viernes, 17 de julio de 2020

marina tsvetáyeva / de "noche mía, rival mía"













Algún ancestro mío fue — violinista,
además jinete y ladrón.
¿Por eso me comporto como una callejera
y mi pelo huele a viento?

¿Acaso no es él, moreno, quien roba
con mi mano — los damascos,
el cabello rizado y la nariz aguileña,
culpable de mi destino impetuoso?

Detrás del arado espiaba a los trabajadores
mientras masticaba escaramujo.
Era un mal compañero,  — ¡pero un amante
valiente y cariñoso!

Aficionado a la flauta, la luna y los collares,
y a las jóvenes del pueblo…
Me parece que mi antepasado de ojos amarillos
también era un cobarde.

Por una moneda le vendió su alma al diablo —
no pasaba a medianoche por el cementerio.
Andaba con un cuchillo
escondido en la bota.

Una vez se apareció en la esquina,
saltó como un gato flexible…
Comprendí que mi ancestro
¡no se dedicaba al violín!

Y que todo le era indiferente
¡como la nieve — al verano!
Mi ancestro era un violinista
como yo —  poeta.

~

¡Divertite, alma, tomá y comé!
Y cuando llegue mi hora —
entiérrenme en medio
de los cuatro caminos.

Allá, en el campo desierto,
donde hay cuervos y lobos,
que  aquel poste
sea mi cruz.

Yo no temía en la noche
a los lugares malditos.
Alta, sobre mí,
la anónima cruz.

Ninguno de ustedes, amigos,
se fue satisfecho de mi casa.
Cubrime entera
¡maleza del campo!

No enciendan velas
en la humareda de la iglesia.
No quiero memoria eterna
en mi tierra natal.

~

¡Vendo! ¡Vendo! ¡Vendo!
¡Apúrense, soñaras y señores!
Esta mercadería de oro
y mercadería limpia, sin uso,
no fue teñida, apúrense —
¡no pido demasiado!

Mercadería — para cada gusto.
¡Cuidado, vendedores!
¡Barata! ¡Barata! ¡Barata!
¿Cuánto ofrecen?
¡Lleven — no se arrepentirán!
¡Usen— no se cansarán!

¡Son buenas cosas!
¡Preparen los billetes!
¡Y recen por mi alma durante la misa!

~

Por los caminos que el frío hace crujir,
voy con un majestuoso niño de plata,
todo es — nieve, todo es — muerte, todo es — sueño.

Flechas de plata en los arbustos.
Una vez — tuve un cuerpo,
un nombre, ¿y ahora se hicieron humo?

También una voz fuerte y profunda…
Dicen que esta criatura ojiazul, como un armiño,
me pertenece.

Y que nadie me conduce por el sendero,
y este enorme sueño
lo tuve hace mucho, en el ataúd.

***
Marina Tsvetáyeva (Moscú, 1892-Yelábuga, 1941)
Versiones de Natalia Litvinova. En del mismo, Buenos Aires: Editorial Llantén: 2018.

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