martes, 24 de noviembre de 2020

john cage / cuatro poemas










89

Uno de los libros de Suzuki
termina
con el texto
poético de un monje japonés
que describe su alcanzar
la iluminación.
El último poema dice:
“Ahora que estoy
iluminado,
soy tan desdichado como siempre. “
 
~

143

Cuando Vera Williams se enteró
de que coleccionaba
hongos salvajes,
les dijo a sus hijos
que no tocaran nada
porque todos eran
mortalmente venenosos.
Algunos pocos días después
compró bifes
en Martino’s y
decidió servirlos
cubiertos con hongos.
Cuando
empezó a cocinar los hongos,
los chicos
dejaron de hacer lo que
estaban haciendo y la miraron
atentamente.
Cuando sirvió
la cena,
todos se pusieron a llorar.
 
~

62

Schöenberg siempre se quejaba de que
sus alumnos americanos no trabajaban
lo suficiente.
Había una chica en
particular en la clase que,
en verdad,
casi no
hacía absolutamente ningún trabajo.
Un día el
le preguntó por qué ella
no hacía nada más.
Ella respondió,
“No tengo
tiempo.” Él dijo,
“¿Cuántas
horas tiene el
día?” Ella respondió,
“Veinticuatro.”
Él dijo,
“Absurdo:
un día tiene
tantas horas
como las que pongas en él.”
 
~
 
44

Durante una clase de contrapunto en
U.C.L.A., Schöenberg
envió a todos al pizarrón.
Teníamos que
resolver un problema particular que
nos había dado y recién darnos vuelta
cuando hubiéramos terminado para
que él pudiera comprobar la
exactitud de la solución.
Lo hice como indicó.
Dijo,
“Está bien.
Ahora encontrá otra
solución.” Lo hice.
Dijo,
“Otra.” De nuevo encontré
una. De nuevo
dijo, “Otra.”
Y así.
Finalmente yo dije,
“No hay más
soluciones.” Él dijo,
“¿Cuál es el principio
que subyace a todas las soluciones?”

***
John Cage (Los Angeles, 1912-Nueva York, 1992)
Versiones de Patricio Grinberg

/

89

One of Suzuki’s books
ends
with the poetic
text of a Japanese monk
describing his attainment of
enlightenment.
The final poem says,
“Now that I’m
enlightened,
I’m just as miserable as ever.”
 
~

143

When Vera Williams first noticed
that I was interested
in wild mushrooms,
she told her children
not to touch any of them
because they were all
deadly poisonous.
A few days later
she bought a steak
at Martino’s and
decided to serve it
smothered with mushrooms.
When she
started to cook the mushrooms,
the children
all stopped whatever they
were doing and watched
her attentively.
When she served
dinner,
they all burst into tears.

~

62

Schöenberg always complained that
his American pupils didn’t do
enough work.
There was one girl in
the class in particular who,
it is true,
did almost
no work at all.
He asked her
one day why she
didn’t accomplish more.
She said,
“I don’t have
any time.” He said,
“How many
hours are there in the
day?” She said,
“Twenty-four.”
He said,
“Nonsense:
there are as many
hours in a day
as you put into it.”

~

44

During a counterpoint class at
U.C.L.A., Schöenberg
sent everybody to the blackboard.
We were to
solve a particular problem he
had given and to turn
around when fi nished so that
he could check on the
correctness of the solution.
I did as directed.
He said,
“That’s good.
Now fi nd another
solution.” I did.
He said,
“Another.” Again I found
one. Again
he said, “Another.”
And so on.
Finally, I said,
“There are no more
solutions.” He said,
“What is the principle
underlying all of the solutions?

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