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El 11 de diciembre de 2025, la comparecencia infinita terminó su fase de actualizaciones diarias. Agradecemos a todxs lxs lectorxs e colaboradorxs. Sin su apoyo no habría seguido adelante este proyecto que nació en abril de 2017 y que vivió un período de inactividad desde el 12 de diciembre de 2018 hasta el 10 de febrero de 2020. Este año homenajeamos también a Jorge Aulicino, escritor y poeta argentino que nos ha dejado el pasado julio, sin el cual no habríamos llegado al formato de actualizaciones diarias. La siguiente fase de la comparecencia infinita será de actualizaciones inusitadas, destellos e intermitencias en la bandeja de correo de cientos de suscriptorxs y de miles de lectorxs. A lxs colaboradorxs pedimos que sigan enviando material, será, como siempre, bien recibido. Volveremos, pero a pequeñas dosis esporádicas. Hasta cuando sea, gracias totales.

miércoles, 18 de marzo de 2020

maricela guerrero / día de precipitaciones









I

Y en menos de que lo cuento: mierda
        un microbús arrancó la facia con faro con defensa,
        asegurada entonces, llegó el ajustador y luego—dos horas después—el
        otro,
        luego que mierda que los dineros, esas cosas de la vida:
        que el deducible, que me lleva el tren y llueve
        y yo que me iba al yoga, de monje tibetana al karma serenar,

la precipitación, días de plumaje lluvioso
        ¿qué se le va a hacer? Un café tres lecturitas y respiraciones
        concéntricas
        así que el dinero va y viene y entre los microbuses se detiene

libros, respira

precipitaciones en incontinencias gramaticales
        acariciables,
        respira
        palabras que se precipitan más cercanas que ajustador que facia que
               faro
        que defensa.


II

Y luego que lo del chevy rojo,

     mucha agua, me digo, ahora se quita: evaporaciones;

     no lleves nada que no amerite el viaje —Kavafís, pienso—

     vamonos pronto, allende el mar de las inundaciones, el frío, no hay

paraguas a la medida de un deseo, sospecho y escurro;

     diluvia todo el santodía

     ni en qué atajarse y el resfriado, flor de melancolía o depresión según la

sintonía histórica de los involucrados,

     probable pero, ¿quién asegura nada? melancolía o depresión:

     café y un aspirina, también:

     la vuelta a casa, en el parabús como en acantilado al borde,

     espera

     uno dos tres micros raudos rápidos y salpicones nos remojan:

     sólo el perro que me orine —también pienso: melancolía o depresión como        uno guste,

     luego que lo del chevy: raudo raudo que pronto que uno se acostumbra a un coche y eso que no nacimos en él ni nos cortó el ombligo.

***
Maricela Guerrero (Ciudad de México, 1977)

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