Librería de viejo
*
Esta ruinosa humedad proviene de la selva.
De las lágrimas vertidas en casa de una modista
Que leía con ojos de melaza páginas lluviosas
/de una novela victoriana.
La misma estropeada edición
Pasó de mano en mano las casas insomnes
/de la aldea
Hasta hacerse paño de llanto,
Lugar de encuentros de muchachas en botón
/y severos boticarios.
No es una Morgue esta biblioteca,
Esta bodega de libros de hombres desaparecidos
Entre láminas borrosas y atriles de cedro.
Estos libros encontrados en una reventa de presagios
Fueron acariciados por un clan de lectores más fugaces
/que su tinta.
Lo sabe el librero que desempolva sus páginas,
Lo repiten las huellas que sobreviven a sus dueños.
El volumen de Melville que huele a yodo
Como todos los puertos del mundo,
Lo encontró un cazalibros en el mercado de ballenas
/de Valparaíso.
El agreste marinero dormirá su siesta
Hasta que abras la casa flotante de su libro
Y lo veas cojear entre velámenes y arneses,
Capitán de un buque andrajoso como un tugurio
/del mar.
Atraviesas las puertas del libro
Y el feroz tripulante de sus miedos
Que busca un blanco cetáceo entre la niebla,
Vendrá vestido de bruma y de lamento.
Un lector fantasma subraya el paisaje.
Para Guillermo Martínez González, en Trilce, su Babel de libros.
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Poema invadido por romanos
*
Los romanos eran maliciosos.
Llenaron Europa de ruinas
Confabulados con el tiempo.
Les interesaba el futuro,
Las huellas más que las pisadas.
Los romanos, Casandra, eran mañosos.
No fraguaron el Acueducto de Segovia
Como un ducto de agua y de luz.
Lo pensaron como vestigio,
Como un absorto pasado.
Sembraron de edificios roñosos Europa,
De estatuas acéfalas
Engullidas por la gloria de Roma.
No hicieron el Coliseo
Para que los tigres devoraran
A su antojo a los cristianos,
tan poco apetecibles,
Ni para ver ensartadas
Como entremeses del infierno
A las huestes de Espartaco.
Pensaron su ruina, una ruina proporcional
A la sombra mordida del sol que agoniza.
Mi amigo Dino Campana
Pudo haber saltado a la yugular
De uno de sus dioses de mármol.
Los romanos dan mucho en qué pensar.
Por ejemplo,
En un caballo de bronce
De la Piazza Bianca.
Al momento de restaurarlo,
Al asomarse a su boca abierta,
Encontraron en el vientre
Esqueletos de palomas.
Como tu amor,
Que se vuelve ruina
Mientras más lo construyo.
El tiempo es romano.
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Poética
*
Tras escribir en el papel
La palabra coyote,
Hay que vigilar
Que ese vocablo carnicero
No se apodere de la página,
Que no logre esconderse
Detrás de la palabra jacaranda
A esperar a que pase la palabra liebre
Y destrozarla. Para evitarlo,
Para dar voces de alerta
Al momento en que el coyote
Prepara con sigilo su emboscada,
Algunos viejos maestros
Que conocen
Los conjuros del lenguaje
Aconsejan trazar la palabra cerilla,
Rastrillarla en la palabra piedra
Y prender
La palabra hoguera para alejarlo.
No hay coyote ni chacal,
No hay hiena ni jaguar,
No hay puma ni lobo
Que no huyan cuando el fuego
Conversa con el aire.
***
Juan Manuel Roca (Medellín, 1946)
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