La pantera escondida donde nacen los hombros
Ella tiene la cabellera más lejana que un placer que acaba de pasar y en la sonrisa mil promesas que no impiden la lluvia. Sus colores son una paleta de temblores, ya cicatriz de ondas, ya claro de cuchillo. Ningún cartero llama a su puerta porque no se le conoce morada. Tampoco se le conoce fin, porque es libre como un árbol.
Y como un árbol, sube.
Ven
Recógela a flote en tus ojos.
Su jardín, fortaleza que exhala la intriga y dulce muerte que huele la presa. El diablo se siente allí en su casa.
Las miradas no pueden capturarla, ni los cálices: mujer de brumas, de incertidumbres y de fantasías. Mujer de caídas también.
Sobre su piel una infinitud de continentes desconocidos se mueven. Cada guijarro es un falso juramento, liso como las esperas vistas de lejos, y cada mano, cada mañana, son viajes. ¡Pero cuántas trayectorias horizontales y cuán pocas escaladas!
Ven
Clava tus cimas en sus abismos.
Tan púdica que se refugia en las palabras obscenas, insolente hasta el punto de enrojecer gritando su fuego. Guerrera amadora, amazona de carrera, lanza como flechas sus palabras y sus flechas le retornan cargadas de presas.
Habla todas las lenguas de la noche pero escribe sobre todo con las uñas. Escribe en el cuerpo mismo. Malditos son los dedos que no pueden descifrar los timbres puntiagudos de su éxtasis. Del escote de sus gemidos se elevan músicas, cantos, rumores y murmullos. Violín en erupción, busca el carpintero de notas que sabrá hacer vibrar las cuerdas.
Ven
Graba su silueta en la memoria de tus palmas.
Degustadora y toda de bocas vestida, está hecha para degustar y ser degustada. Sus labios son comestibles y su lengua una cucharada interminable de delicias.
Golosa de sabores finos se los regala a deseo, pero vigila quedarse con su hambre.
Lo prohibido, clítoris de su cabeza...
¿Y su vientre? Campos de trigo donde centellea el pan del deseo...
¡Aporta tu hoz, segador!
Toma, aprieta, aspira, acaricia, enrolla, desenrolla,
Sea el hacha y el leñador
El sentido y el sentido contrario
Que tu recuerdo madure el fruto
Que tu mano navegue en la espera fluida
Que tus dedos se disputen la luna y el ahogamiento
Porque el río no comienza a correr más que cuando el árbol se inclina sobre él
Y es el deseo el que mueve montañas
No la fe.
~
Árbol azul
*
Cuando tus ojos se encuentran con mi soledad
El silencio se convierte en frutas
Y el sueño en temporal
Se entreabren puertas prohibidas
Y el agua aprende a sufrir.
Cuando mi soledad se encuentra con tus ojos
El deseo sube y se derrama
A veces marea insolente
Ola que corre sin fin
O savia cayendo gota a gota
Savia más ardiente que un tormento
Comienzo que nunca se cumple.
Cuando tus ojos y mi soledad se encuentran
Me entrego desnuda como la lluvia
Generosa como un seno soñado
Tierna como la viña que madura el sol
Múltiple me entrego
Hasta que nazca el árbol de tu amor
Tan alto y rebelde
Tan rebelde y tan mío
Flecha que vuelve al arco
Palmera azul clavada en mis nubes
Cielo creciente que nada detendrá.
~
El retorno de Lilith *
*
Las bestias monteses se encontrarán con los gatos
cervales, y el peludo gritará a su compañero:
Lilith también tendrá allí asiento, y hallará para sí
reposo.
(Isaías 34:14)
Yo soy Lilith, la diosa de dos noches que vuelve de su exilio.
Yo soy Lilith, la diosa de dos noches que vuelve de su exilio.
Soy Lilith, la mujer destino. Ningún macho escapa a mi suerte y ningún macho quisiera escapar.
Soy las dos lunas Lilith. La negra no está completa sino por la blanca, ya que mi pureza es la chispa del desenfreno y mi abstinencia, el inicio de lo posible. Soy la mujer-paraíso que cayó del paraíso, y soy la caída-paraíso.
Soy la virgen, rostro invisible de la desvergüenza, la madre-amante y la mujer-hombre. La noche, pues soy el día; la costa derecha, pues soy la izquierda; y el Sur, pues soy el Norte.
Soy la mujer festín y los convidados al festín. Me llaman la hechicera alada de la noche, la diosa de la tentación y del deseo. Me han nombrado patrona del placer gratuito y de la masturbación y liberada de la condición de madre para que sea el destino inmortal.
Soy Lilith, la de los blancos senos. Irresistible es mi encanto, pues mis cabellos son negros y largos y de miel son mis ojos. La leyenda cuenta que fui creada de la tierra para ser la primera mujer de Adán, pero no me sometí.
Soy Lilith que retorna del calabozo del olvido blanco, leona del señor y diosa de dos noches. Yo reúno aquello que no puede ser reunido en mi copa y lo bebo ya que soy la sacerdotisa y el templo. Agoto toda embriaguez para que no se piense que me puedo saciar. Me hago el amor y me reproduzco para crear un pueblo de mi linaje, ya que mato a mis amantes para dar paso a los que aún no me han conocido.
Soy Lilith, la mujer selva. No supe de espera deseable, pero sí de leones y de especies puras de monstruos. Fecundo todos mis flancos para fabricar el cuento. Reúno las voces en mis entrañas para que se complete el número de esclavos. Devoro mi cuerpo para que no se me diga famélica y bebo mi agua para nunca sufrir de sed. Mis trenzas son largas para el invierno y mis maletas no tienen cubierta. Nada me satisface ni me sacia y aquí estoy de regreso para ser la reina de los extraviados en el mundo.
Soy la guardiana del pozo y el reencuentro de los opuestos. Los besos sobre mi cuerpo son las heridas de aquellos que trataron. Desde la flauta de los muslos asciende mi canto, y desde mi canto la maldición se expande en agua sobre la tierra.
Soy Lilith, la leona seductora. La mano de cada sirviente, la ventana de cada virgen. El ángel de la caída y de la conciencia del sueño ligero. Hija de Dalila, de María Magdalena y de las siete hadas. No hay antídoto contra mi maldición. Por mi lujuria se elevan las montañas y se abren los ríos. Regreso para penetrar con mis flujos el velo del pudor y para limpiar las heridas de la falta con el aroma del desenfreno.
Desde la flauta de los muslos asciende mi canto
y por mi lujuria se abren los ríos.
¿Cómo podría no haber mareas
cada vez que entre mis labios verticales brilla una sonrisa?
Porque soy la primera y la última
La cortesana virgen
El codiciado temor
La adorada repudiada
Y la velada desnuda,
Porque soy la maldición de lo que antecede,
El pecado desapareció de los desiertos cuando abandoné a Adán.
Él se equivocó por completo, hizo añicos su perfección.
Lo hice descender a tierra, y para él alumbré la flor de la higuera.
Soy Lilith, el secreto de los dedos que insisten. Perforo el sendero, divulgo los sueños, destruyo ciudades de hombres con mi diluvio. No reúno dos de cada especie para mi arca. Más bien los transformo a todos para que el sexo se purifique de toda pureza.
Yo, versículo de la manzana, los libros me han escrito aunque ustedes no me hayan leído. El placer desenfrenado, la esposa rebelde, la realización de la lujuria que conduce a la ruina total. En la locura se entreabre mi vestimenta. Los que me escuchan merecen la muerte y los que no me escuchan morirán de despecho.
No soy remisa ni la yegua dócil,
soy el estremecimiento de la primera tentación.
No soy remisa ni la yegua dócil,
Soy el desvanecimiento del último pesar.
Yo, Lilith, el ángel desvergonzado. La primera yegua de Adán y la corruptora de Satán. El imaginario del sexo reprimido y su más alto grito. Tímida, pues soy la ninfa del volcán; celosa, pues la dulce obsesión del vicio. El primer paraíso no me pudo soportar. Y me arrojaron de él para que siembre la discordia sobre la tierra, para que dirija en los lechos los asuntos de los que a mí se someten.
Soy Lilith, el destino de los conocedores y la diosa de dos noches. La unión del sueño y de la vigilia. Yo, la poeta feto, perdiéndome gané mi vida. Regreso de mi exilio para ser la esposa de los siete días y las cenizas de mañana.
Yo la leona seductora regreso para cubrir de vergüenza a las sumisas y reinar sobre la tierra. Regreso para sanar la costilla de Adán y liberar a cada hombre de su Eva.
Yo soy Lilith
Y vuelvo de mi exilio
Para heredar la muerte de la madre que he criado.
* Según muchas leyendas, Lilith es la primera mujer, antes de Eva, formada del polvo de la tierra como Adán. Era independiente, fuerte, libre, y no quiso obedecer ciegamente al hombre. Por fin se rebeló, escapó del paraíso y se negó a volver. Entonces Dios la trasformó en demonio, y después creó la segunda mujer, Eva, de la costilla de Adán para garantizar su obediencia.
***
Joumana Haddad (Beirut, 1970)
Versiones de José Luis Reina Palazón, autora y Alberto Valdivia & Renato Sandoval, respectivamente
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