miércoles, 18 de marzo de 2020

maricela guerrero / día de precipitaciones









I

Y en menos de que lo cuento: mierda
        un microbús arrancó la facia con faro con defensa,
        asegurada entonces, llegó el ajustador y luego—dos horas después—el
        otro,
        luego que mierda que los dineros, esas cosas de la vida:
        que el deducible, que me lleva el tren y llueve
        y yo que me iba al yoga, de monje tibetana al karma serenar,

la precipitación, días de plumaje lluvioso
        ¿qué se le va a hacer? Un café tres lecturitas y respiraciones
        concéntricas
        así que el dinero va y viene y entre los microbuses se detiene

libros, respira

precipitaciones en incontinencias gramaticales
        acariciables,
        respira
        palabras que se precipitan más cercanas que ajustador que facia que
               faro
        que defensa.


II

Y luego que lo del chevy rojo,

     mucha agua, me digo, ahora se quita: evaporaciones;

     no lleves nada que no amerite el viaje —Kavafís, pienso—

     vamonos pronto, allende el mar de las inundaciones, el frío, no hay

paraguas a la medida de un deseo, sospecho y escurro;

     diluvia todo el santodía

     ni en qué atajarse y el resfriado, flor de melancolía o depresión según la

sintonía histórica de los involucrados,

     probable pero, ¿quién asegura nada? melancolía o depresión:

     café y un aspirina, también:

     la vuelta a casa, en el parabús como en acantilado al borde,

     espera

     uno dos tres micros raudos rápidos y salpicones nos remojan:

     sólo el perro que me orine —también pienso: melancolía o depresión como        uno guste,

     luego que lo del chevy: raudo raudo que pronto que uno se acostumbra a un coche y eso que no nacimos en él ni nos cortó el ombligo.

***
Maricela Guerrero (Ciudad de México, 1977)

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