jueves, 10 de junio de 2021

gerardo deniz / tres poemas













Merlín

*

Diremos hoy del amor cosas verdades
como la orilla al mar hasta volverse arena.
Los pasos sobre hojas mojadas que no crujen; torna el
pensamiento con saliva ajena, oh brujo céltico que
hallaste hace dos lunas
una joven lavándose temprano en la fuente. Esta tarde de
nuevo
has mordido sus piernas —desgano: así hasta tres veces.
Hay en el bosque corros de hongos —y quién los pone, dí
(o enloquecer como el sabio malabar
ante la sensitiva), y quién pone el salitre en la bóveda donde
la antorcha traza enigmas de hollín.
Mirabas a la ventana de vejiga tendida; esperabas la hora,
oh brujo enteramente medieval,
cómo odiaste la paja donde hundías codos y rodillas
pensando en hongos, en salitre
(así otros días cuando quieres que dure y repasas el elenco
de estirpes de Erín desentendiéndote un poco).
Traes briznas en los faldones y en ese cucurucho salpicado
de estrellas, lúnulas y saturnos prematuros que llevas
frío en los pies y prisa; sí, oh brujo atormentado por la
enuresis;
anhelas el infolio de astrología judiciaria que el aprendiz
desempolva con mano trémula, creyéndote en hechicerías
altas.
Tardarás en dormirte aunque es noche de viento y el
hombre del norte no pisará las costas
No, no eres lunático.

~

Principios

*

Lo que escribo tiene el derecho
—para los fines de la rima
y todo eso que sólo a mí interesa—
de decir que era verde el vestido
gris en realidad
o decir que era martes
cuando que fue viernes —si me acuerdo—,
o explicar que el barco enarbolaba calavera y tibias
porque lo estaban fumigando.
Tiene este derecho
y casi ningún otro.

~

Chasseneige

*

                                                        A Ulalume

Sé bien que eres un viento, pero a mí
me gusta imaginarte en la punta de una locomotora romántica
partiendo la nieve por una vía angosta,
aventándola en torbellinos a los lados
sobre los campos blancos del siglo diecinueve,
con un cargamento de puerco largo a remolque
—carne hacia hoteles de escupideras doradas,
güesos femeninos en forma de alcayata
para que crujan sobre algún sólido mostrador de roble pesadísimo
ante el regente con cuello almidonado y favoris.

Este paisaje nada vale desde adentro,
pasan ráfagas blancas que la locomotora envía,
todo está donde debe y, con las piernas en sendos folgos,
Franz Liszt y su amante mirando al frente con ojos vidriosos de frío
avanzan ateridos por campos nevados mientras un cuerno triste
        aúlla muy lejos
el tema del concierto de las naciones.

***
Gerardo Deniz (Madrid, 1934-Ciudad de México, 2014) Sobre las ies. Antología personal. Ciudad de México/Madrid: FCE, 2008.

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