sábado, 25 de mayo de 2024

emma villazón / deslumbre migratorio











Parece 

que llegas a casa primera de aves en refacción

y palpas la severidad que imprime el movimiento.

De cerca los cambios murmuran en ropa tendida

sobre arbustos de niñez reseca. Abajo los personajes exigen gotean.

Parece que en el living una columna crece en verbos

que luchan contra tantas rotaciones. No te detengas,

en los pasillos haces aberturas con los dientes. Ya se

levantará el aire a gallo añejo al que quisiste volver para no volver,

el gallo de espuelas de plata, las latas de cielo y negrura — 

  Parece.    

 

*

 

como ante la vista del valle, hazte la idea,

los lugares se superponen, se vive más o menos entre roces

a un cáliz a una camilla, partiendo-volviendo, escindida, sin retorno

en el inicio no hay más que un “había una vez” demasiado viscoso

 

*

 

nocturno de calor en llanura :

capa sofocante de insectos que titilan

anfibios caracoles muchachos edificios vibrantes

sonoridad de lo inmenso espeso

que entra y sale de poros vaso libro

o también mano que chorrea acústica tropical color ágata

y sumerge a la espalda en forma de bicho de río

 

*

 

un jazmín solo eso

es lo que se te da

lo que te penetra

dándose mudo

frente

a excasa que arde

un jazmín

sin geografía ni estirpe a considerar

       más valioso

que joya

imprevista :

    no saberse otra     ni la misma

no saberse

(más que el estilo de lo desasido – centelleos

marinos)         

 

*

 

Muñón, instante, inicio

tal vez de un árbol

que no salió adelante.

Algo que se raspa demasiado de un lado

para que emerja del otro. No hay razón ni suavidad en esto.

Un velo dorado cubre la tarde, que comienza de noche.

Y eso sigue crujiendo, temerario, mezquino,

sin salir en flor —golpeando duro— entre maderas, noticieros.

 

*

 

A un cuarto del camino la casa primera dio paso a la segunda

la casa primera dio paso a la segunda a un cuarto del camino

A un cuarto del camino adquirieron nombres: casa de allá menguado

casa de aquí vivido casa de devoción casa de esgrimidores

casa de empeños doblegantes casa de cambios zigzagueantes

A un cuarto del camino a un cuarto del camino la piel vivía cortes oblicuos

Los hálitos de perros países monedas se fundían al unísono

y existían, no existían pérdida ni casas ni caminos a un cuarto del camino

a un salto del camino      a un tiroteo del camino       a un estallido del camino

 

*

 

—No insistan.

Además del dije de sangre

que nos lanza a lo mismo;

de los incontables desvelos a fin

de que no huyan sus dedos ni grupa;

de los finos amigos, zapatos, empleados

que hundimos para criar sus rutilantes empeños;

no insistan, les dejamos toda

carencia, vasija plena de fortuna,

nieve arriba-debajo de las letras, junto con

vahos sacrificiales y flores de plástico.

El redondel del camino se desploma, el barco

ya carga sus muertos. No insistan más. Deben

tragar el sol entero, la continuidad de un

tono blanco bordado tan agudo—

tan grávido

 

—No inciden sus lazos ni huestes;

se abrió el baúl de sombras veinte veces.

Las cabezas de ciervo corren

para hacerse una lluvia un sin-nombre

una aldaba un peso azul verde. Entre

lo venido y lo elegido, entre permanecer

y partir, aconsejó el cielo: cómo desencallar de ahí

sino enturbiando, tejiendo de cabeza

en la barba de antecesores y descendientes:

“todo se queda con uno;

 y nada se queda

 

no hay nada  —   todo es”.


***
Emma Villazón (Santa Cruz de la Sierra, 1983-El Alto, 2015)

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