viernes, 30 de noviembre de 2018

yves bonnefoy / la lluvia de verano









             I

El más querido y no por eso
Menos cruel
De todos nuestros recuerdos, la lluvia de verano
Repentina, breve.

Salíamos, y era estar
En otro mundo
Nuestras bocas se embriagaban
Del olor de la hierba

Tierra
El manto de la lluvia se extendía sobre ti.
Aquello era como el seno
Que hubiese soñado un pintor.

                II

Y de pronto en el cielo
Percibíamos
Ese oro que la alquimia
Había buscado tanto.

Lo tocábamos, brillante
Sobre las ramas bajas,
De aquello amábamos el gusto
Del agua, sobre nuestros labios.

Y cuando recogíamos
Ramas y hojas secas
Ese humo al final de la tarde, brusco, ese fuego,
Era también el oro.

***
Yves Bonnefoy (Tours, 1923-París, 2016)
Versión de William Guaregua

/

La pluie d'été

*

I

Mais le plus cher mais non
Le moins cruel
De tous nos souvenirs, la pluie d’été
Soudaine, brève.

Nous allions, et c’était
Dans un autre monde,
Nos bouches s’enivraient
De l’odeur de l’herbe.

Terre,
L’étoffe de la pluie se plaquait sur toi.
C’était comme le sein
Qu’eût rêvé un peintre.

II

Et tôt après le ciel
Nous consentait
Cet or que l’alchimie
Aura tant cherché.

Nous le touchions, brillant,
Sur les branches basses,
Nous en aimions le goût
D’eau, sur nos lèvres.

Et quand nous ramassions
Branches et feuilles chues,
Cette fumée le soir puis, brusque, ce feu,

C’était l’or encore.

jueves, 29 de noviembre de 2018

volha hapeyeva / tres poemas










al despertarte por la mañana tratas de recordarme
como una regla gramatical semiolvidada
recuerdas que hubo algo y te da lástima
pero qué era y qué régimen tenía
después de mí en la cabeza
quedan solo las terminaciones incorrectas
acento erróneo
y se ha ido la pronunciación
igual que mi inspiración
para repetir en cada carta
que no me escribo con mayúscula

~

parece que a sabiendas intento estar sola
mi amor aúlla como un perrito bajo la lluvia
tal vez tenga miedo pequeñito
de quedarse solo en la calle oscura y sombría
conmovida por la compasión le traigo papilla y huesos
sintiendo que no le dejen entrar en casa
y no puedo echarle una mano… la oreja de van gogh
en el cielo son inútiles los hitos
muy lejos en el cielo es lo mismo que muy profundo en el agua
y da miedo porque no hay límites
y se esta muy libre porque no hay fronteras
el toldo de color zanahoria pero lo quitan
y no sé si a los pájaros les importan los colores
es bien sabido que las casas son más duraderas
pero parece que las tiran también
lo amarillo combinan con demasiada frecuencia con lo azul
aunque no he visto un girasol este año
prefiero el matiz de turquesa últimamente
y como nunca antes es difícil comprar un vestido
negro
aunque estoy segura de arrepentirme en el otoño
salen más lunares en el cuerpo qué podría significar esto
resulta que me gustan cocinas no sólo de color blanco
es más fácil aplastar un insecto que molesta dormir con un folleto
que ir corriendo por el vaso taparlo y al meter una hoja de papel
llevarlo a la ventanilla para meterlo en libertad es tan difícil
salvar la vida de cada insecto
su sangre está en mis manos
nunca podré llegar a ser una budista
paciencia tolerancia paciencia
tolerancia paciencia tolerancia

~

mi disciplina
no aguanta horarios
ni notas en las agendas
escritas con letra meticulosa.
mi disciplina es una pluma indócil
que rompe la estática de una imagen
sacando de quicio al fotógrafo petrificado en un rincón del lienzo de boticelli
como un ángel rubio
aunque se puede pensar en dirección del viento
destrozando celosamente al prójimo.
mi disciplina no plancha camisas,
es dormilona
y a menudo llega tarde a las citas
y después sufre por eso acusándome a mí.
le diría que el rencor es un galán poco fiable
y le propondría esperar a antón o ciklamena
dicen por ahí que son personas reales y buenos mozos
pero callo
porque mi disciplina no admite consejos en absoluto
se siente victoriosa en la ciudad del sol
y yo como una desaparecida
y sólo en ciertos lugares
nos dejamos libre una a otra
tomamos café o vino tranquilamente al mediodía
fingiéndonos que no conocemos una a otra.


***
Volha Hapeyeva (Minsk, 1982)
Versiones de Vasil Pasenka

/

прачнуўшыся раніцай спрабуеш мяне ўзгадаць
як падзабытае граматычнае правіла
памятаеш што нешта было і шкада
але што і якое там кіраванне
пасля мяне ў галаве
застаюцца няправільныя канчаткі
парушаны націск
і з’ехала вымаўленне
як і натхненне ў мяне
паўтараць у кожным лісце
што я не з вялікай

~

нібы я наўмысна імкнуся да адзіноты
маё каханне шчанё пад дажджом скуголіць
бо страшна малому адному
на вуліцы цёмнай і змрочнай
пранікнуся жалем і вынесу кашы ды костак
адчую правіну што ў дом яго не пускаюць
а я і зрабіць нічога не ў сілах…вуха вангога
таму што ў небе якія там арыенціры
далёка ў небе гэта як калі вельмі глыбока там пад вадою
і вусцішна – бо без межаў
і вольна – таму што без краю
морквавы парасон, але яго прыбіраюць
і я не ведаю наколькі птушкам істотны колер
дамы вядома ж болей трываюць
але здараецца што і іх зносяць
жоўтае неяк занадта часта злучаюць з сінім
сланечнікаў я аднак не бачыла ў гэтым годзе
адценне туркусу цяпер у мяне ў пашане
і як ніколі раней цяжка набыць сукенку
чорную
хоць ведаю восенню або зімою ўжо пашкадую
радзімак на целе становіцца болей што гэта значыць
аказваецца я люблю не толькі белыя кухні
мятлушку што замінае спаць прасцей прышлёпнуць буклетам
чым бегчы за шклянкай накрываць яе і прасунуўшы аркуш паперы
несці да форткі каб выпусціць так складана
жыццё ратаваць кожнай асобнай мятлушцы
рукі мае ў крыві
будысткай не стаць мне
цярпенне цярплівасць цярпенне
цярплівасць цярпенне цярплівасць

~

мая дысцыпліна
не церпіць раскладаў,
занатовак у штотыднёвіках
выведзеных ахайным почыркам.
мая дысцыпліна – непаслухмянае пёрка,
што парушае статычнасць кадру
і нярвуе фатографа застылага дзесь на палатне батычэлі
светлагаловым анёлам
хоць можна думаць у кірунку ветру
і раўніва руйнаваць сабе падобных.
мая дысцыпліна не прасуе кашуляў,
любіць паспаць і часта запозна
з’яўляецца на сустрэчы,
а потым перажывае праз гэта і вінаваціць мяне.
я б сказала ёй што асуджэнне – кавалер ненадзейны
і прапанавала б чакаць на антона або цыкламену
кажуць гэта рэальныя людзі і з імі можна мець справы
але я маўчу
бо мая дысцыпліна зусім не прымае парадаў
у горадзе сонца яна пачуваецца пераможцай
а я – зніклай без вестак
і толькі ў некаторых мясцінах
мы адпускаем адна адну
і спакойна п’ем каву або віно а 12 дня
робячы выгляд, што
незнаёмыя.

miércoles, 28 de noviembre de 2018

sayaka osaki / dos poemas













Suihanki [arrocera eléctrica]

*

Aunque debo haber tenido mi pintor favorito, se me olvidó
Aunque debo haber tenido mi canción favorita, se me olvidó
Sin poder hacer nada, me puse a cocer el arroz en el Suihanki aunque no me gustan esas malditas Suihankis
Nadie puede saber qué tiempo hacía el día de su nacimiento
Nadie puede hablar con quien murió el día de su nacimiento
Decidí creer en lo que alguien enseñó después
y salí en busca del papel de baño, que se me acabó

Mientras buscaba la manera de resistir, anochecía
Mientras ponía todos mis esfuerzos en sobrevivir, amanecía
Como no podía acordarme de qué iba a decir
tomé tu mano, ya que estabas respirando ante mis ojos
Las palabras que anotas en tu cuaderno de doble página y las del libro que me hizo llorar no son las mismas

Aunque te parezca extraño
me sentí tan feliz por eso que me puse a reír
Acerca del tiempo del día de tu nacimiento lo contaré como me dé la gana
Acerca de la persona que murió el día de tu nacimiento lo contaré con exageraciones y errores
Al principio me creerás enteramente y te sorprenderás y luego te decidirás por no tener buenas creederas
El hecho de que no me creas
me reconforta a mí, quien vive con el Suihanki
No perderé la calma aunque olvide mi cuadro favorito Tendré confianza en mi alma salvaje

Encima de la estera azul ponemos
las bolas de arroz y los productos cotidianos, traídos por cada uno y dices que es como el Hanamí
mientras vives tu vida

/Versión de Eiko Minami y Ximena Sánchez Echenique

~~~

Los que fabrican tinieblas

*

Esta persona reparaba tinieblas.
Reparar tinieblas es fácil y cualquiera puede hacerlo.
Mucha gente deseaba conseguir trabajo de reparación de tinieblas. Creo que yo también soñaba con conseguirlo.
Después pasó largo, muy largo tiempo.
Esta persona reparaba tinieblas.
Hizo un buen trabajo por aquel entonces
y su nombre se divulgó entre las personas relacionadas con la reparación. A mí también me enseñaron su nombre.
Pensé que quería verle algún día. Quise verle y tocar sus manos.
Conseguí un trabajo relacionado con la reparación. Esta persona reparaba tinieblas.
Las tareas relacionadas con la reparación eran diversas y yo trabajaba y trabajaba, todos los días, todo el día
hasta cansarme tanto que casi no pude levantarme al despertar las mañanas.
Sin embargo continué con mi trabajo relacionado con la reparación esperando tareas relacionadas con la reparación de tinieblas.
Pasaron muchos, muchísimos años.
Un día esta persona fue a morir acurrucadita en su taller de reparación de tinieblas.
Me enteré de eso en mi taller y lloré a gritos sin cesar.
Nunca le había visto.
Nunca le había mandado un email. Nunca me había dedicado a las tinieblas.
Me miraban furtivamente las personas relacionadas con la reparación. Al final, alguien dijo que ya podíamos irnos.
Dejé mi trabajo relacionado con la reparación.
Al día siguiente me llegó una postal que me encargaba
la reparación de una tiniebla.
Desde entonces empecé a reparar tinieblas. Fue un trabajo fácil y además apasionante.
Fue un trabajo que no quisiera enseñar a nadie.
Yo reparaba tinieblas estropeadas que había reparado esta persona. Ya hacía mucho tiempo que murió esta persona.
Un día yo fui a morir alargadita en mi taller de reparación.
Unas personas lloraban a voces para mí pero no oí ninguna de sus voces.
En cambio
al cabo de un rato apareció esta persona.
Me alargó su mano derecha con sonrisa pícara
para darme una herramienta que tenía una forma extraña. Nos estrechamos las manos rápidamente.
Y en seguida
nos fuimos derecho a nuestros respectivos talleres donde se fabricaban las tinieblas.

/Versión de Azusa Tanase y Ernesto Pérez Zúñiga

***
Sayaka Osaki (Kanagawa, 1982)

martes, 27 de noviembre de 2018

sharon olds / tres poemas










Amor

*

Habría imaginado que era algo que sentíamos.
Habría asegurado que fue eso lo que sentimos
ese día, en la capital
de su juvenil provincia—cómo no podríamos
haberlo sentido, en nuestra cama de hotel,
entre gritos por esas verdes cuchillas del pasto.
Luego, débiles rodillas,
pensé que lo sentía cuando me pregunté
si le importaría adentrarse en el pueblo por su cuenta.
Sabía que allá encontraría pena, senderos,
el aislamiento de un niño tallado en el desgastado marfil.
Quién nos arrastraría hacia la cama una segunda vez ese día,
Quién recibiría-daría ese beso sin detenerse
hasta gritar—fui yo, señor, fui yo, mi señora,
pero pensé que todo lo habíamos hecho
ante los ojos del amor. Así que solo
se internó en la infancia de muertes,
en heladas aguas, mientras yo entre ronroneos
me recostaba en aquella cama de peonías.
La habitación fue el puente de mando en un barco,
ventanas asomándose al puerto,
a través del grueso y fino cristal groenlandés,
contemplé la ciudad portuaria,
enrollé, serpenteé, luego lancé
un lento latigazo con la mayor felicidad de mi cola,
dejé que entrara en la fría bruma,
me recosté luego me estiré
sobre la maldita camilla del amor.
Lo dejé a la deriva en los encantados laberintos de sal.
Esperaba que donde sea  que estuviéramos,
nuestro amor fuera duradero—
hasta en nuestra separación y soledad, enamorados
—incluso ese témpano apenas afuera de la boca,
el blanco jade, su palidez, su inclinación,
le pertenecían al amor, igualmente nosotros.
Así lo hubiéramos afirmado.
Sus hendiduras internas se desvanecieron, se opacaron,
se tiñeron de violeta y dorado, mientras pasaba la tarde,
y hubo plumas que preservó y anidó en su interior,
quizá el cordón de una bota,  medio cascarón de charrán,
un zapatito de bebé, el pececillo del amor
tal euforia permanente en las entrañas.

~~~

Inmencionable

*

Hoy observo al amor
de otra manera, hoy sé que no
poso bajo su luz. Le pregunto a mi
casi-ya-no-más esposo qué se siente cuando
no se ama, pero no quiere hablar al respecto,
desea tranquilidad en este final.
A veces siento que ya
no estoy allí—para posarle en ese paisaje
de treinta años, ni a las campiñas del amor.
Siento una invisibilidad,
neutrón en la oscura cámara sepultada en el acelerador
de una milla, donde lo que no se ve
es inferido por lo visibles.
Cuando suena la alarma
lo acaricio, mi mano se piensa cantarina
que se entona con su cuerpo,
tal fuera su piel quien alcanza su nota más alta,
tenor de altas vértebras,
barítono, bajo, contrabajo.
Quiero preguntarle, ahora,
Qué se sentías cuando me amabas,
—cuando me observabas ¿Qué percibías?
Cuando me amaba contemplaba el mundo
desde el interior de una profunda morada
tal pozo o madriguera. Al medio día
alzaría su mirada para contemplar el brillo de Orión
—cuando pensé que me amaba, cuando creí
que duraríamos unidos más que un suspiro,
por un continuo instante,
dulce de fémur y piedra,
la solidez. No muestra ira, tampoco yo,
pero en destellos de humor
todo es cortesía y horror.
Un minuto ha pasado, pregunto,
¿Todo esto tiene que ver con ella?
Él  responde, No, tiene que ver contigo,
a ella no debemos mencionarla.

~~~

Locos

*

Habría dicho que él y yo estábamos locos
el uno por el otro, pero quizá mi ex y yo no lo estábamos.
Más bien estábamos cuerdos el uno por el otro,
como si nuestra pasión no fuera personal—
sí lo era, pero eso poco importaba, pues al parecer
no existía otra mujer u otro hombre en el mundo.
Quizá fue un matrimonio planeado,
aire, agua y tierra, nos habrían diseñado
el uno para el otro—y el fuego,
un fuego de placer tal agradable violencia.
Ingresar juntos a esas bóvedas,
tal solemne o risueña pareja con paso formal
o  pelo retorcido y luego el llanto,
evocaban de la tierra y la luna sus senderos
inevitables, e incluso, de alguna forma,
tímidos—juntos contenidos en una timidez,
semejantes en ella. Pero quizá era que
estaba loca por él—En verdad vi esa luz
alrededor de su cabeza cuando llegué después de él
al restaurante—oh por el amor de Dios,
estaba perdidamente enamorada. Mientras los planetas
orbitaban entre sí, llegó la mañana y luego la noche.
Quizá lo que sentía por mí era incondicional,
afecto y confianza temporal, sin romance,
con cariño—cariño mortal. Lo nuestro no fue una tragedia,
fue la comedia del ideal y del error
revelada a fuego lento.
Cuánta precisión de movimiento se requiere
para que los cuerpos viajen por el cielo
a gran velocidad, por tanto tiempo, sin herirse uno al otro.

***
Sharon Olds (San Francisco, 1942)
Versiones de Alain Pallais

/

Love

*

I had thought it was something we were in. I had thought we were
in it that day, in the capital
of his early province —how could we
have not been in it, in our hotel room, in the
cries through the green grass-blade. Then, knees
weak. I thought I was in it when I said
would he mind going out into the town on his own.
I knew there was sorrow there, byways, worn
scrimshaw of a child’s isolateness.
And who had pulled us down on the bed for the
second time that day, who had
given-taken the kiss that would not
stop till the cry —it was I, sir, it was I,
my lady, but I thought that all we did
was done in love’s sight. So he went out by himself
into the boyhood place of deaths
and icy waters, and I lay in that bowl-of-
cream bed purring. The room was like the bridge of a
ship, windows angled out over the harbor —
through thick, smooth Greenland glass I
saw the port city, I curled and sinuous’d
and slow-flicked my most happy tail, and
further into cold fog
I let him go, I lay and stretched on love’s
fucking stretcher, and let him wander on his
own the haunt salt mazes. I thought
wherever we were, we were in lasting love —
even in our separateness and
loneliness, in love —even the
iceberg just outside the mouth, its
pallid, tilting, jade-white
was love’s, as we were. We had said so. And its inner
cleavings went translucent and opaque,
violet and golden, as the afternoon passed, and there were
feathers of birds inside it preserved, and
nest-down and maybe a bootlace,
even a tern half shell, a baby shoe, love’s
tiny dory as if permanent
inside the bright overcast.

~

Unspeakable



Now I come to look at love
in a new way, now that I know I am not
standing in its light. I want to ask my
almost-no-longer husband what it’s like to not
love, but he doesn’t want to talk about it,
he wants a stillness at the end of it.
And sometimes I feel as if, already,
I am not here—to stand in his thirty-year
sight, and not in love’s sight,
I feel an invisibility
like a neutron in a cloud chamber buried in a mile-long
accelerator, where what cannot
be seen is inferred by what the visible
does. After the alarm goes off,
I stroke him, my hand feels like a singer
who sings along him, as if it is
his flesh that’s singing, in its full range,
tenor of the higher vertebrae,
baritone, bass, contrabass.
I want to say to him, now, What
was it like, to love me—when you looked at me,
what did you see? When he loved me, I looked
out at the world as if from inside
a profound dwelling, like a burrow, or a well, I’d gaze
up, at noon, and see Orion
shining—when I thought he loved me, when I thought
we were joined not just for breath’s time,
but for the long continuance,
the hard candies of femur and stone,
the fastnesses. He shows no anger,
I show no anger but in flashes of humor,
all is courtesy and horror. And after
the first minute, when I say, Is this about
her, and he says, No, it’s about
you, we do not speak of her.

~

Crazy

*

I’ve said that he and I had been crazy
for each other, but maybe my ex and I were not
crazy for each other. Maybe we
were sane for each other, as if our desire
was almost not even personal—
it was personal, but that hardly mattered, since there
seemed to be no other woman
or man in the world. Maybe it was
an arranged marriage, air and water and
earth had planned us for each other—and fire,
a fire of pleasure like a violence
of kindness. To enter those vaults together, like a
solemn or laughing couple in formal
step or writhing hair and cry, seemed to
me like the earth’s and moon’s paths,
inevitable, and even, in a way,
shy—enclosed in a shyness together,
equal in it. But maybe I
was crazy about him—it is true that I saw
the light around his head when I’d arrive second
at a restaurant—oh for God’s sake,
I was besotted with him. Meanwhile the planets
orbited each other, the morning and the evening
came. And maybe what he had for me
was unconditional, temporary
affection and trust, without romance,
though with fondness—with mortal fondness. There was no
tragedy, for us, there was
the slow-revealed comedy
of ideal and error. With precision of action
it had taken, for the bodies to hurtle through
the sky for so long without harming each other.

lunes, 26 de noviembre de 2018

osvaldo lamborghini / soré, resoré









I

Hay que cuidar la relación del doble con el cuerpo.
Tantos, por perder el doble
sin nada se quedaron, como la intención
de decir, o con esa intención.
Precisamente y vaga,
que nada hubiera fuera de eso,
de ese ras ras:
quitado el doble nada.
¿Caminaría yo por esas arenas de ardor?
Si no supiera de antemano
que hay una boca y que hay un jarro.
Esperando. Indiferentes. A quien llegue
o se eluda ad hoc. Señalando.
Señalando su distancia. Indiferencia,
fuera de todo teatro
acrado.
¿Caminaría yo?
Por esas arenas de ardor.
Hay que cuidar, es preciso.
Que el doble (él)
a cada rato venga con su certificado de presencia.
¡Yo he conocido mujeres
ya entontecidas de parir!
Cuidar incluso que esté en el ahijuna, en breve.
Sin desesperaciones por el gasto,
hasta cuidar incluso el gesto:
el terror nace, pare cuando se pega un salto violento
hacia atrás y él, doble, no está
(¡oh, te quiero ver!).
En Roma,
en el templete circular de Hermes Chano,
adoraban el ovo de la magnolia
el bien rallado sobre un vientre de mujer.
El doble (él) era un rayo de luz sangre,
púrpura se decía: “Un rayo luz
púrpura sangre”. Generalmente,
las máscaras consiguientes se ausentaban
para que él, doble, produjera intente
su laxo andar sobre la cal del muro.
Y sólo sobre la cal.
Y sólo sobre la cal.
Sobre la magra película cal.
Caminaba y acre,
y las máscaras yacían, pero no donde yo yazgo
sino refundidas como yo
sin el salto prudencial del rasgo
y en tanto el pincel, el pincel,
untado de azul
traza un color.
¿Caminaría yo por un César que me descabezara?
Se entiende que el rayo se efuminaba
tras la cal, sobre la cal
mas sin tallar el muro
ni atraparse para efigie del clam.
Yo lo he visto entre clavos de orgasmo.
Olor. Investidura.

II

Soré y Resoré, divinidades clancas de la llanura,
como vientos opuestos o en otro decir, encontrados,
otrora se posesionaban por entero de la atmósfera
y le imprimían su cadencia
(que ellas también como tejer
por tejer su brisa se les daba:
alguna vez la palabra erradicar).
Eran, Soré y Resoré, divinidades. Allá, oh allá,
como una sola copla andaban
gratoneando casi en un plano de delito,
entre ellas remirándose.
Y poseían el rallo.
Orei, no cabe la nostalgia.
Pero entonces cabe y entonces, vamos,
qué duda cabe.
Es un hueco en la esfera no del entendimiento.
Es un hueco.
Orei haría
haría,
falta toda una ciencia de suplir
que no tenemos, o tengamos. O un arte,
que tenemos, o.
Yo no he adivinado aún,
al menos,
las estatuas de Soré y Resoré,
Orei:
de la llanura clancas divinidades.
Están con sus compadres, los ecos.
Viven la vida intensa y eterna de las ratas
pero en una esfera externa donde la caña,
la pulpa misma del concepto
vanamente tratado de omitir,
nubla la mirada y añuda
a cada griego con su sabra
—no saber, ¡tan caray!—
y a cada orador con algo, con un halo.
Orei, ¿adivinar las estatuas,
los erigidos monumentos?
Pero dónde y cómo, mi amigo (sin nostalgia).
¡Si ésta es una llanura de lo más llana!
Si es el mesmo concepto desenrollado
como un despliego de la pulpa mesma
sin ninguna clase de prominencias.
Oh no, Orei:
“Naides es más que naides”.
Y nada se avizora,
a fuer de un comentario de barbijo.
Ni siquiera la llanura llana.
Idolillos que se van contaminados
y cunde el escenario
Y ahora el viento
Y ahora un dibujo guanaco
Para escupir la cara
Y ahora un heraldo mensajero amante enviado
a la ciudad de los patentes muros
(más paja aún que adobes),
descubre que soy nadie y no naides
o menos ni menos que naides.
Así andaba la cosa en el momento de poner
cuando al fin comprendía a mis compadres.
Estaba el hombre tras la reja del bar
con la tranquila copa en la mano.
Bebía seguramente su caña o su durazno y acrado
se partía en el lacre de un envío seguro,
seguro sin reenvío posible:
pero él era, o al menos estaba.
Y en la esfera no del entendimiento,
sin recordar bien (y menos pensar)
me acerqué con paso calmo,
intentando a lo sumo yo
entrenarme en los andares laxos:
ver y a ver
si podía revertirme, con un movimiento inverso,
en la misma condición del rallo.
Gritó
“¡Rayo!” acentuándolo. Y fuese
fuese redundante tras la bruma de la caña
(jamás he visto tan tranquilos pasos),
o disimulado por la sombra mal habida del durazno.
Y ésta es la reja del entrechocar:
lo mesmo.

***
Osvaldo Lamborghini (Buenos Aires, 1940-Barcelona, 1985)

domingo, 25 de noviembre de 2018

gary snyder / la cama en el cielo













La moto repiquetea     por las calles desiertas
camino de casa a la una de la mañana
        placas de hielo brillan bajo la luna
                      las sorteo por un paso seguro

La luz aterida y desnuda se vierte
llenando la cuenca sobre Kioto
        y la llanura
                      un vago ensueño glaciar

Desde aquí ciento cincuenta kilómetros limpios
el cementerio detrás
        Namu     Amida     Butsu
                      cincelados diez mil veces

Las ruedas revientan los charcos de barro
las colinas al norte brillan blancas
        debería quedarme fuera     solo
                      a ver la luna la noche entera

Pero la cama está llena tendida oscura
te abrazo y me hundo en el calor
        mi estómago contra tu vientre

                      siente moverse a nuestro bebé

***
Gary Synder (San Francisco, 1930)
Versión de José Luis Regojo

/

The Bed in the Sky

*

Motorcycle strums         the empty streets
Heading home at one a. m.
                   ice slicks shine in the moon
                                     I weave a safe path through 

Naked shivering light flows down
Fills the basin over Kyoto
                   and the plain
                                     a ghost glacier dream

From here a hundred miles are clear
The cemetery behind
                   Namu     Amida     Butsu
                                     chiselled      ten thousand times

Tires crackle the mud-puddles
The northern hills gleam white
                   I ought to stay outside    alone
                                     and watch the moon all night

But the bed is full and spread and dark
I hug you and sink in the warm
                   my stomach against your big belly

                                    feels our baby turn

sábado, 24 de noviembre de 2018

tamara kamenszain / dos poemas










No puedo narrar

*

No puedo narrar.
¿Qué pretérito me serviría
si mi madre ya no me teje más?
Desmadrada entonces me detengo
ante un estado de cosas demasiado presente:
ser la descuidada que la cuida
mientras otros la descuidan por mí.
Son personas que me sobran
y la gramática se torna un escándalo
cuando ella que olvidó las palabras
adelanta su bebé furioso
con el fin de decirlo todo
aunque no se entienda nada.

---

Destino

*

Dónde estará lo que sigue
me pregunto
mientras lo que quedó atrás
se parece
a un barril sin fondo
en el que es imposible buscar
un indicio para este futuro
que viene cabalgando lentamente
como una flecha de esas
que siempre van a dar en el blanco
aunque hagan un trayecto sinuoso
que a los ojos de ciertos ingenuos
puede parecer
errado.

***
Tamara Kamenszain (Buenos Aires, 1947)

viernes, 23 de noviembre de 2018

néstor perlongher / por qué seremos tan hermosas













Por qué seremos tan perversas, tan mezquinas
(tan derramadas, tan abiertas)
y abriremos la puerta de calle
al monstruo que mora en las esquina,
o sea el cielo como una explosión de vaselina
como un chisporroteo,
como un tiro clavado en la nalguicie.

Por qué seremos tan sentadoras, tan bonitas
los llamaremos por sus nombres
cuando todos nos sienten
(o sea, cuando nadie nos escucha)
Por qué seremos tan pizpiretas, charlatanas
tan solteronas, tan dementes

Por qué estaremos en esa densa fronda
agitando la intimidad de las malezas
como una blandura escandalosa cuyos vellos
se agitan muellemente
al ritmo de una música tropical, brasilera.

Por qué seremos tan disparatadas y brillantes
abordaremos con tocado de plumas el latrocinio
desparramando gráciles sentencias
que no retrasarán la salva, no
pero que al menos permitirán guiñarle el ojo al fusilero

Por qué seremos tan despatarradas, tan obesas
sorbiendo en lentas aspiraciones
el zumo de las noches peligrosas
tan entregadas, tan masoquistas,
tan hedonísticamente hablando

Por qué seremos tan gozosas, tan gustosas
que no nos bastará el gesto airado del muchacho,
su curvada muñeca:
pretenderemos desollar su cuerpo
y extraer las secretas esponjas de la axila
tan denostadas, tan groseras

Por qué creeremos en la inmediatez,
en la proximidad de los milagros
circuidas de coros de vírgenes bebidas y asesinos dichosos
tan arriesgadas, tan audaces
pringando de dulces cremas los tocadores
cachando, curioseando.

Por qué seremos tan superficiales, tan ligeras
encantadas de ahogarnos en las pieles
que nos recuerdan animales pavorosos y extintos,
fogosos, gigantescos.

Por qué seremos tan sirenas, tan reinas
abroqueladas por los infinitos marasmos del romanticismo
tan lánguidas, tan magras

Por qué tan quebradizas las ojeras, tan pajiza la ojeada
tan de reaparecer en los estanques donde hubimos de hundirnos
salpicando, chorreando la felonía de la vida
tan nauseabunda, tan errática.

***
Néstor Perlongher (Avellaneda, 1949-San Pablo, 1992)

jueves, 22 de noviembre de 2018

propercio / de "elegías"



I, 1

Cintia, fue ella la primera, me atrapó con su mirada,
pobre de mí, que fuera antes inmune a los deseos.
Bajó Amor luego la altivez constante de mis ojos
y aplastó mi cráneo bajo el peso de sus pies.
Llegó a enseñarme a rehuir a las chicas honestas,
malvado, y a vivir sin sentido.
Y este furor mío no remite todo un año,
aunque me fuerzo a tener a los dioses contra mí.
Milanión, sin rehuir, Tulo, esfuerzo alguno,
sometió la fiereza de la impasible Jásida.
Pues ya erraba insensato por los valles Partenios,
e iba a enfrentarse con las fieras hirsutas;
él, incluso, herido por la clava de Hileo,
gimió su dolor por las rocas Arcadias.
Logró así dominar a la chica veloz:
Implorar vale tanto en amor como una heroicidad.
En mi caso, Amor inepto no pergeña ya artimañas
ni sabe. como antes, seguir senderos seguros.
Mas vosotras, que exhibís la falacia de que os lleváis la luna
y os esforzáis en fuegos mágicos rezando encantamientos,
¡Cambiad, venga ya, el pensar de mi dueña
y haced que su rostro palidezca más que el mío!
Así he de creer que estrellas y torrentes
podéis conducir con cantos Citeinos.
Y vosotros, que me ayudáis tarde en mi caída, amigos,
buscadle un remedio a mi corazón enfermo.
Hierro y fuegos crueles aguantaré fuerte,
si, al menos, puedo expresar libremente mi ira.
Llevadme entre pueblos recónditos, llevadme por mares,
donde mujer alguna sepa mi paradero:
Vosotros quedáos, que un dios os atiende con fácil oído,
y vivid para siempre por parejas en controlado amor.
A mí, nuestra Venus me somete a noches de amargura
y Amor, en calma, no se va de mí un momento.
Guardáos, os lo advierto, de este mal; controle a cada uno
su cuita y no cambie el objeto de su amor constante.
Que si alguien tarda en prestar atención a mis consejos,
¡Con qué dolor profundo ha de pensar en mis palabras!

I, 2

¿Qué sacas de andar, vida mía, con el pelo enjoyado
y ondular pliegues trasparentes en túnica de Cos?
¿Qué de esparcir por tu cabeza mirra del Orontes
y hacerte tributaria de modas extranjeras,
perder tu encanto natural con afeites comprados
sin dejar que brille tu cuerpo por sus propios méritos?
Créeme, no exige maquillajes tu belleza:
no gusta a Amor desnudo quien amaña su presencia.
Mira qué colores emite la tierra radiante,
cómo nacen mejor las hiedras por su cuenta
y crecen las matas más robustas en valles solitarios
y el agua sabe seguir su curso sin ayuda.
En la playa, atrae el colorido de sencillos guijarros
y las aves cantan bien dulcemente sin normas.
Febe, la Leucípida, no apasionó así a Castor,
ni su hermana Hilaira a Pólux, con afeites;
ni a Idas le enconó otrora con Febo su pasión
por la hija de Eveno, a orillas de su padre;
ni se atrajo su marido Frigio con falso candor
Hipodamia, llevada sobre ruedas extrañas:
Mas sus rostros presentábanse libres de gemas,
cual se exhibe el color en las tablas de Apeles.
No ansiaban vulgarmente atraerse amantes:
bastante belleza les daba su modestia.
Yo no temo ya ser para ti más vil que todos esos:
Si una chica gusta a un hombre bien ornada está;
sobre todo si Febo te dona sus poemas,
Calíope su lira Aonia de buen grado,
y tus palabras seductoras tienen gracia especial,
todas esas cosas que aprueban Venus y Minerva.
Con ellas, serás siempre lo más grato de mi vida,
mientras te hastíen esas míseras ostentaciones.

I, 3

Cual yació, al zarpar la nave de Teseo,
lánguida la Cnosia en la playa desierta;
cual durmió su primer sueño la Cefea
Andrómeda, ya libre de las duras rocas;
cual Edónida cansada de danzas incesantes
cae sobre el césped Apidano;
vi a Cintia respirar muelle quietud
reposando su cabeza sobre manos indolentes.
Yo arrastraba ebrios efluvios por abusar de Baco,
blandían antorchas los esclavos en la noche cerrada.
Sin perder el sentido por completo, probé a acercarme
a ella y me senté dulcemente en su cama;
y, aunque me impulsaban, arrastrado por un doble ardor,
a la vez Amor y Líber, dos crueles dioses,
a deslizar mi brazo con cuidado y tocarla inconsciente,
a disponer mis fuerzas e iniciar a besos el combate,
no osaba turbar la calma de mi dueña,
por miedo a sus broncas de fiereza bien probada.
Mas seguía yo quieto mirándola con ojos atentos,
como Argos los cuernos extraños de la Ináquida.
Ya me quitaba guirnaldas de la frente
y las ponía, Cintia, en tus sienes.
Ya me entretenía en retocar tus cabellos deslizados
y dejaba algún fruto furtivo en la palma de tu mano.
Derrochaba toda clase de presentes a tu sueño ingrato,
presentes que, al volverte, rodaban a veces de tu regazo;
cuantas veces emitías suspiros con gesto inusual,
creía, preocupado por vanos auspicios,
que alguna pesadilla te causaba insólitos temores,
que alguien, por la fuerza, te obligaba a ser suya.
Hasta que la luna pasó ante tus ventanas,
luna aplicada de minuciosa luz
y abrió con sus rayos ligeros tus apretados párpados.
Y me dijo con el codo apoyado en su blando lecho:
«¿Por fin te devuelve a mi cama la ofensa de otra,
que te ha echado de casa y te cierra su puerta?
¿Dónde has consumido largas horas de mi noche,
ay de mí, hasta cansarte, al fin de las estrellas?
¡Así llegues a pasar, rufián, las mismas noches
que siempre me haces soportar, pobre de mí!
Poco ha que engañaba mi sueño con hilo púrpura
y cantaba, rendida, después con la lira de Orfeo;
entretanto, abandonada, me quejaba en susurros
del tiempo que pasas tantas veces en amores extraños:
luego el sopor me llevó desfallecida en sus alas felices.
Así acabó la cuita de mis lágrimas.»

***
Propercio (Antigua Roma, entre 50–45 a. de C. - luego del año 15 a. de C.)

miércoles, 21 de noviembre de 2018

gloria gervitz / fragmento de ventana









(...)

En las migraciones de los claveles rojos donde
    revientan cantos
de aves picudas y se pudren las manzanas antes del
    desastre
Ahí donde las mujeres se palpan los senos y se tocan
    el sexo
en el sudor de los polvos de arroz y de la hora del té
Flujo de enredaderas a través de lo que siempre es lo
    mismo
Ciudades atravesadas por el pensamiento
Miércoles de ceniza
La vieja nana nos mira desde un haz de luz
Respiran estanques de sombras, llueve morados casi
    rojos
El calor abre sus fauces
Abajo, la luna inunda la calle
Estamos en la fragilidad de la corteza del otoño
En el parque rectangular
en la canícula, cuando los colores claros son los más
    conmovedores
Después de Shajarit
olvidadas plegarias, ásperas
Nacen vientos levemente aclarados por la oración,
    bosques de pirules
Y mi abuela tocaba siempre la misma sonata
Una niña toma una nieve en la esquina de una calle
    soleada
Un hombre lee un periódico mientras espera el
    camión
Se fractura la luz
Y la ropa está tendida al sol. Impenetrable la sonata
    de la abuela
Tú dijiste que era el verano
Oh música
Y la invasión de las albas y la invasión de los verdes
Abajo, gritos de niños que juegan, vendedores de
    nueces
respiración de rosas amarillas
Y mi abuela me dijo a la salida del cine
sueña que es hermoso el sueño de la vida, muchacha

Bajo el sauce inmerso en el verano solo la
    impaciencia se demora
Dóciles nubes descienden hacia el silencio
El día se disipa en el aire caliente
Estalla el verde dentro del verde
Bajo el grifo de la bañera abro las piernas
El chorro del agua cae
El agua me penetra
Es la hora en que se abren las palabras del Zohar
Quedan las preguntas de siempre
Me hundo más y más
La luz late desordenadamente
En el vértigo de Kol Nidrei antes de comenzar el gran
    ayuno
En los vapores azules de las sinagogas
Después y antes de Rosh Hashaná
En el color blanco de la lluvia en la Plaza del
    Carmen
mi abuela reza el rosario de las cinco
Y al fondo precipitándose
el eco del Shofar abre el año

En la vertiente de las ausencias al noreste, en el
    estupor
desembocan las palabras, la saliva, los insomnios
y más hacia el este
me masturbo pensando en ti
Los chillidos de las gaviotas. El amanecer
la espuma en el azoro del ala
El color y el tiempo de las buganvilias son para ti
el polen quedó en mis dedos
Apriétame. Madura la lluvia
tu olor de violetas acidas y afiebradas por el polvo
las palabras que no son más que una oración larga
una forma de locura después de la locura
Las jaulas donde se encierran los perfumes, las
    alegrías interminables
la voluptuosidad de nacer una vez y otra, éxtasis
    inmóvil
Muévete más. Más
Eres más aterradora que la noche
Me dueles
Fotografías casi despintadas por la fermentación del
    silencio
Corredores abiertos
Tu respiración aplasta el verano
Y la fiebre enrojeció otros cielos
Las terrazas lustradas se oscurecieron con las acacias
Y en la cocina los platos recién lavados
las frutas secas, los almíbares
En la crecida de los ríos
En la noche de los sauces
En los lavaderos del sueño desde donde se desprende
    ese vaho
de entrañas femeninas inconfundible y anchuroso
te dejo mi muerte íntegra, intacta
Toda mi muerte para ti
¿A quién se habla antes de morir? ¿Dónde estás?
¿En qué parte de mí puedo inventarte?
Ciudades de hilo, carreteras que llevan siempre al
    principio
Milagros amontonados en la cal
de la iglesia de Santa Clara en Guanajuato
Flores de tinta en un hebreo luido saliéndose de los
    rollos de la Torah
Nada se mueve
Se me están perdiendo los días, van resbalando
    despacio
los va apretando la migraña
No me encuentro. Ni siquiera tengo cirios para velar
    mi muerte
ni siquiera sé las palabras del Kadish
Ya no tengo brújula. Estoy abrazada al aire
¿Dónde se rompen los latidos?
¿Con qué se desprende este último pedazo de sueño?
Y la casa amarrada a un árbol, amarrada al viento
Las hojas y su sombra de ópalo
Espiral de ecos
Reverberación
Somos lo que pensamos
Pensamiento atrás del pensamiento
Regresan las grullas
abren con sus alas el silencio
instantáneas flores blancas en un cielo vacío]

(...)

Ahora estoy en un paisaje de zenzontles
Cada vez estoy más cerca
Cuando posea esa inmensidad
apenas tendré fuerza para despertar en la brevedad
    de la muerte
La luz golpea el aire. Estamos donde los colores se 
    abren
Son días largos y apretados como la migraña.
Y todo se repite
Los árboles desamarrados
La noche se deshace
¿Y después?
Lo único verdadero es el reflejo del sueño que trato
    de fracturar
pero que ni siquiera me atrevo a soñar
continuo plagio de mí misma
Y el lugar del encuentro es sólo tiempo. Todo no es
    sino tiempo
Allá donde unas cuantas buganvilias en un vaso de
    agua
bastan para hacernos un jardín
Porque morimos solos. Y la muerte es apenas el
    despertar
de este sueño primero de vivir y dijo mi abuela a la
    salida del cine
Sueña que es hermoso el sueño de la vida, muchacha
Se oxida la lumbre de las veladoras
y yo, ¿dónde estoy?
Soy la que fui siempre. Lo inesperado de estar
    siendo
Llego al lugar del principio donde comienza el
    comienzo
Éste es el tiempo
Es el tiempo de despertar
La abuela enciende las velas sabáticas desde su
    muerte y me mira
Se extiende el sábado hasta nunca, hasta después,
    hasta antes
Mi abuela que murió de sueños
mece interminablemente el sueño que la inventa
que yo invento. Una niña loca me mira desde
    adentro
Estoy intacta

(...)

           Recomienzo
No es en la oscuridad de la fe
Es en la duda
                                               ¿Por qué no llueve?
Jamás regresaré
Y lo aquí vivido se perderá para siempre

Afuera el aire se adelgaza
                                   El verano comienza a pudrirse
No se puede hablar de lo que realmente importa
Se arreglaba igual que cuando muchacha
                            Las cejas delineadas con lápiz
                            ¿La boca muy roja entre las arrugas
¿Seré yo esa mujer?
Era casi todavía joven con el miedo de ser nadie
Y el deseo era monótono y negro como una caja de
    laca china

(...)

Una gaviota aletea en el cemento
Luz fría en las habitaciones recién pintadas
                                                  Huellas de fotos
Mis muertos son tan reales como yo. Les hablo en
ruso y en yiddish. Casi me he olvidado del español
¿Qué son las palabras? Sigo confusa, sigo viva
Como antes, cuestiono mis días. Soy la que. La
muchacha que lloraba abrazada a su madre muerta
sigue llorando dentro de mí

Queda un manojo de flores en un vaso de agua
La oscuridad de los armarios, la ropa impecable, las
    baldosas pulidas
Los espejos están colgados alto para verse apenas la
    cara
Cada objeto está en su lugar. Camino en las orillas
Ya no tengo prisa
Anochece. No me canso y barro una y otra vez
El polvo se enrosca como un animal

           ¿Y hacia dónde avanzo con el pie sobre el
    corazón?

(...)

Bébeme como si fuera agua
                                            Derrámame
Del manto de la virgen se desprenden palomas
Llueve                                 Llueve dentro de la casa

Escena en blanco y negro
(en realidad no pasa nada estoy en el mismo lugar)
No me dejes ir
                         No me quiero ir
Los lirios recién cortados comienzan a asfixiarse en el
    vaso de agua
                                                          Dame tus manos
Sus manos eran secas y demasiado grandes
                                                             Quisiera rezar
Pero no sé rezar

Dime ¿por qué te escondes atrás de la migraña
    cuando te hablo?
El silencio cerrado como una iglesia después de llover
Despierto en el sueño pero es tu sueño
Estamos unidas por las mismas culpas, la misma
    rutina, el mismo polvo

Miedo de acabar como aquellas mujeres viejas,
viviendo en un cuarto de hotel, las medias de
algodón enrolladas, hablando sólo de sí mismas
¿de qué otra cosa hemos hablado alguna vez?

¿Me escuchas?
                                             ¿Me escuchas?

Siempre fuiste la más hermosa
Nadie más tuvo importancia
                                                           Oh maligna
Destiérrame
Déjame ir
Ten piedad de mí
Tú que me has consolado
Ayúdame a olvidarte

Aleteos en el vidrio de la ventana

¿Me oyes?
¿Estás todavía conmigo?
                     ¿Eres acaso mi propio eco?

Estoy en el mismo lugar. El mismo lugar donde todo
    comenzó
Donde se comienza. Donde todo comienza
Ya casi en el olvido la misma cara entre las manos
Ella la misma muchacha aunque apenas si todavía
    una muchacha

Abro las persianas, cierro las persianas. Se pone la
    mesa
Se limpia la mesa
Enciendo las luces. Apago. Doblo la ropa, desdoblo,
    doblo
El mismo polvo, la misma estación seca y larga
Los frascos vacíos y vueltos a llenar por si tú vienes
Todo está en orden
Todo en orden siempre por si un día quieres venir
Cualquier día, cualquier otro día. Te espero
Caen las hojas, cae el viento
Caigo
Arrúllame
                        Envuélveme

Y si un día, si un día no estás ahí para responderme,
    si no vienes
Si dejas para siempre estas habitaciones que
    desempolvo para ti
Que arreglo para ti
               Y esto ¿tiene importancia?

Me haces daño
                           Suéltame
No me quites lo que he aprendido por mí misma

Las mujeres se sientan en el suelo
                                   Yo digo Kadish por ti y por mí
Las palabras están gastadas como esas piedras con
    el mármol gastado por los besos
                               Madre de Dios ruega por nosotros

Y ella que vino desde Kiev
Ramo de flores apretado contra el pecho
Vida para ser vivida en un tiempo más largo
‒No fuimos a Canadá porque nos dijeron que era
    muy frío
Salimos en tren. El barco lo tomamos en Ámsterdam
Nunca más me embarcaré en aquel mar tan soñado
Oh madre que olvidé
En esta hora y en la hora de nuestra muerte
Adonai Eloheinu Adonai Ejad
Adiós
Adiós
Oh madre
Adiós

(...)

¿Oyes mi llanto?
¿Oyes mi llanto que te cubre como una tela?
Rásgala
Rómpeme
Cúbreme con tus cenizas
Libérame

Espero las noches como un animal amarrado que
    patea, patea

Y te acuso
Pero de qué puedo culparte
            ¿Cómo hubiera podido ser de otro modo?

El oráculo se cumple

Déjame ir
Suéltame
No regreses
No quiero quedar atrapada en tu sueño sin poder
    despertar
                     ¿Hacia dónde ir?
Llego sólo al lugar del principio
Regreso para besar tu pulso
Para caer de rodillas
Devotamente beso las arterias de tus manos
Oh madre ten piedad de mí
Oh madre misericordiosa
Ten piedad de mí
Sostenme
Derrótame pero dame tu consuelo

Apoyo mi cabeza de niña
Toco tu corazón
Cierro los ojos
Estoy atada a ti como el ahogado a la piedra
       anudada a su cuello
Ya no tengo miedo
No puedo hundirme más abajo de tu corazón

Llévate la luz
            Noche

(...)

Y no hubo tiempo porque esperé otra cosa, otra
palabra, la impronunciada, la inoída y nos dispersamos
en la rutina y nos hicimos viejas, ni siquiera sé si este
rostro arrugado que miro eres tú o soy yo y las
palabras que no dijimos, las verdaderas, las que sí
decían, quedaron tensadas en aquel sueño del que no
pudimos despertar. Escúchalas. Ahora que ya no
estás, déjame decirte

                                                  ¿Eres tú la que llora?

(...)

La noche desova pequeñísimas estrellas
                                             Al fondo pared
                                                                    Ventana
Al noroeste mujer y silla
                                     Voz
Ojos abiertos
                     De espaldas mujer vieja sentada
Pelo corto
                 Nuca desnuda
                           Cabeza ligeramente hacia un lado
Luz líquida en la respiración
                                        No voy a mirar hacia atrás
Estoy hecha a la rutina de despertar cada mañana
                                  Ruido de madera y de pájaros
¿Por qué me despertaste?
                             Sólo hablamos de nosotros mismos
Sin moverse escucha
                            El sol se extiende a través del vidrio
Me tengo todavía a mí
                                 Pero ¿quién va a recordar esto?

(...)

Hay grillos en el borde de la tarde
                                   No hay noches
Duermo en la memoria
                       Escondida en el camisón, sólo mi cara
                                       Abro los ojos
Nada, nadie
                          Yo, todavía yo
Yitgadal veyitkadash shʼme raba

Estoy más lejos
            ¿Puedes verme?

Quiero despertar

Por el momento manos y pies quedan en la misma
    posición
Doblo el camisón y lo guardo

           Por qué no abrir los ojos en la oscuridad
           En la propia oscuridad como al principio

Entonces abrí la ventana

***
Gloria Gervitz (Ciudad de México, 1943)

martes, 20 de noviembre de 2018

coral bracho / sobre las mesas: el destello













                                                            El rizoma, como tallo subterráneo (...)
                                                            tiene, en sí mismo, muy diversas for-
                                                            mas: desde su extensión superficial
                                                            ramificada en todos sentidos, hasta su
                                                            concreción en bulbos y tubérculos.
                                                                  El deseo es un creador de realidad
                                                            (...) produce y se mueve mediante 
                                                            rizomas,
                                                                  Un rasgo intensivo comienza a ac-
                                                            tuar por su cuenta...

                                                                                Deleuze y Guattari, Rizoma


En la palabra seca, informulada, se estrecha
rancia membrana parda ((decir: fina gota de aceite para el
brillo matinal
de los bordes, para la línea
tibia, transitada que cruza, como un puro matiz, sobre
el vasto crepitar, sobre el lomo colmado,
bulbo —una gota de saliva animal:
para las inflexiones, para el alba fecundada (caricia)
que se expande a la orilla, como una espuma, un relieve;
un pelaje frutal— una llaga de luz, un hilván: para
los gestos aromados al tacto, a la sombra rugosa, codiciante;
una voz, una fibra desprendida —un vellón— al azar de las
gubias, del frote (plectro),
Tientos
y el idioma capilar de los roces en el cuenco lobular
de los cuerpos. Púrpura
en la raíz;
una esponja, una lima, un espejo
axilar: y en los ecos,
la estatura:
una alondra: Rimas en los espliegos;
hielo: por la grupa liminal, tersos belfos inquietos.
Valva pilosa,
alianza, en el vuelco; plexos y el tendón:
un ardor, una punta sinovial en los goces veteados: ductos
a la pálida cima oculta;
una astilla, una cinta (gato)
un embrión para el bronce de espesuras rampantes,
intimables;
un hervor, una turba despeinada, una espora:
Caudas entornadas al auge de un sabor inguinal. Sobre las
crines; coces:
En las hormas habituales, impugnadas, de estar, en sus
zagas humosas, ovulantes:
          un carámbano exacto,
                    un candil.
Riscos.
y en los pliegues enlamados, los atisbos de estar,
en sus médanos acres:
higos perlados; risas;
un limón en las orlas incitadas
rasgar: con almohazas vidriantes, inaudibles (vino prensil,
          hirsuto)
con espinas el temple, las pezuñas;
carcajada chispeante entre los bulbos
escrutados, las urracas;
          fósforos, guiños, ecos
          en la tenaza; salta
          la perdiz.
La perdiz: ave fresca, abundante, de muslos gruesos;
acusado dimorfismo sexual. Sus plumas rojas, cenicientas,
encubren. Salta en parábola eyecta sobre las fresas;
aleteante calidez. Tiene los flancos grises (Las fresas
bullen esponjadas, exhalan —de sus fieltros de amapola,
de entresijo verbal—, la lejía delectante), las patas finas,
el vuelo corto; corre (los sabores umbrosos, apilables)
con rapidez.
          Abre sus belfos limpios:
el jugo moja y perfuma su atelaje; en su piel
de escozores ambiguos, ávido ciñe el grácil,
respingante; lúbrico abisma el néctar
simultáneo; estupor; estupor anchuroso
entre los brotes atiplados;
hincar, en las corvas deslumbrantes, erectas.
En los bíceps, los escrotos; Fúlgidos, agrios. Trotes.
          Alentado a las ancas
alumbradas; cadencias; ritmos convexos; malvos paroxismos:
          de bruces
entre las hondas resonancias. Pedúnculos emprendibles
bajo el cinto:

Libar desde las formas borboteantes; la lengua entre las
texturas engranadas, las vulvas
prístinas en sus termas; lluvia a los núcleos
astillados; rizomas incontenibles entre los flujos, las
pelambres exultadas, espumantes, de estar;
bajo las riendas fermentables, las gualdrapas. Embebido
en las blandas, extensivas. Desbordado.
Volúmenes irascibles entre la paja exacerbada, germinante.
          Vital,
inmarcesible en sus impulsos abruptos, suave y matizado en
          sus ocres,
su esplendor, a las yemas; único a las pupilas
restregantes.
Desbandada encendida entre los surcos, las pimientas, los
          indicios; densa
y exaltable en sus puntas: al olfato. Ráfaga
mineral. Un renglón, un cabús, un polvito; Gárgola.
Una hormiga en las crestas hilarantes, por los muslos,
el vientre; en las palabras)) tensas, enturbiadas,
se estrecha, ronca membrana ((cítricas. La estridencia
          perpetrable en los lindes))
parda; su red empaña ((en los ápices lubricados, el pistilo.
—Su voz: saboreando, exhibiendo, despojándolo— Luz;
en los espacios excitables, el acto sedicioso. Labial,
embarnecible bajo el índice fresco, su tersura; prensan.
Magnetismo atizado hasta el exceso degustable,
el rechinido. Vértices las cosquillas.
—Acedando, exprimiéndolo— en rupturas desbocadas,
expresivas. Vórtice. Entre los fierros, los erizos,
el instinto. Roedores inexpugnables
entre los hilos, las escuadras, el cedazo. Un terrón,
un respiro lanceolado, un prurito.
Rastrear bajo las zonas apiñadas, intensivas.
Nudos papilares entre la yerba. Sobre las mesas: el destello.
Un punzón, un insecto en las palabras)) lentas, empalmadas
          ((entre las grietas,
las cesuras, en las bridas. Súbitos y lascivos las concentran —Su
voz: separándolo, abriéndolo, eligiendo— ciñen y cohabitan en
los filos espejeantes) huecas; su costra opaca (entre los gritos,
las cernejas, los resquicios. Estar:)

———————————————————————————————————
* Esto es un corte de rizoma visto al microscopio; la perdiz es una
célula de papa. Lo demás aparece o forma parte del paisaje: búsquese
en él lo alusivo a la libido de los caballos.

***
Coral Bracho (Ciudad de México, 1951)

lunes, 19 de noviembre de 2018

josé lezama lima / un puente, un gran puente









En medio de las aguas congeladas o hirvientes,
un puente, un gran puente que no se le ve,
pero que anda sobre su propia obra manuscrita,
sobre su propia desconfianza de poderse apropiar
de las sombrillas de las mujeres embarazadas,
con el embarazo de una pregunta transportada a lomo
de mula
que tiene que realizar la misión
de convertir o alargar los jardines en nichos
donde los niños prestan sus rizos a las olas,
pues las olas son tan artificiales
como el bostezo de Dios,
como el juego de los dioses,
como la caracola que cubre la aldea
con una voz rodadora de dados, de quinquenios y de animales que pasan
por el puente con la última lámpara
de seguridad de Edison. La lámpara, felizmente
revienta, y en el reverso de la cara del obrero,
me entretengo en colocar alfileres,
pues era uno de mis amigos más hermosos,
a quien yo en secreto envidiaba.

Un puente, un gran puente que no se le ve,
un puente que transporta borrachos
que decían que se tenían que nutrir de cemento,
mientras el pobre cemento con alma de león,
ofrecía sus riquezas de miniaturista,
pues, sabed, los jueves, los puentes
se entretienen en pasar a los reyes destronados,
que no han podido olvidar su última partida de ajedrez,
jugada entre un lebrel de microcefalia reiterada
y una gran pared que se desmorona, como el esqueleto de una vaca
visto a través de un tragaluz geométrico y mediterráneo.
Conducido por cifras astronómicas de hormigas
y por un camello de humo, que tiene que pasar ahora el puente,
un gran tiburón de plata,
en verdad son tan sólo tres millones de hormigas
que en un gran esfuerzo que las han herniado,
pasan el tiburón de plata, a medianoche,
por el puente, como si fuese otro rey destronado.

Un puente, un gran puente, pero he ahí que no se le ve,
sus armaduras de color de miel, pueden ser las vísperas
sicilianas
pintadas en un diminuto cartel,
pintadas también con gran estruendo del agua,
cuando todo termina en plata salada
que tenemos que recorrer a pesar de los ejércitos
hinchados y silenciosos que han sitiado la ciudad sin
silencio,
porque saben que yo estoy allí,
y paseo y veo mi cabeza golpeada,
y los escuadrones inmutables exclaman:
es un tambor batiente,
perdimos la bandera favorita de mi novia,
esta noche quiero quedarme dormido agujereando las
sábanas.
El gran puente, el asunto de mi cabeza
y los redobles que se van acercando a mi morada,
después no sé lo qué pasó, pero ahora es medianoche,
y estoy atravesando lo que mi corazón siente como un
gran puente.
Pero las espaldas del gran puente no pueden oír lo que
yo digo:
que nunca pude tener hambre,
porque desde que me quedé ciego
he puesto en el centro mi alcoba
un gran tiburón de plata,
al que arranco minuciosamente fragmentos
que moldeo en forma de flauta
que la lluvia divierte, define y acorrala.
Pero mi nostalgia es infinita,
porque ese alimento dura una recia eternidad,
y es posible que sólo el hambre y el celo
puedan reemplazar el gran tiburón de plata,
que yo he colocado en el centro de mi alcoba.
Pero ni el hambre ni el celo ni ese animal
favorito de Lautréamont han de pasar solos y vanidosos
por el gran puente, pues los chivos de regia estirpe helénica
mostraron en la última exposición internacional
su colección de flautas, de las que todavía queda hoy un
eco
en la nostálgica mañana velera, cuando el pecho de mar
abre una pequeña funda verde y repasa su muestrario
de pipas, donde se han quemado tantos murciélagos.
Las rosas carolingas crecidas al borde de una varilla
irregular.
El cono de agua que las mulas enterradas en mi jardín
abren en la cuarta parte de la medianoche
que el puente quiere hacer su pertinencia exquisita.
Las manecillas de ídolos viejos, el ajenjo mezclado con
el rapto
de las aves más altas, que reblandecen la parte del puente
que se apoya sobre el cemento aguado, casi medusario.

Pero ahora es necesario para salvar la cabeza
que los instrumentos metálicos puedan aturdirse espejando
el peligro de la saliva trocada en marisco barnizado
por el ácido de los besos indisculpables
que la mañana resbala a nuevo monedero.
¿Acaso el puente al girar solo envuelve
al muérdago de mansedumbre olivácea,
o al torno de giba y violín arañado
que raspa el costado del puente goteando?
Y ni la gota matinal puede trocar
la carne rosada del memorioso molusco
en la aspillera dental del marisco barnizado.
Un gran puente, desatado puente
que acurruca las aguas hirvientes
y el sueño le embiste blanda la carne
y el extremo de lunas no esperadas suena hasta el fin de las
sirenas
que escurren su nueva inclinación costillera.
Un puente, un gran puente, no se le ve,
sus aguas hirvientes, congeladas,
rebotan contra la última pared defensiva
y raptan la testa y la única voz
vuelve a pasar el puente, como el rey ciego
que ignora que ha sido destronado
y muere cosido suavemente a la fidelidad nocturna.

***
José Lezama Lima (La Habana, 1910-1976)

domingo, 18 de noviembre de 2018

denise levertov / la primavera










Los ojos rojos de los conejos
no están tristes. Ya nadie atraviesa
en bote el triste pueblo
dorado. La caída del sol
despejará todo. No es
culpa de nadie si las cortinas
cuelgan torcidas.
Alrededor y alrededor y alrededor
por todas partes el mismo sonido
de ruedas girando y todo
envejeciendo, quedándose
en silencio. No es asunto
de nadie si los perros
se ladran de noche
unos a otros, y en sus ojos
brilla sangre. Ellos tienen
un gran espacio de oscuridad
donde ladrar. Los conejos
enseñarán sus dientes
bajo la luna en primavera.

***
Denise Levertov (Essex, 1923-Seattle, 1997)
Versión de Camila Evia

Fuente

/

The Springtime

*

The red eyes of rabbits
aren’t sad. No one passes
the sad golden village in a barge
any more. The sunset
will leave it alone. If the
curtains hang askew
it is no one’s fault.
Around and around and around
everywhere the same sound
of wheels going, and things
growing older, growing
silent. If the dogs
bark to each other
all night, and their eyes
flash red, that’s
nobody’s business. They have
a great space of dark to
bark across. The rabbits
will bare their teeth at
the spring moon.

sábado, 17 de noviembre de 2018

idea vilariño / dos poemas














Estoy temblando...

*

Estoy temblando
está temblando el árbol desnudo y en espejos
cantando
y cantando está la luna
riendo
sin silencios
la lírica y romántica
flauta y en cielo en hoz
por vez primera
se abren su luz cereza y el estiércol.
No se pueden quejar ni las mañanas
ni el ardiente sopor que por lo estéril
no canto más no canto
ni puedo deshacer en primavera
ni negarla y beber
ni matar sin querer
ni andar a tientas
ya que el aire está duro
y hay monedas locuras
esperando
la marca del el agua
en desazón riendo
riéndose riendo.
Ah si encono si entonces
ya no quiero
ya no pude se pasa nunca alcanza
una ola se vaga la marea
se desconcierta así
y el sol no existe aquí más que en palabras
Pero en cambio en el cielo
caben muchas pero muchas. A veces
se molestan se muerden
en los labios.

~~~

Cuando compre un espejo para el baño...

*

Cuando compre un espejo para el baño
voy a verme la cara
voy a verme
pues qué otra manera hay decíme
qué otra manera de saber quién soy.
Cada vez que desprenda la cabeza
del fárrago de libros y de hojas
y que la lleve hueca atiborrada
y la deje en reposo allí un momento
la miraré a los ojos con un poco
de ansiedad de curiosidad de miedo
o sólo con cansancio con hastío
con la vieja amistad correspondiente
o atenta y seriamente mirarme
como esa extraña vez-mis once años-
y me diré mirá ahí estás
seguro
pensaré no me gusta o pensaré
que esa cara fue la única posible
y me diré esa soy yo ésa es idea
y le sonreiré dándome ánimos.

***
Idea Vilariño (Montevideo, 1920-2009)

viernes, 16 de noviembre de 2018

carmen berenguer / ruinas








La noche no es la noche ideal
romántica de los cantos versallescos
o trinos de pájaros en algún amanecer.
La noche de la novela triste es cuando sus luces
se apagan y aparecen las sombras criminales
en las esquinas de los bares, de las casas,
a los pies de la cama, debajo de las sábanas,
en los colores de los muebles, en la opacidad
de las tablas, detrás de los cuadros, arriba del armario,
en los rincones de la escalera
en este libro,
en medio de estas páginas,
en el temblor de tu sonrisa, en ese espejo del baño,
en el cepillo del pelo, en el olor de tu traje,
en el cubierto de la mesa, en la cajita de música,
en el calcetín; broche de una noche antigua,
en la maleta,
en la página del medio,
en el candor, en la maceta de flores;
detalles del tejido,
y el pañuelo a rayas en el sillón Bauhaus,
en el cuadro de Frida Kahlo, en el retrato de revistas viejas,
en los platos de comida, en el charquicán y el luche,
en los juegos de luces pascueros, en los vasos de vino,
en la ponchera, en el apiao y pajarete, en el chaleco azul,
en el anillo, en el collar de un cuello, en los aretes,
en las página sueltas, aquí mismo,
en el hilo del medio,
en el piso de la cocina, en la heladera,
en la silla de paja, en el jarro de café,
en la azucarera, en la mermelada,
como si arriba, en la cucharita del té,
crochete del estío en la biblia latinoamericana,
en el cantar de los cantares, en el libro de Job y Jeremías.


"Chile aparece como un inmenso caballo muerto, tendido en las laderas de Los Andes bajo un gran revuelo de cuervos".

Vicente Huidobro


Páramo y ruinas,
en el sahumerio,
en el escapulario,
en el sagrado corazón de Jesús,
a la entrada de la casa,
en el póster de psicosis,
en el cuarto,
en la música de Béla Bartok,
en el afiche del cojo Díaz,
en la postal del indio,
en el rostro sudaca,
en estos ojos chinescos,
debajo de todo eso, en las puntas,
como si nada, en los santitos, el el ulpo,

en todo eso,
cuando te acuestas,
cuando te levantas,
cuando miras de reojo,
cuando fijas la vista,
cuando te acercas,
cuando hablas,
cuando callas,
cuando brincas,
cuando te das vueltas
en la mañana,
una hora después,
cuando te agachas,
cuando sudas,
cuando aguantas,
cuando aúllas,
cuando todo eso,


"El poeta inglés pudo decir: "Algo huele a podrido en Dinamarca", pero nosotros, más desgraciados que él, nos veremos obligados a decir: Todo huele a podrido en Chile".

Vicente Huidobro


después de quedarte escuchando las gotas de la llave mala,
después de la lluvia de Julio,
después de Julio,
después del frío,
después de la helada  de invierno,
después de la remesa de Julio,
después de la carta de Julio,
después de las cuentas del invierno,
después de la piel seca del invierno,
después de las noticias del invierno.

***
Carmen Berenguer (Santiago de Chile, 1946)

jueves, 15 de noviembre de 2018

tulio mora / de "cementerio general"









Pascual de Andagoya
(1498- 1548)

Sólo yo supe el nombre de este reino
             por el joven Panquiaco, hijo del cacique
de Comagre: Birú (suave como un beso),
             que corrompió la soldadesca
llamándolo Perú.
             Y a pesar de mi aversión
a las faenas de guerra
             y a la áspera floresta de los trópicos
decidí ser el primero en descubrirlo.
             No me llamare, como el cronista
Oviedo, al relatar mis peripecias,
             un hombre falto de aventura,
ni tendré rubor de volver a confesar
            que renuncié a su conquista
cuando caí de una canoa y me harté
            del agua cenagosa hasta quedar tullido,
si a ello sumó la muerte de mi esposa
            y la cárcel que sufrí en Nicaragua,
admitirán que fue cosa de Dios o del azar
            que no arribase a estas tierras
antes que los socios de Pizarro.
             Lo sé porque a Cuzco fui a morir
y no seguí los complicados jeroglíficos
            del cielo o de los mapas
sino el reguero de cadáveres 
            a todo lo largo del camino,
Si me liberé de cometer
            crímenes atroces y vergüenzas peores
¿qué remordimiento he de guardar
            por mi buena o mala suerte?
Pero le debo el nombre a este país,
            me pertenecen sus sílabas austeras
que aluden al aullido trágico y ventral 
            de un cementerio general.
Eso me echa más culpas que Pizarro.

~~~

Túpac Amaru
(1740- 1781)

Todavía hablan de mí situándome en el centro
             de la imagen -las cuerdas, los caballos,
mi cuerpo que defiende la unidad intacta
             de sus miembros-, y remordidos
prefieren mantenerme ingrávido en el aire.
             Se llenan de frases elegantes al citarme:
Aquí no hay más culpables que tú y yo,
             tú por someter a mi pueblo,
yo por pretender liberarlo.
             Y hasta el horror se les antoja recurrente
al indagar en los folios del castigo
             lo barroco de mi queja: Onze coronas
de hierro con puntas muy agudas,
             que le han de poner en la cabeza…
…Por la parte del cerebro se le introducirán
             tres puntas de hierro ardiendo
que le saldrán por la boca…
            Qué decir de sus sospechas,
siempre irreprochables, al implicar
             en la forma torturada
una metáfora de culpas nacionales
             (el equilibrio entre mi cuerpo indivisible
y el verdugo que quiere fragmentarlo,
             ¿no evoca al equilibrio suicida del Perú,
su imposible armonía?).
              Y se escudan en los mitos y obsequiosos
de palabras fermentan en mis miembros mutilados
              (por los que yo sufro
mientras ellos investigan)
               inconcretables utopías: Cuando su cabeza,
que escondieron debajo de palacio de gobierno,
               se encuentre con sus extremidades,
volverá el tiempo de Inkarrí.
                Y esperan que otra vez Areche me coloque
entre los potros del tormento,
                y el hacha, ya no los animales,
en las diestras manos del verdugo
                separe mis huesos de sus goznes
para encontrar sentido a sus asertos.
                Inútil recordarles a los muertos precedentes:
que mi esposa Micaela caminó hasta el cadalso
                 sin bajar la vista (y eso que llevaba
la lengua hecha un guiñapo y salpicaba sangre
                 en las finas ropas de Matalinares);
que Tomasa Titu se rió de los cuchillos;
                 que el negro Oblitas derramó dos lágrimas,
no por la inminencia de su muerte,
                 sino por lo enojoso de las despedidas;
que, en fin, mis hijos aguardaron con paciencia
             que uno a uno los fueran destroncando.
Prescindible es el dolor para tan eruditas
             reflexiones: ¿abjuré del rey y sus impuestos?
¿Sobreestimé las condiciones subjetivas
              y el carácter de masas de la insurrección?
¿No fui un novato en estrategia?
               Pero al cabo generosos
exaltan mis virtudes
               caras al siglo de las luces:
era un noble arriero que vestía
               de negro terciopelo y cabalgaba un potro blanco
y se sabía de memoria a Garcilaso
              y montaba el drama del Ollantay
antes de entrar en la batalla.
             Un look para el consumo: los cabellos largos
coronados por un sombrero con el pico rombo
             y el ala tiesa y circular -ideal
para levantar turistas en el Cusco.
             Una tentación de los arcanos astrológicos:
Huáscar versus Atahualpa,
             Manco Inca versus Paullu,
Túpac Amaru versus Pumacahua,
             los pares fratricidas -Géminis, sin duda.
Una extravagancia de genealogistas:
             rastrear sangre de mi estirpe
en las cortes de Polonia y Portugal.
             Un recurso del poder:
citar un verso del poema vigoroso de Romualdo
             (querrán matarlo y no podrán matarlo)
cuando la mancha india se arrebata.
              Nada más oportuno para todo
que el agonista prometeico,
              el que muere porque no muere.
Si tanto saben de mi vida y de mi gesta
             ¿por que no revierten mis fracasos
y después me echan en tierra a descansar mi muerte?

~~~

Guillermo Cárdenas
(1928- 1984)

Para mi fueron compuestos
             los Cocaine Blues de Cyril Lefebvre
que en un poster de mi celda
             ofrecía la circunferencia
dulce de su Banjo.
              Para mi fueron cantados
los versos de Cole Porter:
              I got kick for yo.
Tuve clientes más ilustres
              que Freud, Mike Jagger
o el papa León XIII.
              Yo convertí al Perú
en la cocaína exportadora
               más grande del planeta.
Yo pasé de la polvera ejecutiva
               al consumo horizontal
sin bad landing ni adicción.
               Yo introduje mi producto
en aviones de juguete y a control remoto
               que el Time llamó
la audacia tecnológica del crimen.
               Yo ofrecí pagar la deuda de mi país
con una fórmula antiimperialista
               el FMI es al Perú
lo que la coca a EE.UU.
              Me mataron
los modos y los recodos
             de mis socios del gobierno.
En el patio de un motín
              me mataron con la hoja sucia
de un longo verduguillo.
              Rey de los panes,
rey de la madera,
              rey de los cristales
puros y rosados por el éter
              bajo la hierba mis huesos no descansan
porque canta cuando cagan los Zorzales.

***
Tulio Mora (Huancayo, 1948)