lunes, 11 de enero de 2021

hilda hilst / cuatro poemas









Aquella

*

Aflicción de ser yo y no ser otra.
Aflicción de no ser, amor, aquella
que tantas hijas te dio, una novia
que por la noche se prepara y revela
como objeto de amor, atento y bello.

Aflicción de no ser la gran isla
que te detiene y no te desespera.
(La noche como bestia se avecina)

Aflicción de ser agua en medio de la tierra
Y tener un rostro preocupado y movido.
Y a la vez, múltiple y quieto.

No saber si se ausenta o si te espera.
Aflicción de amarte, si te conmueve.
Y siendo agua, amor, quiere ser tierra.

~

Deseo

*

¿Quién eres? Pregunté al deseo.

Respondió: lava. Después polvo. Después nada.

~

Porque hay deseo en mí

*

Porque hay deseo en mí, es que todo brilla.
Antes, la vida cotidiana era pensar alturas
buscando ese Otro decantado
sordo a mi latido humano.
Barro y sudor, nunca se terminaron.
Hoy, de carne y hueso, laborioso, lascivo
tomas mi cuerpo. Y que descanso me das
después de las luchas. Soñé acantilados
cuando había un jardín aquí al lado.
Pensé en subidas donde no había huellas.
Extasiada, tiro contigo
en vez de gemir frente a la Nada.

~

Testamento lírico

*

Si quieres saber si pedí mucho
o si no pedí nada en mi vida,
sepa, señor, que siempre me perdí
en la niña que fui, tan confundida.
Por la noche oigo voces y regreso.
La noche siempre me habló, de fábulas
siempre posibles. De hadas.
El mundo en un balcón. A cielo abierto.
Las playas doradas. Mi asombro
delante de muchas palabras, de las risas.
Yo era una niña delirante.
No sabía defenderme de las palabras.
No sabía cómo decir las aflicciones, el dolor
de no saber decir cosas amorosas.
Todo lo que vivía en mí, siempre callaba.

Y no soy más que la infancia. No pretendo
ser otra, contenida. ¡Ah, si supieras!
Escogí un mundo, en el que vivo.
Tengo rituales, gestos y recuerdos.
Vivo secretamente. En quietud
permanece aquella, esquiva y dócil.
Quiere dejar un testamento lírico
y escuchar (a pesar) entre las paredes
un ruido inquietante de sonrisas,
una boca de plumas que murmura.

Una poeta no siempre te hablará.
Y aunque mi voz no sea oída,
uno de ustedes cuidará (de seguro)
la niña que fui, tan confundida.

***
Hilda Hilst (Jau, 1930-Campinas, 2004)
Versiones de Nicolás López-Pérez

/

Aquela

*

Aflição de ser eu e não ser outra.
Aflição de não ser, amor, aquela
Que muitas filhas te deu, casou donzela
E à noite se prepara e se adivinha
Objeto de amor, atenta e bela.

Aflição de não ser a grande ilha
Que te retém e não te desespera.
(A noite como fera se avizinha)

Aflição de ser água em meio à terra
E ter a face conturbada e móvel.
E a um só tempo múltipla e imóvel

Não saber se se ausenta ou se te espera.
Aflição de te amar, se te comove.
E sendo água, amor, querer ser terra.

~

Desejo

*

Quem és? Perguntei ao desejo.

Respondeu: lava. Depois pó. Depois nada.

~

Porque há desejo em mim

*

Porque há desejo em mim, é tudo cintilância.
Antes, o cotidiano era um pensar alturas
Buscando Aquele Outro decantado
Surdo à minha humana ladradura.
Visgo e suor, pois nunca se faziam.
Hoje, de carne e osso, laborioso, lascivo
Tomas-me o corpo. E que descanso me dás
Depois das lidas. Sonhei penhascos
Quando havia o jardim aqui ao lado.
Pensei subidas onde não havia rastros.
Extasiada, fodo contigo
Ao invés de ganir diante do Nada.

~

Testamento lírico

*

Se quiserem saber se pedi muito
Ou se nada pedi, nesta minha vida,
Saiba, senhor, que sempre me perdi
Na criança que fui, tão confundida.
À noite ouvia vozes e regressos.
A noite me falava sempre sempre
Do possível de fábulas. De fadas.
O mundo na varanda. Céu aberto.
Castanheiras douradas. Meu espanto
Diante das muitas falas, das risadas.
Eu era uma criança delirante.
Nem soube defender-me das palavras.
Nem soube dizer das aflições, da mágoa
De não saber dizer coisas amantes.
O que vivia em mim, sempre calava.

E não sou mais que a infância. Nem pretendo
Ser outra, comedida. Ah, se soubésseis!
Ter escolhido um mundo, este em que vivo,
Ter rituais e gestos e lembranças.
Viver secretamente. Em sigilo
Permanecer aquela, esquiva e dócil.
Querer deixar um testamento lírico
E escutar (apesar) entre as paredes
Um ruído inquietante de sorrisos
Uma boca de plumas, murmurante.

Nem sempre há de falar-vos um poeta.
E ainda que minha voz não seja ouvida
Um dentre vós, resguardará (por certo)
A criança que foi. Tão confundida.

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