miércoles, 11 de abril de 2018

claudio gaete / tres poemas













Contemplando vasijas y hojas poco sabrás

*

sobre las excavaciones que están haciendo
afuera de tu casa. ¿Fortalezas, tumbas reales
diademas?
              ¿lo que podría ser un fresco cuando

una aplanadora baja por calle Capilla
entre zanjas barrosas y las camisetas
naranja de los obreros?

                                             Pero no se puede
con ese sueldo. Por mi parte no gano mucho más que

el mínimo – un fresco, un nombre gracioso;
                                                                                      y abro
el ventanuco de guillotina:
                                                sol hiemal y canción
para dejarse comer por la intemperie, las tumbas

no han cobrado forma de colmenas. La de Mausolo
por ejemplo aquí, en un álbum de reproducciones
o este piedra de los doce ángulos
                                                              donde verás
el mundo entero o dos ciudades muy distintas –

Juliaca y Valdivia
                                         En la peruana Carnaza
patea su bola de estiércol, hace rodar su equipaje
empujándolo con la espalda. Los tumbos
de las trituraciones, las palas, algo neto esperado
de la tierra
                          como los griegos olivos y vides y trigo
Cañerías, eso era la numismática: el loco hacía
monedas el tiempo viviente, llegaban a elongarse los músculos
del corazón, reíamos porque la jugada fuera hecha;

sospechamos demasiado.
                                                   Vinieron los imprevistos:
la Moneda, de un tiempo a esta parte borrosa
detuvo su imagen, dijo, tosió primero, nadie
le creyó a la imagen

                                    Sin embargo yo anoté
que Mnemosine decía: “¿Sabes que Chivato
es un delator? – No creo que exista”/
Bajo tierra verás el arco del Congreso invertido
un corchete sobre un suelo de madera, miguelito

contra un zorrillo. Encima el pasaje del Cementerio
de Disidentes y al norte
                                        el orden arquitectónico del
Nº 1 que una enciclopedia te imagina
frisos en pelota y otros adornados con

tríglifos, volutas, hojas de acanto, palabras
como jónico, dórico, corintio. Al frente un muro
blanco, un pitiporo lo rebasa
                                                        Y si extiendes
el pasaje en una línea imaginaria hacia el este
llegarás justo al arco de la ley; en otoño
el crepúsculo se enciende a las 6:10
menos de un minuto. La luz entra y
sale de los cementerios/ El Chivato es un Judas
:Judas, un muñeco vudú del pequeño Valparaíso
¿Las excavaciones? No las entendemos.

                                                                         Creo ver a William
Lean sentado al pie de ese muro carcomido por el sol y
creo ver ortigas creciendo en tarros de conserva
mientras me pregunto quién era yo el siglo pasado

Claro, en la otra los esqueletos pasan
la noche a la intemperie sobre un bote robado en
el Cau Cau y botado en el Calle Calle – el lujo de
los aposentos alemanes, zorros cerca del canal
de televisión. Gracias a Bruno se desbordó una vez

el Catrico, río cortado que merodea Valdivia
bajo tierra
                               Y excavamos
eso es la numismática. Ciego,
me costó un mundo volver a escribir.

~~~

Estelas

*

                             cada niño tenía su estela
                 por la sombra que ella arrojaba
                       se medía el momento del sol
                               memorial de nacientes

la línea por donde desfila el cráneo de
césar echado en una celda         la se-
rie de sus ensayos el planeta que otros

no habrán podido entrañar   una fila
de criaturas y reactores   de uno en fondo
112 días en un calabozo de trujillo

acusado de instigar el incendio y
saqueo de la casa de los santamaría
asolado en el circuito de su mandíbula

se escondió      se escondió pero lo pillaron
el 7 de noviembre de 1920    los heraldos negros
que venían de ver la luz en lima
         ,

la tormenta estraga tabiques corredizos y
biombos santuarios sintoístas de konpira-san:

con lunas de oro, toques de cardo y tintas
maruyama okyo está pintando

dos tigres que lamen un estero

corre el año 1787 en shikokushima

años luz van y vienen de la tormenta

galaxias de kami cuerdas de koto
anegaciones
la boca-entrepierna
la vagina-cara del archipiélago
       ,
entre las islas del reloncaví
los cuncos navegan en dalca
un hombre se pone de pie en la bruma
para avistar una playa    una mujer
jadea bajo pieles de lobo marino
están esperando un hijo
están teniéndolo    lo
está pariendo    partiéndolo
el agua del amnios
al aire que irá remando
curanto en que sueñe
y dé su luz

no hay nadie aún en la orilla
gritando en español:

es el año 1535 de nuestro señor

mejor no vuelvan del mar

~~~

Lo que sé de mí a estas alturas

*

acaba de salir a comprar el pan, recién bañada
con un vestido color buganvilia
                                                Varias especies de
ella en cuerpo presente, ayer me contó por ejemplo

que los muros de su casa han comenzado a hincharse
de un momento a otro revientan y entonces
una colada de Vodúnes va a exiliarse en Valparaíso
Nada que temer; aquí los incendios son bienes y nubes-tolva
pasan a echarte una ojeada por el ventanuco cada día

“Son angelitos”, dice ella
                                                    niños aburridos
de estar presos en una foto inspirando la ternura
dolorosa de sus deudos/ “Cálamo currente” –
querría exhumar y no embolinarte la perdiz –

salen a caminar en busca de especies, te toman
la mano y te acompañan a comprar pan. Una paloma
leprosa caga en tu hombro y escuchas risas. Planeando
elaboras amuletos contra el peso del horizonte

un papel de la violética, nuestro poco y nada de pasta
la espía de los enemigos que admiramos en secreto.
Aunque esto no se entienda – lo saltamos – basta
que pares la oreja para recordar lo que tienes en la punta
de la lengua: un súbito grito inocente
                                                             que fusila uno a uno

tus alteregos justo allí, a las puertas de una sala de maternidad.
Porque sabemos de qué hablamos, las güiñas circulan
dentro, se quiebra un hualle cargado de digüeñes, lo que va
de sus hábitos a nuestra reproducción espantada. Ése es
el nombre de este archivo y el resto

es el continente sensible de nuevo:
                                                    a través de un ojo de gato
miré tu falda buganvilia alejarse bajo un cielo de atrabilis
en la diferencial del tendido eléctrico y el pavimento y
las ventanas de los deudos

                                                   Estuviste a punto de casarte
en el liceo – quizá para alumbrar de lado a lado tus retinas
en un baño público. En la pared decía: “te quiero libre, incluso
de mí”. Alguien te lavó el pelo – “¿será cierto?”, trizaste –
alguien llenó de agua tibia el lavamanos y deslizó

los dedos por tu nuca – “¿resistirá tanto la voz?”
/Carnaza!
                :hacia arriba
hacia la roca en que anidan los monstruos de la viajada
triturando la carne de esa región de tu cuerpo recién bañado

donde los futuramas ahuecan su propio cementerio. Todo eso
pero no así. No la voz sino la letrina. No el libro sino
el libreto de los baños públicos que nos dimos a tiempo
Temuco y demás, ciudades sin espejo metálico, mundo de
telarañas y gran sudor
         
                                                 esta parte de nuestra especie
a través de un ojo de gato; tú lo sabías mejor: siempre
comenzabas pintando la sombra de los objetos, un país
un presente de nadie
                                           lo dibujabas hacia el sur

con la mano inclinada que enfoca un escorzo de dos
nuestro amor, un punto en la distancia
                                                                    Querías un piano
– habríamos raptado uno de esos que en las casas bien
sirven de muebles

                                          pero improvisamos:
la mejor música del mundo es la música de lo que sucede
“Deja que los espejos se pudran”, pensé decirle
“Hay que ser carnaza”, le dije.
                                                               En un silo a orillas del Cautín

florecieron hongos alucinógenos y una mujer
miró el porvenir. Epilepsia local en sus párpados
demasiado inmóvil en una esquina y desde una liebre
un alféizar con una hembra cogollada, un erial
donde mis primos Briones y Gaete jugaban una pichanga

desde el ventanuco trizado de una oficina contable
se la vio de pie en una esquina, por un momento
ese lugar fue suyo, fue su casa muerta.
                                                                         Mejor así
Por el ojo mágico alumbra el futuro anterior y sus párpados

tiemblan, los árboles tiemblan, el tempo del tiempo lo lleva
un ascensor que baja vacío. Mejor así/ El vestido amasado

se pega a tus muslos y un derrame de buganvilias
te hace sombra. Es un robo y eres tú quien toma el porvenir:
llevas una bolsa de pan en la mano izquierda, los Vodunes

habrán reventado el muro – rachas de niños muertos
de meningitis, crías que bufan al tope de los hualles
trabajadores sin papeles en el extramuros de una capital
primermundista
                                       Ahora que estás inmóvil

puedes verlos. Ahora que eres inmóvil y estás allí demasiado
hablas, eres hermosa al reiterarte

                                                                   alejándote a
cada paso dices sí. Reiteras y reparas el daño, eso golpea y
respira: dices sí. Eso se rompe y reúne: dices sí/

el cuento se llama:
                                    “la Perica, una chancha enorme
en mitad del chiquero con doce lechones cabeceando
las tetas”
                 Por qué no/ corrernos irnos venirnos hablar

es acabar lo que tenemos ante los ojos ahora mismo.
Lleno de presunciones contra la mutación, allá el Pacífico
mientras haya dos apegando sus narices a las contracaras
de un mismo vidrio
                                             ya habrán adivinado sus ojos

tras el vaho;
                                  una mente grotesca propia
corta con la uña el film que separa los objetos y

sus sombras, los decorados de época y
una bienvenida muerte que adeudamos por completo

Lo que sé a estas alturas de mi posición –
el Pacífico ahí, vía láctea vuelta mueca allá, lubricación
y no estrategia aquí
                                                        :antojo y balanza
cuerpo y cementerio, muestra solitudinaria/ Lo que sé

y también lo bueno: a mayor consumo de este hongo
nuclear menor es la fatiga
                                                   al observar fijamente
un punto luminoso en la distancia. Allí veo
donde quiera se desplace a pesar del horizonte

un vestido color buganvilia, una bolsa de pan
en la mano izquierda
                                                      y ya está,
ayer me contó un ejemplo ¿y recién me río
a miles de kilómetros de retraso?

                                                                 ¿así que eso era
un viejo mundo, un poema que partía contigo y ter-
minaba dos años después mudándose de alturas? ¿eso es
un viejo mundo?
                    ¿un golpe de dados que no abolirá tus ojos?

Caminando de noche yo cantaba el duelo
de nuestro hijo no nacido
                                         y el viento me secó
la cara recién llorada: no seas tonto, papá loco
tú eres el viento.

***
Claudio Gaete (Valdivia, 1978)

1 comentario: