Mi vida es muy sencilla:
Trabajo en un café
Cada noche en un café distinto
Cuando llega la oscuridad
y se van encendiendo las lámparas me siento en el rincón más oscuro
en una mesa pequeña donde nadie pueda verme
(pretensión ociosa:
A nosotros nadie nos ve:
Heredamos el paciente prodigio de pasar totalmente desapercibidos)
¿Qué hago?
Como ya les dije, lo que hago es muy sencillo
Escucho
Y puedo asegurarles que yo sé escuchar
Esto al menos nadie me lo podrá negar
Lo escucho todo, hasta los silencios
Retengo todas las palabras que se dijeron
La que nunca pudieron decirse
Y aquellas que se dicen de todas las maneras posibles que una palabra se puede decir
Desgraciadamente tengo mala memoria
y nunca recuerdo lo que quisieron decir
Quizás porque ya he renunciado a entender
O simplemente
Porque me lo sé ya todo de memoria
No me las doy de omnipotente ni de ubicuo
Mi percepción va más
que el rebote del último sonido
entre los vasos y las porcelanas
Mi trabajo es muy simple
Pero hay que saber esperar
Y esto sí confieso que me resulta extenuante
Aunque ya no me importa
Simplemente me quedo allí
hasta que la última mesa haya quedado vacía
el último mantel recogido
y las lámparas apagadas para siempre
Entonces me levanto
Y comienzo a barrer todas las palabras
que han caído desparramadas por el suelo
Algunas son fuertes y se resisten
otras se desarman en letras sueltas
Y hay veces cuando el azar provoca las combinaciones más insospechadas
Pero ya sé que en el fondo dicen nada
tengo mi conciencia tranquila
cuando al piso lo he dejado limpio como una página en blanco
Pero tampoco crean que soy perfecto
En realidad no lo soy
¿Cómo lo podríamos ser
si vivimos sólo del aire y la sangre de nuestros semejantes?
Como irremediablemente nadie me mira
cada noche escojo una de aquellas palabras
La recojo con ternura
Con el cuidado de quien siempre supo
que cada simple combinación de letras y palabras
alguna vez
-digo: alguna vez-
prometieron algo
A cada palabra que recojo
la cubro con la palma de mis manos entreabiertas
para que no se enfríe y deje de vivir
A veces despierto feliz
sintiéndola a mi lado
O despierto llorando porque ya no está allí
Pero otras,
las más
ya se han deshecho con la humedad de mi piel
y dejan como llagas viscosas en mi cuerpo
Heridas que tardarán en cerrarse
por lo menos todavía
Hasta que a la noche siguiente
vuelva a sentarme en la mesa más oscura
de cualquier otro café
Y haga lo único que sé hacer:
Escuchar
Escuchar en silencio
Y esperar.
Enrique Giordano (Concepción, 1946)
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