Después de la lucha y después de la conquista
¡Me quedé sólo! ¡Fue un acto antipático!
Desierta la Isla, y en el lienzo acuático
Todo verde, verde, a perder de vista.
¿Por qué os fuisteis, mis carabelas,
Cargadas de todo mi tesoro?
Largas telas de luna de llama de oro,
¡Leyendas a diamantes de las estrellas!
¿Quién os deshizo, formas inconsistentes,
Por cuyo amor escalé la muralla,
León armado, una espada en los dientes?
¡Felices vosotros, oh muertos de la batalla!
Soñáis, de espaldas, en los ojos abiertos
Reflejando las estrellas, boquiabiertos...
~
Florecieron por engaño las rosas bravas
En invierno: vino el viento a deshojarlas...
¿En qué cismas, mi bien? ¿Por qué me callas
Las voces con que hace poco me engañabas?
Castillos locos! Tan pronto caíste!...
¿Dónde vamos, ajeno el pensamiento,
De manos dadas? ¡Tus ojos, que un momento
Indagaron en los míos, cómo van tristes!
Y sobre nos cae nupcial la nieve,
Sorda, en triunfo, pétalos, de leve
Bañando el suelo, en la acrópolis de hielos...
¡Alrededor de tu bulto es como un velo!
¿Quién las esparce - ¡cuánta flor! - del cielo,
Sobre los dos, sobre nuestros cabellos?
~
Fue un día de inútiles agonías.
¡Dia de sol, inundado de sol!...
Fulgían desnudas las espadas frías...
¡Dia de sol, inundado de sol!...
Fue un día de falsas alegrías.
Dalia esforzándose, su blanda sonrisa...
Volvían ranchos de las romerías.
Dalia esforzándose, su blanda sonrisa...
Dia imprevisible más que los otros días.
¡Tan lúcido... Tan pálido... Tan lúcido!...
Difuso de teoremas, de teorías...
¡El día fútil más que los otros días!
Minuete de discretas ironías...
¡Tan lúcido... Tan pálido... Tan lúcido!...
~
A mi corazón un peso de hierro
Yo he de prender a la vuelta del mar.
A mi corazón un peso de hierro... Lanzarlo al mar.
Quien vaya a embarcar, quien vaya al degredo,
Las penas del amor no quiera llevar...
Argonautas, erguid el cofre pesado, Lanzadlo al mar.
Y he de mercar un candado de plata.
Mi corazón es el cofre sellado.
A siete llaves: tiene dentro una carta...
La última, de antes de tu noviazgo.
A siete llaves, ¡la carta encantada!
Y un pañuelo bordado... Ese he de llevar,
Que es para mojarlo en el agua salada
El día que al fin deje de llorar.
~
De bajo el montículo cuadrangular
De la tierra fresca que me ha de inhumar,
Y después de ya mucho haber llovido,
Cuando la hierba alastre con el olvido,
Todavía, amigo, mi mismo mirar
Ha de ir humilde, atravesando el mar,
A envolverte de tributo enternecido,
Como el de un pobre perro agradecido.
~
Oh colores virtuales que yacéis subterráneos,
Fulguraciones azules, rojos de hemoptisis,
Reprimidos destellos, cromáticas vesanias,
En el limbo donde esperáis la luz que os bautice,
Los párpados cerrad, ansiosos no veléis.
Abortos que pendéis las frentes color cidra,
Tan graves de cismar, en los dinteles de los museos,
Y escuchando el correr del agua en la clepsidra,
Vagamente sonreís, resignados y ateos,
Cesad de cogitar, el abismo no sondeéis.
Gemebundo arrullar de los sueños no soñados,
Que toda la noche erráis, dulces almas penando,
Y las asas laceráis en la arista de los tejados,
Y en el viento expiráis en un quejido blando,
Me he dormido. No suspiréis. No respiréis.
Camilo Pessanha (Coimbra, 1867-Macao, 1926) Clepsidra. São Paulo: Núcleo, 1989.
Versiones de Raquel Madrigal Martínez
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Depois da luta e depois da conquista
Fiquei só! Fora um ato antipático!
Deserta a Ilha, e no lençol aquático
Tudo verde, verde, a perder de vista.
Porque vos fostes, minhas caravelas,
Carregadas de todo o meu tesoiro?
Longas teias de luar de lhama de oiro,
Legendas a diamantes das estrelas!
Quem vos desfez, formas inconsistentes,
Por cujo amor escalei a muralha,
Leão armado, uma espada nos dentes?
Felizes vós, ó mortos da batalha!
Sonhais, de costas, nos olhos abertos
Refletindo as estrelas, boquiabertos...
~
Floriram por engano as rosas bravas
No inverno: veio o vento desfolhá-las...
Em que cismas, meu bem? Porque me calas
As vozes com que há pouco me enganavas?
Castelos doidos! Tão cedo caístes!...
Onde vamos, alheio o pensamento,
De mãos dadas? Teus olhos, que um momento
Perscrutaram nos meus, como vão tristes!
E sobre nós cai nupcial a neve,
Surda, em triunfo, pétalas, de leve
Juncando o chão, na acrópole de gelos...
Em redor do teu vulto é como um véu!
Quem as esparze quanta flor! do céu,
Sobre nós dois, sobre os nossos cabelos?
~
Foi um dia de inúteis agonias.
Dia de sol, inundado de sol!...
Fulgiam nuas as espadas frias...
Dia de sol, inundado de sol!...
Foi um dia de falsas alegrias.
Dália a esfolhar-se, o seu mole sorriso...
Voltavam ranchos das romarias.
Dália a esfolhar-se, o seu mole sorriso...
Dia impressível mais que os outros dias.
Tão lúcido... Tão pálido... Tão lúcido!...
Difuso de teoremas, de teorias...
O dia fútil mais que os outros dias!
Minuete de discretas ironias...
Tão lúcido... Tão pálido... Tão lúcido!...
~
Ao meu coração um peso de ferro
Eu hei de prender na volta do mar.
Ao meu coração um peso de ferro... Lançá-lo ao mar.
Quem vai embarcar, que vai degredado,
As penas do amor não queira levar...
Marujos, erguei o cofre pesado, Lançai-o ao mar.
E hei de mercar um fecho de prata.
O meu coração é o cofre selado.
A sete chaves: tem dentro uma carta...
A última, de antes do teu noivado.
A sete chaves, a carta encantada!
E um lenço bordado... Esse hei de o levar,
Que é para o molhar na água salgada
No dia em que enfim deixar de chorar.
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De sob o cômoro quadrangular
Da terra fresca que me há de inumar,
E depois de já muito ter chovido,
Quando a erva alastrar com o olvido,
Ainda, amigo, o mesmo meu olhar
Há de ir humilde, atravessando o mar,
Envolver-te de preito enternecido,
Como o de um pobre cão agradecido.
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Ó cores virtuais que jazeis subterrâneas,
Fulgurações azuis, vermelhos de hemoptise,
Reprimidos clarões, cromáticas vesânias,
No limbo onde esperais a luz que vos batize,
As pálpebras cerrai, ansiosas não veleis.
Abortos que pendeis as frontes cor de cidra,
Tão graves de cismar, nos bocais dos museus,
E escutando o correr da água na clepsidra,
Vagamente sorris, resignados e ateus,
Cessai de cogitar, o abismo não sondeis.
Gemebundo arrulhar dos sonhos não sonhados,
Que toda a noite errais, doces almas penando,
E as asas lacerais na aresta dos telhados,
E no vento expirais em um queixume brando,
Adormecei. Não suspireis. Não respireis.
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