sábado, 18 de abril de 2020

héctor hernández montecinos / de "oiiii"










Ø1

El mundo tal como lo conocíamos ya no existe. Nada se hizo cuando aún hubo esperanza. A lo sumo podemos ahora algo más que intentar reconstruir lo que significó la humanidad antes de enfrentarse a su propio colapso y su posterior destrucción. Cierta parte de la arqueología ha visto en dicha catástrofe una consecuencia lógica o de cierta correspondencia entre lo que sabemos de los humanos y lo poco que ha quedado de ellos. Este libro no juzga dichos actos. Tampoco las decisiones que tomaron con respecto a su sobrevivencia. La Tierra es hoy un planeta extinto.

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Ø2

Lo que aquí se presenta es una recopilación más menos argumental de escritos que pasaron de generación en generación hasta poco antes de la guerra. Lo más probable es que las autorías sean tentativas o suposiciones más bien históricas. Casi no hay datos de ellos salvo unas pocas referencias cifradas con cantidades básicas de información. Aún insuficientes para tener total certeza de cómo entendieron y manejaron sus códigos. Dependiendo de cada caso se ha querido rastrear un tentativo origen y fecha de su aparición. Se han evitado las notas especializadas para no entorpecer la lectura sobre todo por la precariedad de los textos conservados.

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Ø3

Se presume que antes del colapso del CMI la escritura fungía como una posibilidad para lo que ellos llamaban imaginación. Al parecer, se realizaban lecturas públicas, se recopilaba en libros y se replicaba periódicamente en una cantidad no por cierto despreciable. Daba cuenta del presente, del pasado e incluso algunos relatos llegaron a pronosticar lo que sería su propio destino. El fin de la humanidad confrontada con el propio fin de su lenguaje fue una de las causas determinantes de su desaparición como especie. Por dicha razón hoy contamos con escasos datos sobre sus formas de vida, sus costumbres y su pensamiento. El avance tecnológico al que llegaron fue relativo y casi la mayor parte de sus logros como civilización fueron aniquilados. La Atlántida era un mito arcaico conocido por ellos. Lo que no sabían es que se trataba de su propio final.

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Ø4

A raíz de la catástrofe se creó en este nuevo mundo el Oikos 47L4N, más conocido como O4 [ΩΛ]. Una isla-continente artificial donde se reunió la mayor parte del conocimiento humano desde las más remotas civilizaciones hasta lo que alcanzaron a descubrir antes de su propio final. No fueron muchas las obras que se salvaron del desastre. Ni siquiera alcanzan a contarse con los dedos de ambas manos. El trabajo de reconstrucción no ha sido fácil, pues de ellas solo han quedado fragmentos dispersos, referencias de otros autores o versiones apócrifas. Toda esta información se desencriptó de haces del código alfanumérico y genético originados de Henry Molaison que es el nombre tentativo del último sobreviviente de la humanidad.

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Ø5

De este modo, O4 es el lugar utópico soñado desde siempre por la humanidad y profetizado en muchas culturas bajo la noción de “paraíso”. Este es el origen de nuestra época, llamada Ecozoica, en donde tenemos la posibilidad de ser partícipes de una nueva civilización ya no solo humana. El concepto griego oikos hace referencia a la casa como unidad administrativa pero por extensión a una comunidad y, por ende, al planeta entero. Sin embargo, manteniendo el espíritu del término es que hemos querido asociarlo también al cuerpo como un lugar habitable por sí mismo gracias a las correcciones en la información genética. De allí que sea la noción de habitar desde donde pensamos este oikos que se transforma en ‘eco’, prefijo de varias palabras que fueron más menos familiares en el lenguaje común de la Tierra.

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Ø6

Por su parte, 47L4N es una referencia cifrada a la más antigua y trascendental cultura de que se tenga noticia, la atlante, de la cual nacieron muchos siglos después las sumeria, egipcia, azteca, maya, fenicia, china, inca, entre varias otras. En el inconsciente colectivo está presente la desaparición de la Atlántida pero también su posible retorno. Se trata de la comprobación de un tiempo cíclico que no fue relevante para las sociedades postreras. Así, Oikos 47L4N se convierte en la cúspide de una nueva vida en el seno de innovaciones que tienen que ver con la revelación de los códigos cifrados. En este contexto, el lenguaje es la matriz de este salto evolutivo y la conciencia de ser un solo organismo nos permitirá habitar de nuevo un lugar que no estuvo pensado inicialmente para nosotros. Una arquitectura mental nace de este pensamiento interconectado y un pacto de buena voluntad es lo que funda estas naciones que ya no son del futuro. Esta es nuestra nueva casa.

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Ø7

Los babilonios ubicaron su paraíso en el océano occidental y le dieron el nombre de Aralu, mientras los egipcios colocaron la morada de sus almas “en el extremo occidental, y en el centro del océano” y lo denominaron, entre otros, con los nombres de Aaru o Aalu y también Amenti. Las tribus celtas de España y los vascos conservan las tradiciones de su tierra natal en el océano occidental, y los galos autóctonos de Francia conservaban la tradición de que sus antepasados provenían de algún lugar en el medio del océano occidental, como consecuencia de una catástrofe que destruyó su tierra de origen. El galés y el inglés antiguo situaron en el océano occidental el emplazamiento de su paraíso terrenal, que llamaban Avalon. Los árabes creían que el pueblo de Ad vivió antes de la gran inundación y fue destruido por las aguas como castigo por sus pecados. Las antiguas tribus del Norte de África mantenían las tradiciones de un continente situado al Oeste, y existen noticias de tribus llamadas Atarantes y Atlantioi, así como un mar actualmente seco, Attala, y naturalmente, las montañas Atlas.

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Ø8

Los griegos de la antigüedad situaron la isla más allá de las Columnas de Hércules y la llamaron Atlántida. Cruzando al Atlántico advertimos que en las Islas Canarias existen una serie de antiguas cavernas llamadas Atalaya, cuyos habitantes conservaban, incluso en la época romana, el recuerdo del hundimiento de la isla-continente.

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Ø9

Tanto en América del Norte como en Sudamérica, nos encontramos con una serie de extraordinarias coincidencias. La mayor parte de las tribus indígenas conservan leyendas que dicen que su origen está en Oriente o que obtuvieron los adelantos de la civilización de unos super-hombres llegados desde un continente oriental. El pueblo azteca conservó el nombre de su tierra de origen: Aztlán, y la palabra misma, azteca, es una derivación de Aztlán. En su idioma, el náhuatl, atl significa ‘agua’ y la misma palabra tiene igual significado en el lenguaje bereber del norte de África. Cuando los conquistadores españoles exploraron Venezuela por primera vez encontraron un reducto denominado Atlán, que estaba poblado por indios blancos (o que a los españoles les parecieron blancos), cuyos antepasados eran sobrevivientes, según decían, de una tierra inundada. Incluso hay teorías que aseguran que el altiplano boliviano es la fiel descripción que hace Platón de la Atlántida y que, por ende, el continente perdido no sería otro que América.

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Héctor Hernández Montecinos (Santiago de Chile, 1979) OIIII. Santiago: RIL/AEREA, 2020.

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