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Tengo ganas de escribir un poema.
Un poema cerrado en sí mismo
para ser comprendido
solo
por los pajaritos que gorjean afuera
sobre los tres árboles
de mi único paisaje;
para ser entendido
por la canción de la savia
que circula en el verde de las hierbas
del camino escarpado de la ladera;
y por el brillo del sol
y por el carácter íntegro de los hombres.
Un poema que no sean letras
sino sangre viva
en arterias pulsantes de un universo matemático
y sean astros centelleantes
para noches tranquilas
de inviernos lluviosos y fríos
y sea fuego para acoger gacelas
que pastan inseguras
en los acogedores campos de la inmensa vida;
amistad para corazones odiosos
motor que impulsa lo imposible
a la realidad de las horas;
cántico armonioso para la belleza de los hombres.
Un poema
(¡ah! ¿quién comparó África con un interrogante cuyo punto es Madagascar?)
Un poema solución
que resuelve la curva interrogativa de la imagen
en línea recta de la afirmación;
y la belleza de los bosques vírgenes,
la precisión del engranaje de la existencia,
el fantástico sonido del trueno sobre las rocas,
los cataclismos fluviales
pendientes sobre las frágiles canoas del río Zaire,
el claro resplandor de los ojos de los hombres.
Un poema trazado sobre acero
escrito con las flores de la tierra
y con los brazos esbeltos de la podredumbre;
esculpido en el amor
que exhala la esperanza de ese amigo mío
a estas horas con la tanga empapada
en el sudor de su espalda;
con las dulces canciones del kisanji a la luz de la luna;
y las risas infantiles de mi amada;
con el calor simpático
del cuerpo sangrante de los hombres.
Un poema cerrado
- largo e imperceptible
en el que el amor y el odio entrelazados
sean la síntesis de la discordancia
para ser cantado en todas las lenguas
guiado por el sonido de la marimba y el piano;
ritmo de batuque injertado sobre los valses
de otra juventud;
armonía de xinguilamentos
sobre el bárbaro traqueteo de la máquina de escribir,
grito afligido en el vacío
luchando por encontrar la vibración de la materia
y la aspiración de los hombres.
Pero no escribiré el poema.
¿En qué subterráneos circularía
el aire irrespirable de la violencia?
¿En las cavernas de tus pulmones
oh caften de los sórdidos callejones
del conformismo?
¿O en la avidez de los kilómetros intestinales
de los chacales?
¿O en las cavidades prostituidas del corazón
infame de la esclavitud?
¿O en las gargantas
de la deshonestidad inconsciente?
No escribiré el poema.
Escribiré cartas a mi amada,
llenaré los espacios en blanco de los formularios
con letra impecable,
y en los intervalos
cantaré canciones afrobrasileñas.
Soñaré.
Soñaré con los ojos del amor
encarnados en tus maravillosas manos
de suavidad y ternura.
Soñaré con aquellos días de los que hablabas
cuando te referías a la primavera.
Soñaré contigo.
Y con el placer de beber gotas de rocío
en la hierba
tumbado a tu lado
al sol, con una playa furiosa en la lejanía.
Y permanecerá dentro de mí
la amargura de no escribir el poema.
¡Hay tanta amargura en él!
No escribiré el poema.
Simplemente diré
que el coloso de la certeza en la humanidad del Universo
es indeleble
como el brillo de las estrellas
como el amor de tus ojos
como la fuerza de la armonía de los brazos
como la esperanza en los corazones de los hombres.
Indeleble
como la belleza sensual
de la agilidad de las fieras sobre el campo
y el terror transmitido desde los abismos.
Diré simplemente:
¡Sí!
Siempre sí
a la honestidad de los hombres,
al vigor juvenil de la sinfonía de los árboles,
al aroma inolvidable de la naturaleza,
que borra los posibles olores amargos.
¡Sí!
A la mágica interrogación de Talamugongo,
desde Cunene hasta Maiombe;
al sonoro canto del ritmo subterráneo
y de los llamamientos telúricos;
a los tambores
que apelan al hilo de la ancestralidad
desvanecido más allá;
al signo de interrogación que es Madagascar.
¡Sí!
A las solicitudes místicas a la musculatura de los miembros
al calor de las hogueras deidadizadas
en la leña de las sanzalas;
a las magníficas expresiones de los rostros
esculpidos en el alegre sufrimiento de las verduleras
y en el ritmo febril de las sensaciones tropicales;
a la identidad
con la filosofía del baobab
o con la condición de los hombres,
allí donde la hierba los ahoga en confusión.
¡Sí!
a África tierra, a África humana.
Diré sí
en cualquier poema.
Y esperamos que la lluvia pare
y deje de mojar a los pájaros que gorjean
sobre los tres árboles de mi único paisaje
y el deseo de escribir un poema.
Eso pasa.
***
Agostinho Neto (Kaxikane, 1922-Moscú, 1979)
Versión de Nicolás López-Pérez
/
Sim em Qualquer Poema
*
Apetece-me escrever um poema.
Um poema fechado dentro de si
para ser compreendido
apenas
pelos passarinhos que chilreiam lá fora
sobre as três árvores
da minha única paisagem;
para ser entendido
pela canção da seiva
circulante no verde das ervas
do caminho áspero da encosta;
e pelo brilho do Sol
e pelo caráter íntegro dos homens.
Um poema que não sejam letras
mas sangue vivo
em artérias pulsáteis dum universo matemático
e sejam astros cintilantes
para calmas noites
de invernos chuvosos e frios
e seja lume para acolher gazelas
que pastam inseguras
nos acolhedores campos da imensa vida;
amizade para corações odientos
motor impelindo o impossível
para a realidade das horas;
cântico harmonioso para formosura dos homens.
Um poema
(ah! quem comparou a África a uma interrogação cujo ponto é Madagascar?)
Um poema solução
resolvendo a curva interrogativa da imagem
em linha reta da afirmação;
e a beleza das florestas virgens,
a precisão da engrenagem da existênicia
o som fantástico do trovejar sobre pedras,
os cataclismos fluviais
pendentes sobre as frágeis canoas do rio Zaire,
o claro arrebol dos olhos dos homens.
Um poema traçado sobre aço
escrito com as flores da terra
e com os braços esguios da podridão;
esculpido no amor
que exala a esperança daquele meu amigo
a esta hora com a tanga ensopada
no suor do seu dorso;
com as canções adocicadas do quissange ao luar;
e as gargalhadas infantis para a minha amada;
com o calor simpático
do corpo sangrento dos homens.
Um poema fechado
- longo e imperceptível
em que amor e ódio entrelaçados
sejam a síntese da discordância
para ser cantado em todas as línguas
guiado pelo som da marimba e do piano;
ritmo de batuque enxertado sobre as valsas
de outra mocidade;
harmonia de xinguilamentos
sobre o bárbaro matraquear da máquina de escrever,
grito aflito no vácuo
debatendo-se para encontrar vibração de matéria
e a aspiração dos homens.
Mas não escreverei o poema
Em que subterrâneos circularia
o ar irrespirável da violência?
Nas cavernas dos teus pulmões
ó caften das vielas sórdidas
do conformismo?
Ou na avidez dos quilômetros intestinos
dos chacais?
Ou nas cavidades prostituídas do coração
infame do esclavagismo?
Ou nas goelas
da desonestidade inconsciente?
Não escreverei o poema.
Escreverei cartas à minha amada
preencherei os espaços claros dos impressos
com letra impecável
e nos intervalos
cantarei canções afro-brasileiras.
Sonharei.
Sonharei com os olhos do amor
encarnados nas tuas maravilhosas mãos
de suavidade e ternura.
Sonharei com aqueles dias de que falavas
quando te referiste à Primavera.
Sonharei contigo.
E com o prazer de beber gotas de orvalho
na relva
deitado ao teu lado
ao Sol, - uma praia furiosa lá ao longe.
E ficará dentro de mim
a amargura de não escrever o poema.
Nele há tantas amarguras!
Não escreverei o poema.
Direi simplesmente
que o colosso de certeza na humanidade do Universo
é inapagável
como o brilho das estrelas
como o amor dos teus olhos
como a força da harmonia dos braços
como a esperança nos corações dos homens.
Inapagável
como a sensual beleza
da agilidade das feras sobre o campo
e o terror transmitido dos abismos.
Direi simplesmente
Sim!
Sempre sim
à honestidade dos homens
ao viço juvenil da sinfonia das árvores
ao odor inesquecível da natureza
que apaga os possíveis cheiros amargos.
Sim!
à interrogação mágica de Talamugongo
do Cunene ao Maiombe;
ao sonoro cântico do ritmo subterrâneo
e dos chamamentos telúricos;
aos tambores
apelando para o fio da ancestralidade
esbatido além;
ao ponto interrogativo de Madagascar.
Sim!
às solicitações místicas à musculatura dos membros
ao quente das fogueiras endeusadas
na lenha das sanzalas;
às expressões magníficas das faces
esculpidas no alegre sofrimento das quitandeiras
e no ritmo febril das sensações tropicais;
à identidade
com a filosofia do imbondeiro
ou com a condição dos homens,
ali onde o capim os afoga em confusão.
Sim!
à África terra, à África-humana.
Direi sim
em qualquer poema.
E esperamos que a chuva pare
e deixe de molhar os chilreantes passarinhos
sobre as três árvores da minha única paisagem
e o desejo de escrever um poema.
Isso passa.