miércoles, 17 de enero de 2018

juan de quintil / de inxilio













El regreso

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Multidimensional ciudad, habitaciones del pobreterío centellean sus vidrios al sol en remolino. Radioemisoras concertan funérea liberación. Puertas golpetean virgencillas por un visionario pan que huye, descienden por callejas buses con amenazas de uniforme, conductor obliga los cambios que suenan pavura en el corazón, respírase aliviado luego que pasan y asco nuevamente: otros van allí, otros como tú, como la inmensa chilenidad de sojuzgamiento.
Proscritos hay que por senderillos fugan a refugiarse en cavernas de la costa; con implementos andinistas y en operativo de espectáculo bajan nuestros aguerridos la muerte: sencillas gentes y hasta chiquillos esperan al fondo de esta abrupta litoralina.
Viento de Valparaíso, batanador surazo azotando y todo burilador en tarde de estiaje; tu proa tictaqueas a borde de abismo, orbitado y no por albatros de maldito, ni por esotro viene volando; Valparaíso, nave pánica y nunca el mar océano sino parameras, desiertos...

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Tierra de siempre

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Otoño. Los frutos inciensan el aire que transparenta todavía más su azul opalino: canción son las lejanías. De noche es el murmurio crispado de la hojarasca rasante. Suenan pitazos algún carguero traqueteando hacia Renaico. Hay la niebla helada y el navajazo de perros alarmados.
Cuerpos de plumaje: oscura fecundidad radiante de la pareja humana, intensada hasta trocarse un vergel. Los hijos del pobrerío duermen bajo avarientas escobijas y el pulchén es villano del brasero. Fuera, las esparcidas piedras tienen afán de rebeldía.

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En sus ristras, los copihues semejan pichones con una suerte de ternura humana. En tanto que el canelo es arcángel de las lluvias. Pasión del campesino y su silencio clamoroso.
Selvoso por el canto del chucao, por los zarpados michayes acometido, mi corazón zancajea la cordillera de vaharada citrosa. Junta las Aguas, Vegas Blancas, avisora Piedra del Águila. Cómo estremeces, oh perfume frío...
Nahuelvuta, mi amor: tus piedras descienden del sol, son su condensado fuego Otra cosa son tus lanzas escamadas: araucarias de recias flechas tutelares, con la visión de Arauco vivo y verdadero. Titánica araucaria, uno siente el fluido de tu revolucionaria voluntad.

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Llueve. Una furia de aguas se vuelve el mundo. Después, es el viento que sopla como condenado: aíra rescoldos apagados por prevención. Los rucos de totora arden en un jesús: cuando incendiados alertan un fondo de fatalidades. La ventolera se apasiona por días. Entonces: el león casi entra a la puebla, a comernos; o bien: no tneemos con que matar la perra; o mejor: no podemos mantenernos con rebanadas de viento y cucharadas de nublado. Figuran así su hambre los campesinos de la Araucanía.

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Payasogate

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Espiral fascinación y de asco. Otro descenso al infierno se me volvió tu carta. Pero ni tantico me extraña su tenor. Conociéndote, padeciéndote desee algún tiempo... Coexisten en ti la mujer y la muñeca maldita. Al final, fantoche pudo más.
Bajo esa mascarita de despertenencia escondes el sin rostro del orgullo monstruoso; de pronto un luciferino chispar en tus ojos te vende, un no sé qué avieso en la mirada.
Ustedes, las burguesas, zorras son de tipo gigantoma. Exaltación de la jodedera: abominación de lo humano, ay chusquísima reina de las nalgas cascadeantes!
Aquí, ni dos años ha, por sus grietas nuestra relación hizo agua tanta como cierta mancarrona en temporal.
Ah, regresas con puñados de dólares. Terneado de terciopelo -semejo bien la butaca de una sala de cine otrora. Del chalet picante me veo propietario, al volante de un coche insoportablemente dorado. Estás garantida con el (...) Equivocas (in)solvencias del amor. Porque no vas a continuar limpiándote el trasero con mis sentimientos. Se acabó tu bicharraco. Paso al sinsentido golpeando todas las puertas, vero que una contienda de pulpos a cincuenta por lado, bate en mi interioridad... Como látigo de cochero la lengua. Derivaremos solos en el más voraginoso abismo.

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Circuito de espadas

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El fuerte Silva Palma eriza
la noche con lanzagritos
cada mañana el personal recibe órdenes
de aclarar pasillos de hospital para dar paso
a violentistas tapados con matas
y en sillas de ruedas
enfermeras no encuentran sitio
bueno para inyectar, sin embargo;
casi en la puerta misma de cirugía
el técnico en torturas da golpes de electricidad.

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Pero la vida desborda

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Chilenos de allanamiento, robados
y golpeados por el tanatismo fascista;
indefensa carne desnuda, hasta ayer no más
vísteis al soldado con seriedad y respeto;
tu vecino fue: el común hombre humano
oscuro y luciente: humanísimo:
nuevo, desconocido en este hoy
que tanto o más que las armas alza su brutalidad
en esta guerra sin gloria: creación de los amos;
imposible referir aquí el mundo de torturas
pero a ti canto, compañera Elena,
honor a tu gravidez, pateada
para hacerte botar el huacho marxista.

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[Ausencia del pan...]

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Ausencia del pan, ausencia
que puede convertir la oscuridad
                                    en historia.
Conciencia de libertad, conciencia
que pone a los muertos de pie
                                    en marejadas
y más resueltos a los vivos: suena
                          su torrencial campana
que las noches torna
                            una sola alba.

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Juan de Quintil, nacido como Hernán Carvajal (Chile, década de 1930-Valparaíso, 2016) Inxilio. Valparaíso: Ediciones Inubicalistas, 2015.

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