*
De pie sobre llamas, tu zapato negro oprime una campanilla de plata,
grupos de palabras dejan caer su saludo feliz, mensajeras del Sur, mariposas;
levantas tu velamen de pájaro marino sobre las colinas ardidas de sol,
arrastrando una sombra azul, como cabellera.
Así, dadivosa de los pensamientos y su flor mineral,
hecha dolor por tu voz que es moneda de cristal sombrío y caballo de oro:
los niños sangrientos, las mujeres y el rojo corazón de los soldados,
rayan en tus rodillas el emblema solemne de sus estandartes.
El otoño ha templado tu lengua de cuerdas profundas,
tus ojos adivinan la polémica del futuro, parada en el hombro del transeúnte:
los puños rojos de la idea alumbran tu mano y tu índice,
tu mano, vela ciega en alta mar, conducida por vientos náufragos.
Mi canción de espigas trenzadas con auroras,
se desborda de rosas de vidrio y peces pálidos, bestias y diamantes de amaneceres,
recógela en tus labios que siembran mitos
para devolverla al corazón monumental de las multitudes.
~
El sueño de las algas
*
En mi abanico de coral están pintadas las rutas perdidas del mar,
en mi abanico de coral.
Los recuerdos que duermen en los cajones de caoba,
peinan sus cabellos de algas submarinas con una peineta de humo,
grabada por un duende amarillo
que fue poniendo, en cada diente, un beso de la aurora.
Luminosa está la arena y los pies desnudos de la luna la aumentan dulcemente.
Las palabras del mar suben con la marea:
algas, peñón, gaviotas, faro, barcos, espumas y olas,
soberanas, femeninas e infinitas olas!
EL SUEÑO DE LAS ALGAS, guarda un secreto
escrito en siete perlas color de cuento azul,
cuando las mujeres entran desnudas a la seda del océano.
~
Lenguaje sin palabras
*
Venía escribiendo tu nombre en hojas de amaranto,
tu nombre espada y cruz y océano de cadencia y tumulto marino,
cuando perdí la llave única,
entre reliquias, espejos, palomas y corazones rotos...
y ahora, escrito está en el correr de muchas aguas.
¡Salir del sueño, pisar lozas quebradas y arañas que escriben los muros,
beber rocío amargo de albas despeinadas,
volverse como las monedas con sello eterno en la espalda,
y después, de nuevo, con tentáculos de alma enferma
ir acariciando la apariencia del mundo muerto y de la muerte!...
Sobre la idea el YO, como oscuras hojas de yedra,
a pesar de mí misma, a pesar del dolor variable de las estaciones,
construyendo realidades indescriptibles, brotadas tan solo como quitasoles sin historia,
en el regazo ardiente de mi conciencia.
Monólogo defensivo, gota de alma que cae desde un telón de fondo,
piedra de río negro y tardío entre azules cóncavos,
piedra que viene a caer y a chocar contra mi esqueleto,
precisamente, en este instante en que las ventanas no existen.
Giro a la ribera de mi organismo,
porque las golondrinas escuchan mi pensamiento,
invadido y sangrante de aquella historia
de rosa de fiebre que se liquidan entre los labios.
Palabras que, por cabalgar la verdad,
alcanzan la ficción y se anticipan, amargas,
a la verificación de los olvidos;
(yo quisiera llevaros por mis palabras,
que se hacen palabras entre las palabras,
y con las cuales voy queriendo hacer este nudo
de cadenas e interrogaciones).
Detener la marea, que inunda, sola y oscura,
encauzar el espíritu disperso,
aprender' a mirar cómo el águila es posible que mire lo invisible.
Cuando el dolor justifica el papel rojo,
ya es más del mundo y menos del fantasma tenebroso,
que no habrá de hundirse jamás en las tinieblas.
¿Habéis sentido alguna vez el ruido en soledad hecho,
de unos recuerdos humanos por las galerías,
esos pasos que a la hora del sol gotean luz, en los castillos que no existieron,
y pasión frente a los tableros redondos,
donde se incendian las pupilas más vencidas?
Mi paisaje por eso es negro:
cortinajes y academias pesadas de tiempo y alfombra polvorosa,
desteñidos sillones de azul muelle, tornasolados,
mariposas de eterno temblor, intactas, en donde el azahar no madura,
ritmo entre la oscuridad y lo oscuro.
Describo mi trayectoria,
como música tibia, presencia, pena, pan de visita triste,
lágrimas como uvas de sombra,
detenidas en el extremo sutil de las pestañas,
¡cómo me apodero entonces de la noche sorda,
coagulada de nieblas!
Todas las horas asumen un solo color,
una sola temperatura, una sola cadencia, y un solo eco,
clavado en las estrellas.
Por eso, abro, también, la ventana
y mi mano,
como un pájaro celeste se equilibra, surge, aletea, cae,
trazando un círculo debajo del ciclo y muere,
¡oh! como el símbolo secreto, abracadabrante y desnudo
de la obsesión ramificada,
personalmente inútil, rota, extendida, con negras perlas de crimen.
El papel recoge tumultuosas visiones
que desmigajan la narración sin hilación aparente...
escudos que son letreros cavernosos
en una superficie incolora, que van agrandando,
el volumen de la desesperación.
Vivo, quemándome,
vivo pisando cenizas ardientes.
El sol del Verano hiere mi piel contemplativa.
El dolor es una flor de sombra.
Y cierro la ventana a las moscas de metal amarillo que me golpean.
Intermitente, agobiada, presurosa,
salí de la niñez dolorida,
a la adolescencia atormentada, en donde el deseo mordía la llama del deseo,
y ahora: hijos en faena.
"Había una belleza
de hogar claro, sano, florido de yuyos puros y alondras,
pero un día la manchada,
se revolcó en las auroras del tiempo
y asechó y escarbó
y destiló un veneno de culebra sin título
en el corazón del hombre:
la mentira cubría la estampa pintarrajeada
de engaño."
Camina por aquí, por ahí,
la veo, la oigo, veo aquellos ojillos pequeños
debajo del dibujo trunco,
el ademán aceitoso de mulata,
la nariz pinchada,
por los dientes parejos de animal con dientes,
en los que quebraba la sonrisa maldita...
¡Oh! tanta ceniza derramada por la satánica ceniza,
pacotilla que enloda las altas montañas del sueño,
nuevo azul de quimera, que emerge, nuevo,
y tu desamor a la siga de los manantiales,
¡oh! girasol frente al muro,
otros hongos, otra aurora de fuego, con otros remotos porvenires,
y tu recuerdo, de codos en el balcón,
frente a frente al camino,
-racimo de aguas negras en clara agua de olvido.
TODAS LAS HORAS ASUMEN UN SOLO COLOR,
UNA SOLA TEMPERATURA, UNA SOLA CADENCIA Y UN SOLO ECO,
CLAVADO EN LAS ESTRELLAS.
Feliz canción fugaz anida en la ventana,
es el amor que llega de perfil, realizando su estampa aguda,
audaz como otras veces, sombra de sombras,
acurrucado en mis rodillas, solapado, cruel, angustiado.
Recuerdos que debieron echar llamas, muriendo;
pero la hermosa mentira, que es verdad,
crece su reserva sentimental en los terrenos devastados,
aventados al vendaval.
Mi manuscrito es claro, con los brazos abiertos,
como el cielo por la mañana:
"Ya estoy aquí, decías, de nuevo, yo, adentro de ti;"
pero yo veía tu cara y no tu alma,
y no podía creer que podía creer lo que miraba,
porque estaba dividida en dos racimos,
de sol y sombra, en dos racimos dividida.
Y las palabras se hacían plumas al caer
sobre mi resignación de manantial herido.
Muchos siglos que los ojos dormidos, que son los míos,
guardarán tu ser cambiado,
aquellas noches lúgubres de la Primavera que murió en Primavera,
llenas del horror de tu delirio,
la noche ya doblada y ese interminable coche
que te traía a través del espanto.
Lejanamente, en la inútil presencia del pasado,
sonámbula, tratando de salir a la superficie de un sueño.
Nunca ya habré de borrar el asombro
y el amargo y funeral sabor de lo indescriptible.
"Nuestro amor venía de antes
y su tiempo debería haberse medido
después de morir."
Sólo un presente me invade íntegra,
¿dónde empezó la verdad, esta verdad, y dónde la verdad tronchada?
¿comprendéis lo amargo de la juventud
que envejece el espíritu?
"Estabas confuso y oscuro, esperándola,
la inquietud de la culpa del alma te hacía discontinuo,
te gritaba en el rostro, el bruto,
la llamaban tus involuntarios terrores,
y la sorda voz del equivocado;
sin comprender aun, lo que comprendía, como se comprende el llanto,
yo te miraba."
"Uncida a la puerta de la puerta,
sentía venir el horror
apretando el corazón contra el muro
que temblaba."
"Y caí a la pasada de la desgracia,
porque tiritaba la tierra de adentro,
herida en el vientre."
¡Qué extraña la palabra "SOL," el Dios del mundo!
¡siento que resurges desdoblándote, entre tus estadios y ferreterías,
como si te miraras en tus abismos!
Escucho cimbrarse en lontananza
mis sueños rotos -velas de un querido navío perdido-
veo los ruidos negros del viento,
absorbiendo los miedos, los muertos entre los cerezos,
y aquel ardiente olor tibio de las abejas,
en el minuto en que mis pies pudieran fotografiar lo último,
cuando los candelabros esmaltan la sombra...
***
Winétt de Rokha (Santiago de Chile, 1892-1951)
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