viernes, 26 de enero de 2018

mahfud massis / tres poemas













Expedición al tiempo

*

Lo despistado, lo roto, me sigue detrás como un caballo muerto. Lo que cayó en el paño de las indecisiones,
el agua terca, y quedó tirado en el camino.
En este vaso con un perro adentro, y que bebo solitario en esta noche, frente a resoluciones quemadas, a un ángel como si fuese de hueso, penetro otra vez en mí, desciendo en un largo viaje,
oliendo el camino, fumándome el tabaco del alma,
o interrogando al enano que vive a espaldas de mi rostro.

Pero hay una piel negra, un tiempo de labio leporino,
algo rasgado y esencial entre esta muerte de ahora y el candado seco de otras floraciones. Partieron los días, como golondrinas de arena, o la amante de tristes ojos,
y cuanto intenté rescatar está como cuero tendido. Yo te recuerdo atravesada por la jabalina del tiempo.
¡Qué largo andar! ¡Qué largo viaje para este día!
Abarcabas el espacio negro, acariciabas el hocico de las horas, y yo, tenaz, ardiente, miserable, retrotrayendo un azar temible, un velo despedazado en el estupor pretérito,
pero lejano, irremediable, como una nube entre la pierna abierta.

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Poema de las manos muertas

*

Toma mi mano, este hueso que estará un día podrido. Apriétala, ponla sobre tu corazón mientras dura la noche.
Con ella escribo esta estrofa muerta, reviento una mariposa cada mañana. Con ella te digo adiós, pájaro viejo.
Mira mis manos. Sólo así comprenderás mi tristeza.
Si te rompieran el corazón, si te comieran el cerebro, tendrías estas mismas manos coronadas de aire invisible, de pámpanos muertos. Con ellas beberías
la sopa enlutada del invierno, rodeado de escarabajos y de hijos. Perro nuestro que estás en los cielos, ¡defiéndeme estas manos! Que no se cubran de gusanos sino en la hora
en que los hurones levantan sus patas al tardecer, otras manos escriban: “fue un extraño salvaje en la tierra”. Encontrarás mi mano sobre el velador alguna noche, rodeada de carbón, incapaz de abrazar tu cintura, agarrando la sombra, el tabaco
del cigarro funeral en el viento.
En mi rostro -despiadado y distante- hallarás sólo una pagoda de hueso, el resto de una verdad enterrada.

~~~

Océano abierto

*

Abrid la tierra. ¡Sacadle ! Mirad el oro de sus dientes, y ese aire huacho, como de caballo de otro mundo,
las grandes aletas con que se agitaba el pensamiento, invocando a los augures;
pero aunque fuese la mitad de su espectro, una flor, una mosca de su esqueleto, todo basta
para el velamen de este barco de piedra hacia lo desconocido. Es posible llorar un madrigal, quemarse la cabellera,
caer hacia el oriente como un ramo hechizado ; pero ¡ay! necesitamos de esa brisa enterrada, como la ola el viento para morir en la orilla.
Habitante de este lagar, acaso
te quede un pulmón vivo, y tu mano fluya como la lágrima sobre mi rostro en esta hora;
desciende, cava conmigo, arrastra estos huesos hacia afuera; después, después el mar, la oscura potestad, las tempestades, el océano abierto de los antepasados,
eternos, sordos en el fondo del Valle,
y junto al fuego que llora al amanecer, el paso de los ratones.

***
Mahfud Massís (Iquique, 1916-Caracas, 1990)

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