba,
la cama es suave y floreada,
el rostro asoma en un nido
de seda y terciopelo,
respira bajito.
A veces la piel lisa
y los párpados tiernos
son de recién nacida;
luego los labios enrojecen,
el pelo vibra sutilmente:
¿espera que la despierte
la voz del amor?
No se sabe la hora,
al fin abre los ojos
en la cara morena arrugada,
sonríe con compasión entera
al transeúnte aturdido
como diciendo mi abrazo
es la promesa que te acompaña
hasta el límite.
***
Rowena Hill (Cardiff, 1938)
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