viernes, 5 de octubre de 2018

rosamel del valle / dos poemas










Cántico de la visitación

*

Un día podrás ver que el invierno es un ojo frío.
Se sabe por los granos que forma el viento
Sobre la hierba distraída. La idea de un viaje
Es ese tambor sorde de las hojas. "El agua
Es más filuda este año. Naturalmente, los huesos
Necesitarán otro médico". Y otro sol me hablaba
Cuando empecé a andar por ese jardín inolvidable.
No debo dudar, sino creer. ¿Basta decirlo?
Un día podré contar los eslabones del tiempo y uno
A uno formarán esta imagen del ojo frío.

No, no quiero contar con el tatuaje del cuerpo.
El verano formó el fuego y el invierno la ceniza
En un día sin fin. Ahora pienso en la tranquilidad
De mi muerte ya que yo también formé mi muerte.
Una nube inflada de pronto y el grito de una lámpara
En mí, en ti y en una sala especial para viajeros.
¿Recuerdas el color de un mar invisible?
Con esa idea estarás a mi lado en la hora
De la gloriosa disolución. Sentada ahí
Como al borde de un precipicio, con los ojos
Fijos en mí a través de la tierra. Ninguna duda
Te impedirá verme en mi sombría desnudez.
Y yo sabré hacer el ruido justo, el signo
Revelador de que estás exactamente junto a mí.
Ya ves, mi breve resurrección. Un minuto de un siglo
Abierto de par en par entre tus ojos y mi cuerpo.
Un río lejano deslizándose en puntillas,
Un golpe de llave en la puerta profunda.
Y tu sol risueño paso a paso por las hojas secas
En conversación con el aroma irresistible.
Quizás busques el signo del hueco misterioso
Dejado por la desintegración. Quizás te turbe
Saber que todo sigue donde mismo. No te baste
Creer ni dudar. Si puedes, recuérdalo,
Tu mirada será ahí el día de la creación
Con los pájaros en profunda invención de la música.
Y como tuya será mi muerte, tuya será la mano
Creadora de la nueva noche para que no haga ruido
El tren que te cruce la boca al descubrirme.
Si quieres saber, escucha lo que te diga la tierra.
Ahí seré el profeta de palabras arrugadas. El misterio
Que nos unió seguirá con nosotros en esa sala de espera.
"Todo tiene un sonido de arpa. Con algunas notas
Se teje la putrefacción. Con algunas miradas
Sobreviven los huesos. No hay nada que temer. Se viaja
Como una nube al atardecer".

Oh pero yo pienso
En el sonido de arpa de tus ojos fijos. En la leve
Inclinación del mundo inanimado hacia lo inanimado.
En el resplandor del camino a través de absortos terrones,
En el cielo en descenso a semejanza del nacimiento de las lilas
Y sobre todo en tu ser en la muerte y sin la muerte todavía.
Unos ojos fijos, fijos. Un taladro radiante
Perforando el abismo que entonces me aparte de la vida.
La última visión en visita antes de la definitiva sequedad,
Antes que la casa del cuerpo pierda los pilares. Antes
Que se deshaga en ti tu mar y en mí la resurrección.

Sé que hay un viento de ojos grises alrededor de los muertos.
Tú podrás oírlo pasar por el jardín en viaje
Y quizás confundas ese ruido con una visión entre tú y yo.
Así sea. Pero no habrá necesidad de que preguntes.
Nadie intervendrá en el hilo de sol con que me mires.
En esa sala de espera. Y seguido de cebras y leones
Vendrá un dios a interrumpirte. "¿Por qué
Interrogar al hueco si el viajero está en el Paraíso?
Se asciende por la misma cuerda del descenso. No sólo
carne envuelve a esa visión que llaman cuerpo. Así
Por mí conversarás con quien te está escuchando".
Hay mundos creados para no ser vistos y palabras
Para no ser oídas. Ni el trueno sabrá ese día
Que habrá un silencio ardiente entre tu sol y mi noche.
No voces seguidas de cebras y leones
Ni abejas cargadas de sueño, ni un tercer viento
Cambiando el mar delante de nosotros. Sólo tus ojos
Fijos en mi sed y en mi júbilo como grillo entre cañas.
¿Habrá otro tiempo más vasto para recordar?
¿Paras recordar qué, entre tantos sonidos? ¿Y si esa fuera
La mejor hora y si ése fuera el único modo de sentirse
Danzar entre visiones todavía? Lo sabremos. Tu mirada
Decidirá. No olvides mi colección de signos.

Quiero
Sellada tu boca. Soy el rey con fastidiosa corona
En tu sala de espera y en mi sala de figuras de cera.
Recuerda si quieres saber. Me verás colgado en el árbol
Con los pies sobre el mar. Y tu idea era
Ser una ola solitaria bajo mi garganta. Lo eres.
Mi lengua es una banca solitaria entre los dientes.
Y cuando tu padre baje a buscarte al fondo del mar
Se convertirá en estatua. Los trágicos recuerdos.
Los espejos trágicos pegados a los muros. ¿Recuerdas?
Quien recuerda está podrido. Tú eres el sol
Y yo me alejo por el hilo solitario de tus ojos.

Antiguamente se hablaba del ruiseñor. Tal vez oigas
Al ruiseñor del Paraíso con su noche a mis espaldas.
El viejo encantador de serpientes no pondrá más celo
En hacerme comprender su fábula. Pero habrá un organo.
Una SONATA EN MUERTE MENOR, Nº 1, opus 1, dedicada tal vez
"A la putrefacción de un hombre", sin que el nombre
Sea cambiado en circunstancias fortuitas. Podrás oírla
En ese instante en que el mundo se haya detenido
Al golpe de la vara fabulosa de Josué. Somos
La fábula sin fin. "Y verás crecer la hierba junto a ti".

Sentada ahí, a la manera del verdugo junto a la horca.
Con un sol rojizo en persecución de pájaros sin alas.
Ya no hay tranvías en la ciudad, hay corceles mecánicos
Que tampoco sirven para nada. Las enfermedades continúan
Y los sabios sonríen en su jardín de hongos atómicos.
El joven banquero va al hipódromo el día en que no hay bolsa,
Precisamente cuando las acciones bajan y se cotizan
Al precio de un creyente cualquiera. Las insatisfacciones
Corrosivas. Hoy se cambia de sexo con tanta facilidad.
Tal vez como se sigue el llamado de la estrella del demiurgo
No más mentiroso que un conejo. "El sol sale para todos",
Dice el gusano, mientras se prepara para el banquete.
Un sol rojizo en cada corazón humano en vez del sol
Musical de las fieras de África.

Con el libro de las visiones sobre las rodillas.
El mundo sigue, pero tu mirada es un mundo nuevo.
En tal trance todo será posible y me dejarás hablar.
Los muertos dicen la verdad porque tienen clavos en la lengua.
¿Recuerdas esa flor con tres clavos y una corona? Habré
Olvidado su nombre. Lo habré olvidado, estoy seguro.
Mi madre acostumbraba regarla con lágrimas. Veía
Lo que ven las madres del segundo Fausto. Y yo vi
A Mefistófeles en el vino del tonel ardiente. Y amé
El amor faústico. Puedes suponerlo, los pecados
Surgen demasiado tarde y tardía es la absolución
Porque tarda dios en hacerse presente. "Pero
No tardarás en deshacerte".
Mi amigo era un fabricante de alas.
Lo sabes, todo se fabrica. Menos la muerte, aunque
El demiurgo sea un especialista en tatuajes. Aunque
Crea en la obscura sinfonía de la resurrección.
¿Y si tu mirada se corta de pronto y me deja caer?
Es difícil fabricarse la fe y la tranquilidad. Espero
Que esa estrella fija dure siquiera un minuto. ¿Será
Mucha eternidad para mi cuerpo rescatado?

Mi orgullo ¿qué mejor hora para el orgullo?
Se esforzará por retener el contacto con tu cuerpo
Cómo envejecí a la medianoche por reunir mis visiones.
Y qué altos estarán los pinos para servir de testigos
Del drama indescriptible. Cómo sé que las hormigas
Se deslizarán más pegadas que nunca a la tierra.
La estatua serás, la Gorgona serás y la rosa
Abierta hacia mi noche enmarañada. ¿Qué dios pudo
Imaginar alguna vez este diálogo entre el carbón y el rocío?
No, ni cuando se dispuso a echar a andar la fogata
Todavía inanimada de sus gigantes siete días.

Mas esa celeste tranquilidad tendrá su látigo:
Ciertamente, sabré que me estás mirando desde lo alto
De la tierra y más preocupada de mí que de tu próxima muerte.
¿Sabrás que el mensaje habrá llegado a su destino?
¿Sabrás que el trabajo de la disolución se habrá detenido?
¿Podré tocar el hilo que me estará uniendo a tus ojos
Y bastará ese temblor de cuerda de arpa para que todo sea
Como mi carne ciega lo ordene desde su reino?

En todo caso, adiós dirá mi ruido y adiós repetirás,
Visión sentada junto a mí y con el fin del mundo sobre las rodillas.

~~~

El amor mágico

*

¿Recuerdas a la Gorgona? Ha dicho:
"Babilonia. Sí, irás". Eso es todo. Y ha venido
Un largo crepúsculo. Y la Gorgona cantaba para ti y para mí.
Tal vez. Pero yo sé que nunca tuve un canto
Mejor que cuando soñabas.
Nunca tuve más ojos
Que cuando dormías.
Ni nunca vi más cerca el mar
Que entonces.
Y ella decía: "Irás". Y yo veía
La escala de Jacob.

No Beatriz resplandeciente, Beatriz llagada.
En un cielo sin círculos, en una puerta sin llave.
Yo te veía y entre coros puros te seguía.
Ninguna red más dura que estas manos
Para cortar tus rosas. Ninguna muerte más suave
Para buscar tu boca.

Pero yo era el viajero solo. Yo era
La humedad de tu invierno.
Yo guardaba tu joven sol en un cuarto
Solo de hotel, en la ciudad.
Yo tenía la música del mundo sobre la arena, allí.
Y cantaba: Pero tú no te reconocías
En lo que yo cantaba.
Y yo salía a las plazas, a los mercados, a los paseos
contigo. Tú con la noche. ¿Por qué con la noche?
Eso parecía, aunque tú eras el mundo en mí.
Oh que nos vean pasar. Que nos vean amarnos
Allí, entre los árboles y las visiones.
Que yo diga que te pareces a lo que eres.
Que yo diga que no haces ruido, pero que brillas.
Que yo diga que es oscura la corona que te ciñe,
Aunque se encienda.
Que yo diga que tu boca es una flor pegada al hueso,
Y que lo sea.
Que yo diga que alguien te ama por mí,
Y que no sea cierto.
Que yo diga que las miradas se te adelantan,
Y que lo parezca.
Que yo diga que eres la estrella de mi frente,
Y que alumbres.
Que yo diga que sujetas los pájaros en el aire,
Y que pierdan las alas.
Que yo diga que vas vestida del color del corazón,
Y que así sea.

Tu ser en mí, mi amor en ti.
El sol grabado en la cabellera de la begonia
De mi cuarto, en la ciudad.
Sola en tu estatua taciturna.
Sola por las ciudades de mi frente.
Sola debajo del árbol del ahorcado.
Amor en amor. La lámpara en ti, el rayo en mí.
Las palabras en un puente entre tu boca y la mía.
Todas las horas, una colina.
El tiempo total, una torre.
Nosotros, las campanas.

Y me voy
Un sol de otra parte
Me tiende la mano.
Y si digo que parto, es que tu frente me retiene.
Y si digo que lloro, es que la noche es ardiente.
Y si pienso que voy a ser el viajero solo,
Es que la tierra se ha abierto.
Y si canto detrás de los meteoros,
Es que el cielo está cerca.
Y si te digo adiós, es que ando
Al compás de la muerte.

***
Rosamel del Valle (Curacaví, 1901-Santiago de Chile, 1965)

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