domingo, 27 de junio de 2021

miguel ildefonso / cinco poemas












Lo que cantaba el bardo

*

A veces duermo en las calles ásperas y húmedas
luego de beber el licor del cemento y la saliva del cuervo
en una sombra flamígera me siento luego de ser golpeado
dulcemente por las olas turbias del viento
arranco la hierba del estío silenciando los arpegios
de la soledad y los deseos mugientes que resuenan

A veces duermo bajo las ventanas lóbregas sin fin
entre la volátil ondulación del silencio que se yergue
cuento mis pesadas monedas y las guardo en mi bolsa
con un nudo indescifrable
luego cuento las estrellas o sólo contemplo el fulgurar
infinito bajo el acopio ígneo de los cielos sepultados

A veces también duermo desplegando las alas del deseo
mientras se eleva la luna entumecida y aturdida
me tiendo lentamente sobre el desierto de los cuerpos
fantasmales o sobre tibios cartones
y mientras trato de recordar alguna oración
me quedo dormido

~

La serpiente emplumada

*

La poesía es una serpiente en la sinuosidad epitelial de este cuarto
este cuarto de músicas astrosas que sabe a miel de moscas
         y humores ajados
tenebroso y frío como la losa o la rosa de una sala de autopsia

El espejo refleja su extensión centelleante
y el cielo ácido cae en el pozo de las manos cuando el reloj mayor
es un diente oscuro y ciego y crecen mis piernas sobre el asfalto estéril

Encerrado en la noche pues la serpiente silábica resiste
estoicamente la flagelación del invierno
estrujando el dolor el amor irrisorio entre címbalos y tambores

Para este tiempo también surge una realidad de cadáveres somnolientos
reinos inasibles y epitafios de hongos en las paredes
aquí el aire mudo se tiende como un hotel ebrio donde habitan
        los deseos
y los viejos amantes se extienden como las flores
estrenando sus nuevos órganos artificiales
navegan de extremo a extremo la tierra plana y hunden
sus cuerpos ásperos entre el hedor y la niebla de Cailloma

En este eterno momento en la orilla de la realidad numérica
el silencio es un laberinto donde respira una cabeza humana
más allá de los puertos invisibles el eclipse onomatopéyico

          movido a fuerza de remos
un golpe de ola entre la gravedad del sol y la luna
o la persistente sucesión de tres corcheas y una negra

Dónde sino aquí las palabras vienen costeando la estructura
del caos en mitad de su estruendoso cuerpo
hacia aquí vienen atravesando los templos medrosos
cuando refulgen los deseos torpes y balbucientes
al borde del abismo donde sólo el vértigo de las flores de cemento
y sólo tu recuerdo besan nuestra existencia

Dejemos entonces a la serpiente abrir sus ojos de ascuas

         y hallar su silencio vertical
que salga bruscamente como un dios entre zafiros y perlas enfermizas
y que se vaya por esos edificios de papeles que ríen

         sobre la tierra de los muertos
el vacío no es la soledad mientras el vacío se convierta
en una sombra tremante llena de significados

La serpiente cruza la Vía Expresa como un puente más
como una cosa pérfida y vil y bella como un augurio inútil
así de igual modo aparece el piélago tremente
en cada paso fenece la música ritual de la tártara
             el oxímoron
y la danza libradora de las cantinas celestes

Hay palabras que se dilatan como la edad de los hombres
como raudo muere el céfiro en la garganta enferma
y el ímpetu se rompe como los pulmones negros de mi padre el poeta

En el vértice del papel ya no habrá tampoco la soledad del héroe
los celajes trépidos las vísceras del mercado y los hinojos
pues la serpiente sideral ha devorado toda la realidad
acompañada por estas tristes aves que nos rodean en lo alto
y se ha sumergido bajo la sucia cabellera de las ensenadas

en el agua oxidada de los dioses
como se sumerge mi mirada

       en una niebla curva

              y desvaída

                   camino hacia ti

~

Mi propio país

*

Las nubes escribiéndome en millones de lágrimas,
las luces que aún permiten reconocer los besos finales del mundo,
los ángeles columpiándose en el parque vacío,
los años que dejé abandonados en las esquinas,
recogerán mi cuerpo.
Y no habrá ningún poema que me hable de ti.
 
Mi oración de esta mañana es el frío que carcome los fierros.
Mi oración está en el lugar más perdido de este poema:
palabras escondidas entre silencios
que vienen como vientos a dictarme su inutilidad.
 
Abrazo la sombra del Paraíso
mientras espero que cambie la luz del semáforo, sea cualquier ocaso.
 
Abrazo un retorno, aunque no sea otoño, y voy al jardín abandonado
de donde nunca se han movido nuestras almas.
 
Hay en los edificios una mirada _ a lo lejos _
que tiene mucho de divino, puesto que ya no le interesa el tiempo
que se demore en aprender a volar.
 
Abrazo a los árboles que se mueven conforme
a las estrellas más lejanas, sea cualquier noche.
 
Las aves no dejan de cantar el nacimiento del moho
en las paredes vacías de las casas.
Las ratas no dejan de chillar en los subterráneos,
exiliados de luz como yo.
 
Ah este andar por las calles sin que a nadie le importe,
este vivir prisionero del cuerpo.
Cómo no envidiar tus aguaceros, Maestro,
tus rimados jueves y tus frágiles huesos húmeros.
 
Y aun con toda esta rabia, me preocupo como tú,
Vallejo, qué será del que no fue, qué mirará el que creyó,
qué es del que espera ver lo que aún no tiene palabras.
 
El único propósito de escribir poemas es el de no tener propósito.
Por eso yo presiento en algún lugar de mi existencia
la existencia del país.
 
Yo presiento que existen horas que miden el tiempo,
pero fuera del tiempo, y desde allí nos dictan los abrazos.
 
Mi oración es una antena oxidada en el techo de cualquier casa.
Un pájaro se posa en la antena
y se pone a mirar el crepúsculo
sin entender nada o tal vez sabiendo
que así termina el día y así empieza la noche.
 
Yo buscaba un refugio en la poesía _ dije_,
lamentablemente ese refugio estaba copado de vacío.
Un refugio es también un diálogo. _ Respondió.
 
~

El extraño camino de la poesía de Abel


Si la poesía dijera algo
quiero entonces que diga:
“o reche modo to edire de za tau dari do pradera coco”,
que en español peruano dice algo así como:
“oh saudade un viento azul se lleva nuestras angustias”.
 
Si la Poesía hablara, yo sabría hacia dónde va este poema.
Sé que hay ríos, ciudades, Heráclitos y Dantes
por donde Uno pasa a veces como un extraño.
También edificios, de El Porvenir, por ejemplo,
por donde se pasa obligatoriamente todas las tardes,
colgado de una corbata o de los audífonos,
como un albatros sucio
mismo el extraño de pelo largo.
 
Si la Poesía comunicara sería un puente.
Por eso existen puentes en mi ciudad natal:
Santa Rosa, sobre el río Rímac, donde el Infinito
es un despliegue de colores o un cuadro de Humareda
que sale del hambre de los que lo habitan.
Puente México, sobre la Vía Expresa,
donde el Infinito nada en la neblina que vuela
entre edificios inertes
y un polvo gastado que no sabe adónde ir como el Amor.
Puente Quiñones (el más nuevo), sobre la Av. Javier Prado,
donde el Infinito se pasea como un satélite espía
leyendo todo tipo de anuncios luminosos de la Modernidad.
Por todos esos puentes el alma, el corazón, el sexo,
todo se pasea como un extraño animal que ha escapado de su jaula.
Entre Ayacucho y Andahuaylas,
pueblos andinos del Perú (perdonen la tristeza), hay precipicios
donde hasta la Vida misma pasa como algo extraño,
y las vísceras y las uñas y el carro en que se viaja
pertenecen a una nueva Metafísica.
 
Si la Poesía fuese como una mujer (como decía Bécquer)
y estuviera callada (como le gustaba a Neruda)
no dejaría de ser Poesía, los Románticos me aplaudirían,
me dirían que la siga hasta el final, sí,
porque ella de cualquier forma es la luz del mundo.

~

El editor

*

La poesía se regala
como el corazón de Jack Kerouac en el camino
como dios en las iglesias más pobres
la poesía se regala como el olor de una rosa
en la vereda de un mendigo
como el olor del hambre o de la vanidad
se regala al diablo y él lo vende

***
Miguel Ildefonso (Lima, 1970)

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