miércoles, 15 de abril de 2020

aristóteles españa / cuatro poemas













Llegada

*

Bajamos de la barcaza con las manos en alto
a una playa triste y desconocida.
la primavera cerraba sus puertas,
el viento nocturno sacudió de pronto mi cabeza rapada
el silencio
esa larga fila de Confinados
que subía a los camiones de la Armada Nacional
marchando
cerca de las doce de la noche del once de septiembre
de mil novecientos setenta y tres en Isla Dawson.
Viajamos
por un camino pantanoso que me pareció
una larga carretera con destino a la muerte.
Un camino con piedras y soldados.
El ruido del motor es una carcajada,
mi abrigo café tiene barro y bencina:
nos rodean
bajamos del camión
uno dos tres kilómetros
cerca
del
mar
y
de
la
nada,
¿Qué será de Chile a esta hora?
¿Veremos el sol mañana?
Se escuchan voces de mando y entramos a un callejón
esquizofrénico que nos lleva al Campo de Concentración,
se encienden focos amarillos a nuestro paso,
las ventanas de la vida se abren y se cierran.

~

Caminos

*

Nos llevan a cortar leña por los bosques,
de sol a sol,
custodiados por patrullas
que apuntan directamente a la cabeza.
ordenan cantar y correr,
agujerean nuestra sensibilidad,
quieren destruirnos como guijarros
bajo la nieve,
humillarnos,
Mientras entonamos en alta voz:
“Bajo la linterna, frente a mi cuartel,
sé que tú me esperas mi dulce amada bien”.

Y el viento invade los parques de mis sombras,
desordena los faroles, las plantas escarchadas.
Me acuerdo de Rosita en la última navidad,
o con su uniforme de colegiala y sus cuadernos.
(A lo mejor nunca leerá este poema).
Hay olor a nubes enterradas,
nos golpean,
mientras una rata camina entre la hierba.

“Si es que llega un parte y debo yo marchar
sin saber querida si podré regresar”.

Sólo vemos galerías pintadas de insomnio,
postes amontonados,
manos que sangran,
en el trayecto al Campo de Detenidos,
y fusiles,
y mitades,
encerrados en un laberinto de crueldad y miseria
en el paralelo 53 sur de este mundo.

~

Y no eran perros

*

Anoche al acostarme
escuché ladridos
en algún lugar del Campamento.
Y NO ERAN PERROS.

~

Una especie de canto

*

He aprendido a ver el mar entre barrotes
rodeado de secretas amenazas,
a conocer los metales del desprecio,
el valor de la unidad y la palabra, a sentir,
a ser valiente cuando me torturaron,
contemplar como crecen las semillas
en las jaulas…
He aprendido a distinguir los cánticos
del odio,
nacer, caminar entre la bruma
y crecer
y escuchar risas que evocan garras,
muecas, los pasos del verdugo,
el temblar bullicioso de mis venas…
He aprendido a ver las cimas
transparentes de lo humano,
el helado resplandor de la ternura,
la otra dimensión de la esperanza.

***
Aristóteles España (Castro, 1955-Valparaíso, 2011)

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