Las pagodas ocultas
*
¡Oh Alma mía! recógete
en ti misma y no busques más los enigmas de la vida en medio del bullicio, ven
al Silencio.
Las almas son Pagodas
Ocultas y misteriosas cuya soledad está llena de mundos y tiene extrañas
resonancias.
Son Pagodas Ocultas en
las cuales hay gestos muy pequeños, apenas perceptibles, pero que están por
sobre todos los que aparecen grandes a la mente. Sobre las pasiones más fuertes
de la vida estos gestos se muestran y se agitan y son anunciaciones de cosas
superiores.
Alma mía, penetra sin
miedo en la Divina Pagoda, la luz de la luna que entra por la puerta te
acompañará algunos pasos; donde termina su dominio detente, medita sobre todo
lo que has visto y luego pasa la línea a la obscuridad completa, pronto tus
ojos se acostumbrarán a ella.
La Pagoda Oculta está
llena de una dulce Harmonía y sentirás tus sentidos nadando en una embriaguez
infinita.
Mis ojos han cegado
mirando en vano la obscuridad de la luz y por eso buscan ahora la luz de la
obscuridad.
Mis pies están cansados
de recorrer otros senderos.
Ven, Alma mía, ya hemos
dado: El Sendero de Seda es el único que lleva a la Pagoda Oculta.
Pero antes escucha:
Para poder llegar a la
gran Pagoda tu frente ha de ponerse pálida de meditación.
Tus ojos han de ponerse
luminosos de ternura.
Has de cubrir tus oídos
con tu manto para no sentir ningún ruido externo sino el delicioso canto
interior que es semejante a esos ruidos de la noche que se escuchan en las
montañas.
Has de amar a la
Naturaleza con un deslumbramiento fervoroso y has de estar siempre dispuesta a
los más grandes estupores.
Busca siempre el
verdadero sentido de todo. El sentido de los árboles, del río y del fuego,
el sentido de las montañas y de la noche,
el sentido de la tierra y del aire, del amor y del dolor.
Tú, Alma mía, has de
estar en contacto con el alma de las cosas, has de llegar a sus últimas raíces.
Pon en todo, alma mía,
un apasionamiento tuyo y verás cuantas cosas has de sorprender.
Pero que ese
apasionamiento no turbe tu paz, debes estar siempre tranquila, nadando en una
dulzura inefable, llena de un santo arrobamiento, como esas grandes flores que flotan
a todo sol en medio de los lagos serenos.
Alma mía, busca el
sendero de seda que va por dentro de ti misma.
Busca el aislamiento.
Y qué fácil es si ya
estás convencida de la vaciedad de todo.
Qué fácil es si te das
cuenta que este deseo de plenitud absoluta, que es lo que te hace infinita, no
lo has de lograr jamás.
Cuando hayas saboreado
todos los placeres y gustado todos los encantos y te preguntes ¿estás contenta?
Tú misma te responderás de lo más hondo: Aun no.
Cuando hayas dominado
todas las ciencias y te preguntes ¿Estás contenta? Te responderás tú misma
llena de dolor y desencanto: Aun no.
Cuando hayas logrado
todos los éxitos apetecibles, todos tus anhelos y te preguntes ¿Estás contenta?
Tú misma te responderás desesperada y trágica: Aun no.
Aun no. Falta algo. Aun
no y siempre aun no. Nada puede hacernos feliz. Ningún abrazo puede sujetar
para siempre nuestros anhelos imprecisos, ningún amor puede aislarnos hasta el
punto de hacernos olvidar de todo, ningún acto grande y bondadoso nos liberta
de esta inquietud desesperante y cuando nuestra cabeza reposa sobre un seno
amado, está quizás, pensando en otro seno.
No podemos prolongar
ningún instante medianamente dichoso, y si pudiéramos, seguramente nos daría
con el hastío un latigazo en medio de la cara.
Alma mía, si quieres
lograr la plenitud, busca el sendero de seda y penetra en la Pagoda Oculta.
Alma mía, si quieres
lograr la plenitud, sumérgete en ti misma.
~
Mi palabra
*
Le llamaron loco y el
Poeta respondió:
Al escribir ya sabía
que mis palabras no eran para vosotros.
Mi espíritu ha
presentido el advenimiento de la luz. La claridad sonora que ha de envolverme
se acerca ya.
Mi
carne abolida por la fuerza de mi alma, siente los estertores de la agonía y tiembla como una llama próxima a extinguirse.
Todo esto te lo debo a
ti ¡Oh fructífero Silencio! Oh Meditación fecundadora! que en mi cerebro habéis
padecido una larga paciencia de huevecillo.
El Misterio siempre
tuvo para mí la cariñosa invitación de las puertas abiertas que parecen
decirnos: Pase Ud. primero.
Por eso no podéis
entenderme.
Ya no hay puertas
cerradas para mi espíritu, porque ya poseo la suave tristeza llena de bondad de
los profundos.
~
El fuego
*
¡Cuan maravilloso eres,
Oh Padre Fuego!
Eres un espíritu en
tortura y tienes las intuiciones de un místico.
Desprovisto de peso y burlador
de toda medida, eres la fragilidad absoluta y sin embargo destruyes lo más
fuerte.
Todas las vacilaciones
están en ti y sin embargo eres la intención de ser montaña.
Eres el purificador de
todo, pero tu espíritu está siempre en el momento de las grandes
pasiones.
Tú, como los genios,
iluminas consumiendo. Horadas el aire para embellecerlo.
Y como un supremo
artista sabes colocar tu jardín soberbiamente rojo en medio de la noche.
Tu silueta en constante
movimiento hace harmónicos recortes en el fondo negro y a veces tus rápidas
lengüetas que se elevan imitan los chorros de agua de un surtidor encantado.
Otras veces en medio de
los campos haces una danza diabólica, danza de cuento de hadas, danza para ser
vista al dar un reloj lejano la última campanada de las doce sobre la noche dormida.
La luz está en ti como
el perfume en el rosal maravilloso.
Y tú la difundes por el
aire y tu vigor enorme la hace llegar hasta mis ojos como si la empujara.
¡Oh Padre Fuego! ¿por
qué tienes esa constante inquietud de ola?
Infíltrate en mis
venas, Oh Padre Fuego, y dame tu vigor.
Infíltrate en mi
cerebro y dame tu luz destructora.
El Arte brota y crece
grande solo sobre lo que ha destruido.
Mucho puede estudiarse
en la vida, Padre Fuego, pero lo único que puede comprobarse
es que la vida de los hombres es igual a
la tuya.
Comienza con pequeñas
llamitas que parecen extinguirse a cada instante. ¡Cuan frágil es la vida de
los niños! Pronto la hoguera va tomando cuerpo y batalla triunfante de todos
los obstáculos con un sordo rumor, hasta que repentinamente empieza a decrecer
con increíble rapidez y se apaga como las vidas en un instante, después de unos
cuantos estertores, vano intento de luchar.
Esto es lo único que
puede comprobarse. Vinimos al mundo como tú y como tú hemos de irnos.
Pero también como tú
debemos dejar una huella, una señal de nuestro paso.
Padre Fuego ¿por qué me
conturba tanto la idea de la muerte?
Consúmeme a mi también,
¡oh Padre Fuego, aniquila mi tristeza, destruye la amargura de mis ojos, devora
el amor de mi corazón! ¡Oh tú, que conoces el sabor de la carne de los hombres!
Destruyeme, termina de
una vez este anhelar eterno, este tanto pedir del corazón y que mi cuerpo se
retuerza como tus llamas al sentir tus abrazos de serpiente.
Eres maravilloso, Padre
Fuego. Eres todas las maravillas. Eres grande y sublime. Eres todas las
grandezas y todas las sublimidades.
Eres glotón como un
niño.
Y yo sé por qué
tiemblan tus llamas. Por que aguardan un milagro de Jesús.
La indecisión de tus
llamas, ese eterno temblor proviene del tiempo de los mártires.
Ahora no saben cuando
deben consumir o de ben apagarse.
Están siempre en esa
pregunta. Están siempre aguardando una orden sin voz.
Padre Fuego, eres
glotón como un niño. Eres la voluntad de todas las purificaciones.
Mira como tus llamas
juntan las manos como en una oración y se elevan al cielo temblorosas como
manos de madre que bendice.
Pero otras veces se
elevan justicieras y solemnes como manos de padre que maldice.
Y otras veces tus
llamas se elevan etéreas como espíritus de ascetas.
Ah! Si tú conocieras la
voluptuosidad de mis ojos cuando tus llamas toman contornos de mujeres o semejan cabelleras sueltas
ondulando al viento.
Si supieras el goce de
mis oídos cuando crepitas con un sordo vibrar de palmas agitadas.
Padre Fuego, que esté
mi cuerpo en ti como están ahora mis ojos que te miran.
Si no quieres
consumirme, abrázame al menos como abrazas mis miradas.
Padre Fuego, eres glotón
como una alimaña. Tu hambre es un hambre interminable.
Eres absorbente y dominador.
Serías una virtud si no te mostraras tanto.
Yo te cantaré una noche
en medio de los campos, una noche en que te vea de lejos brotar de la tierra a
la duodécima campanada como una ronda de enanos rojos dispuestos a danzar.
~
Los estanques nocturnos
*
Estanques nocturnos,
aguas negras, aguas dormidas y como reconcentradas en sí mismas, mi corazón os ama y admira vuestro poder evocativo.
Aguas de la noche, todo
lo que se refleja en vosotras toma un aire de ensueño, un gesto de leyenda,
hasta las casas más humildes al reflejarse en vuestro pálido espejo, toman
aspecto de castillos señoriales o mansiones encantadas.
¡Oh la maravillosa
brujería de los estanques en la noche!
Cuantas mujeres
hermosas habrán copiado sus formas en estas aguas como quien se baña
en un espejo.
Ellas han dado a estas
aguas la atracción alucinante, propia de una encantadora.
Ah! yo quisiera besar
la luna de los estanques.
Aguas que ponéis toda
vuestra fuerza y vuestro empeño en reflejar, aguas negras ensimismadas en la
propia contemplación ¿qué pensáis?
Acaso en estos momentos
recordáis la suavidad de los pies milagrosos de Jesús.
Acaso pensáis que hace
ya mucho tiempo, en otros parajes, os surcaban blandamente las barcas de los pescadores y sentís la
nostalgia de sus viejas canciones que se dormían sobre vuestras ondas leves.
Y yo sé que estáis así
quietecitas y como dormidas, porque aguardáis la vara del milagro.
Agua de los estanques
nocturnos, la luna hace en vosotras un camino luminoso semejante a la barba de plata de un anciano.
La luna se ha dormido
largamente como una lluvia de flores de almendro sobre las aguas opacas.
***
Vicente Huidobro (Santiago de Chile, 1893-Cartagena, 1948) En la imagen, el poeta por Hans Arp
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