mediateca de poesía personal-universal del ayer y del mañana desde MMXVII/
sábado, 13 de octubre de 2018
frank o'hara / a la industria del cine en crisis
A ustedes no, pulcras revistas y negruzcos periódicos
con sus estudiosas incursiones hacia la pomposidad de las hormigas,
ni a ti, teatro experimental en donde la Fruición Emotiva
celebra perpetuamente sus bodas con la Inspiración Poética,
ni a ti, Gran Ópera Ambulante,
obvia como una oreja —aunque tú estés
más cerca de mi corazón—, sino a ti, Industria del Cine,
es a la que amo.
En época de crisis tenemos que decir una y otra vez a
quién amamos.
Y honrar a quien honor merece: no a la enfermera almidonada
que me enseñó
cómo ser malo y no malo en vez de bueno —y que últimamente aprovecha esta situación—, ni a la Iglesia Católica,
que en el mejor de los casos es una introducción demasiado formal
a las diversiones cósmicas,
ni a la Legión Americana, que a todo el mundo odia, sino a ti,
gloriosa Pantalla Plateada, trágico Tecnicolor, moroso Cinemascope,
estirada Vistavisión y sorpresivo Sonido Estereofónico, con todas
sus grandiosa dimensiones, reverberaciones y herejías. A
Richard Barthelmes como el muchacho recomendado, descalzo y en
pantalones,
a Jannette MacDonald la de la cabeza y labios flameantes y el
enorme cuello enorme,
a Sue Carroll mientras posa sonriente para la eternidad en la
estropeada defensa de un coche,
a Ginger Rogers con su peinado a-la-roll balancéandose como una
longaniza
sobre sus hombros evasivos, a la espectacular sonoridad de los
pies de Fred Astaire,
a Eric von Stroheim, el seductor de las jadeantes consortes de los
arribistas,
a los Tarzanes, todos y cada uno de ellos —no puedo decir que
prefiera
a Johnny Weismuller que a Lex Baxter, ¡no puedo!—, a Mae
West en un trineo adornado con pieles,
su esplendor de burdel y sus frases dulces, al lunar Rodolfo
Valentino,
a sus demoledoras pasiones, y asimismo lunar, la gentil Norma
Shearer,
a Miriam Hopkins cuando arroja su copa de champaña desde
el yate de Joel McCrea
y llora sobre el mar picado, a Clark Gable al sacar a Gene
Tierney
de Rusia y a Allan Jones cuando salva a Kitty Carlisle de Harpo
Marx,
a Cornel Wilde cuando tose sangre sobre las teclas del piano
mientras Merle Oberon lo regaña,
a Marylin Monroe en sus taconcitos altos contonéandose por
las cataratas del Niágara,
a Joseph Cotten confundiendo y a Orson Welles confunido y a
Dolores del Río
almorzando orquídeas y rompiendo espejos, a Gloria Swanson
cuando se reclina
y a Jean Harlow cuando se reclina y se mece, y a Alice Faye
cuando se reclina,
se mece y canta, a Mirna Loy, tranquila y sabia, a William
Powell
con su sorprendente urbanidad, a Elizabeth Taylor floreciendo, sí,
a todos ustedes
y a todos los demás, los grandes, los casi-grandes, los principales,
los extras,
que pasan rápido y en sueños repiten una o dos de sus líneas,
¡todo mi amor!
Que por mucho tiempo iluminen el espacio con sus apariciones,
demoras
y enunciaciones maravillosas, y que como una estrella los cubra
el dinero del mundo
mientras descansan después de un largo día bajo los reflectores
con sus rostros
empacados para edificación nuestra, del mismo modo en que,
muchas veces, las nubes vienen por la noche
y los cielos operan en el star system. ¡Están sentando
un divino precedente! Giren, carretes de celuloide, como la gran
tierra.
***
Frank O'Hara (Baltimore, 1926-Long Island, 1966)
Versión de Antonio Saborit
/
To the Film Industry in Crisis
*
Not you, lean quarterlies and swarthy periodicals
with your studious incursions toward the pomposity of ants,
nor you, experimental theatre in which Emotive Fruition
is wedding Poetic Insight perpetually, nor you,
promenading Grand Opera, obvious as an ear (though you
are close to my heart), but you, Motion Picture Industry,
it’s you I love!
In times of crisis, we must all decide again and again whom we
love.
And give credit where it’s due: not to my starched nurse, who
taught me
how to be bad and not bad rather than good (and has lately
availed
herself of this information), not to the Catholic Church
which is at best an oversolemn introduction to cosmic
entertainment,
not to the American Legion, which hates everybody, but to
you,
glorious Silver Screen, tragic Technicolor, amorous
Cinemascope,
stretching Vistavision and startling Stereophonic Sound, with
all
your heavenly dimensions and reverberations and iconoclasms!
To
Richard Barthelmess as the “tol’able” boy barefoot and in pants,
Jeanette MacDonald of the flaming hair and lips and long, long
neck,
Sue Carroll as she sits for eternity on the damaged fender of a
car
and smiles, Ginger Rogers with her pageboy bob like a sausage
on her shuffling shoulders, peach-melba-voiced Fred Astaire of
the feet,
Eric von Stroheim, the seducer of mountain-climbers’ gasping
spouses,
the Tarzans, each and every one of you (I cannot bring myself
to prefer
Johnny Weissmuller to Lex Barker, I cannot!), Mae West in a
furry sled,
her bordello radiance and bland remarks, Rudolph Valentino of
the moon,
its crushing passions, and moonlike, too, the gentle Norma
Shearer,
Miriam Hopkins dropping her champagne glass off Joel
McCrea’s yacht,
and crying into the dappled sea, Clark Gable rescuing Gene
Tierney
from Russia and Allan Jones rescuing Kitty Carlisle from Harpo
Marx,
Cornel Wilde coughing blood on the piano keys while Merle
Oberon berates,
Marilyn Monroe in her little spike heels reeling through
Niagara Falls,
Joseph Cotten puzzling and Orson Welles puzzled and Dolores
del Rio
eating orchids for lunch and breaking mirrors, Gloria Swanson
reclining,
and Jean Harlow reclining and wiggling, and Alice Faye
reclining
and wiggling and singing, Myrna Loy being calm and wise,
William Powell
in his stunning urbanity, Elizabeth Taylor blossoming, yes, to
you
and to all you others, the great, the near-great, the featured, the
extras
who pass quickly and return in dreams saying your one or two
lines,
my love!
Long may you illumine space with your marvellous
appearances, delays
and enunciations, and may the money of the world glitteringly
cover you
as you rest after a long day under the kleig lights with your
faces
in packs for our edification, the way the clouds come often at
night
but the heavens operate on the star system. It is a divine
precedent
you perpetuate! Roll on, reels of celluloid, as the great earth
rolls on!
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario