jueves, 15 de junio de 2017

tomás harris / todos los muros eran encalados en nuestros pueblos fantasmas










Era Tebas el lugar de la tragedia y no estábamos
en Tebas. Era Treblinka el lugar de la comedia y no
estábamos en Treblinka. Bajo la sombra de un muro
encalado y su tapiz de orín, de barro, de consignas
eróticas. (Yo entonces recordé que Genet quería que
la representación teatral de Las Sirvientas fuera
personificada por adolescentes pero en un cartel que
 permanecería clavado en algún vértice del escenario
se le advertiría al público la investidura y la ficción)
No estábamos en el teatro: había neones charcos de aguas
muertas una esquina intransitable. Los cuerpos estaban
muertos los cuerpos no estaban muertos. El aviso luminoso
verde del Hotel King era el sol. Estábamos en nuestro
propio pueblo no estábamos en nuestro propio pueblo.
Los pueblos eran pueblos fantasmas. Los muros encalados
signos del silencio. Por las noches comenzamos a ima­ginarnos
 cosas: los miserables mecanismos del sueño
se oponen al horror; un cartel que permanecería clavado
en algún vértice del escenario se lo advertiría
al público.

***
Tomás Harris (La Serena, 1956) Cipango. Santiago de Chile: FCE, 1996.

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