Astros en fuego que pueblan la noche en cielos lejanos;
astros mudos que giran ciegos sin ver, siempre helados,
arrancáis de nuestros corazones los días del ayer,
nos arrojáis al porvenir sin nuestro consentimiento,
y lloramos y todos nuestros gritos que os elevamos resultan vanos.
Puesto que es preciso, os seguiremos, atados los brazos,
los ojos vueltos hacia vuestro fulgor puro pero amargo.
Todo dolor importa poco a vuestro aspecto.
Callamos, titubeamos sobre nuestros caminos.
Está allí en el corazón repentino, su divino fuego.
***
Simone Weil (París, 1909-Ashford, 1943)
Versión de Adela Muñoz Fernández
No hay comentarios.:
Publicar un comentario