Eso. Eso fue. Así empezó. Eso es. Continúa. Se mueve. Más allá. Nace. Deviene eso y eso y eso. Sigue más allá de eso. Deviene otra cosa. Deviene más. Combina otra cosa con más y sigue deviniendo otra cosa y más. Sigue más allá de eso. Deviene otra cosa diferente a otra cosa y más. Deviene algo. Algo nuevo. Algo incesantemente más nuevo. En el próximo ahora deviene tan nuevo como puede serlo cualquier cosa. Se pavonea. Pasea. Toca, es tocado. Atrapa material suelto. Va haciéndose más y más grande. Aumenta su seguridad al existir como más que él mismo, gana peso, adquiere velocidad, adquiere algo más en su velocidad, adelanta al otro, hace sufrir al otro, que se recoge, se absorbe, se le carga rápidamente con lo que llegó primero, que empezó tan aleatoriamente. Eso fue. Tan diferente ahora que ha empezado. Tan transformado. Ya una diferencia entre eso y eso porque nada es lo que fue. Ya tiempo entre eso y eso, entre aquí y allí, entre antes y ahora. Ya la extensión del espacio desde eso a otra cosa, a más, a algo, algo nuevo, como ahora, en este ahora, fue, como en este ahora es y seguirá siendo. Se mueve. Llena. Ya es lo suficientemente él mismo por dentro como para diferenciar entre exterior e interior. Juega, prueba fortuna, se arremolina. En lo exterior. Y se densifica en el interior. Gana núcleo, sustancia. Gana superficie, refracciones, pasajes, subterráneos, estímulos entre las diferentes partes, libre turbulencia. Da una vuelta, otra vuelta completamente diferente. Gira y se retuerce, es girado y es retorcido. Y sigue una curva de desarrollo. Busca una forma. Indaga en el pasado. Vuelta tras vuelta consigue una nueva vuelta diferente. Es sometido a un tratamiento renovado. Vuelta tras vuelta giran. Gana estructura en su incesante búsqueda de estructura. Variaciones interiores se nutren de materia del exterior. Cambia carácter. Localiza necesidades, reparte funciones existentes entre nuevas funciones. Funciona para funcionar. Funciona para que alguna otra cosa pueda funcionar y porque otra cosa funciona. En cada función una necesidad de nuevas funciones en nuevas variaciones. Desenmascaramiento de un material suelto que todavía vaga como catalizador para todo lo que ya está demasiado firme, lo que ha encontrado su propia inercia interior y ha perdido su inclinación a las relaciones libres. Necesidad de energía ajena para las partes cerradas. Energía inagotable. Impulso extraño. Era eso lo que se necesitaba. Se necesitará. Es lo que fuerza a algo a hacer algo diferente, algo incondicional. Obliga a partir desenfrenadamente. Obliga a lo lento a acelerar. Obliga a que todo suceda. Sucede. Nunca hubiera sucedido sin lo foráneo. Nunca hubiera llegado a ninguna parte sin lo hostil. Eso y eso y eso funcionarían perfectamente, pero sin tensión, sin fuerza, sin poner en juego sus partes simples, sus reglas. Sin impulso. Sin confusión. Sin errores ni divagaciones, sin trampas ni posibilidades. Eso que ganó existencia nunca hubiera conseguido esencia, si lo diferente no hubiera existido y de su excedente no hubiese repartido muerte tan lentamente que parecía vida. Tan diferente ahora cuando sólo parece. Tan transformado. Ya una diferencia mucho más grande entre vida y vida que entre muerte y vida. Ya tiempo que a grandes rasgos sólo se puede medir en vidas. Ya la absoluta desolación del espacio, reducido a cosa. Cautiva en un juego provisional. Reducida a detalles reservados que incesantemente se dividen y se diferencian, buscan lo diferente, buscan la ficción. Giran y se retuercen, se retuercen, se vuelven, giran, dan un viraje fortuito, se inclinan, se comban en expresiones ocasionales, buscan el sistema aparente. Parafrasean. Nutren la gran ambición de las partes individuales: modelar todo o el universo a su propia manera. Quieren parecer otra cosa. No parecerse ya más a sí mismos. Varían pues muy aleatoriamente. Divergen a saltos. Fluctúan difusamente. Modulan, matizan de forma que ellos mismos son modulados, son matizados en el camino. Al azar. A título experimental. Buscan una forma. Forman una forma que forme una forma. Van más allá de eso. Sujetan la ficción. Buscan una no-vida, que no sea muerte. Desempeñan un papel. Son irreconocibles. Se funden en sus papeles y le cierran la entrada al vacío. Se relacionan libremente con lo extraño, lo hostil, haciéndose extraño a sí mismo. Tenerlo por naturaleza. Se refiere a lo hostil haciéndose garante de ello. Lo tiene dentro de sí mismo. Implica eso. Conformidad. Dentro de las reglas del juego colocar la inevitable ruptura con esas reglas como si ello fuese una regla. Como si la muerte inevitable fuese un giro natural. Que sólo necesita ser reformulado correctamente. Muerte, ¿dónde está ahora tu ruptura? Tan diferente ahora que el sistema obliga. Con tanta libertad.
Se quema. Es el sol que se quema. Todo el tiempo que tarda en quemarse un sol. Mucho tiempo antes y mucho después de los tiempos que se miden en vida o muerte. El sol se quema a sí mismo. Se consume. Una vez. Una vez. Intervalos para cuya duración no hay ninguna sensibilidad. Ni siquiera ternura. Cuando el sol se apague, la vida o la muerte llevarán mucho tiempo siendo lo que siempre han sido. Eso. Cuando el sol se apague el sol estará liberado de todo. Y eso. Eso es. Mientras, en el entretanto mientras el sol todavía tenga suficiente excedente como para repartir muerte tan lentamente que parezca vida, durante ese tiempo la vida mantiene la ficción en marcha. Mientras tanto el sol sale, el sol se pone. Alternan luz y oscuridad. Amanece, clarea, deslumbra y sale a la luz del día, listo para ser amortiguado, ensombrecido, enfriado, oscurecido, extraviado. El cielo es provisionalmente cielo, y momentáneamente oscuro. Estrellas marcan las distancias y camuflan el vacío, arden mientras dura. O la oscuridad es completa y el vacío está cubierto con nubes, la oscuridad tapada por la oscuridad, momentánea noche contra un cielo temporal en lugar de nada, recuerda lo que está más adelante que el futuro. Después. Después. Mientras dure. En este ahora. En lo próximo, la distancia se presenta como un relámpago entre oscuridad y oscuridad. Descargas eléctricas, tormentas, química, camuflan lo estático. Este armónico recuerdo de nada, de oscuridad sin oscuridad, de cielo sin cielo y de vacío sin vacío ausente, esta nada, esta armonía de armónicas armonías es camuflada con libertad. La ficción la cubre. Es mantenida fuera de la vida donde el sol sale y el sol se pone. Tan libre como sólo un conflicto formula su modelo estable. Tan patentemente tierno, tan sensible, como sólo una vida formula su duración, sus únicos movimientos. El sol sale. En una llanura de luz pasan las blancas nubes a la deriva. En una avalancha de luz se arremolinan las nieblas incoloras y se condensan en forma de figuras de agua, mundanas, fijas en colores cambiantes. Pasean. Mueven. Y se mueven. Al azar. A título experimental. Buscan una forma. Encuentran un juego. Interpretan un papel, forman un juego, en una fuerte columna térmica continua ruedan los lentos vapores por el cielo como si fuese cuestión de libertad. Entonces es cuestión de libertad. El sol sale y el sol se pone. Un juego sistemático. Un cielo más real.
Duda. Encuentra un lugar en el mundo y duda en otro mundo. Un lugar, por ejemplo, justo el lugar donde el océano Pacífico hace rodar uno dos tres continentes hacia el océano Atlántico y viceversa. Por ejemplo. Pero duda en otro mundo. Se levanta, se lanza a los comienzos, se transforma rápidamente en espuma y la arroja con un montón de refinados detalles. Pero duda en otro mundo. Formula la luz en largos periodos ondulantes, cita el cielo de pasada, reflexiona, teje las brillantes ocurrencias, las expresiones ya coloreadas, pero duda, oscurece, en otro mundo. Pasa a otro extremo y se demora en la resplandeciente superficie, lamé, satén, seda. Y estruja el material. Estático, liso, avanza deslizándose por todo como si eso fuese la totalidad. Pero ¿en otro mundo? Infiltra manchas en lo brillante, despierta un nuevo éxtasis sensible a la luz. Arruga lo liso, pliega lo menguante, se lanza a una huida de sí mismo, la mezcla de los elementos. Agua y aire. Contraluz y luz, lo evidente, fosforescente. El mar, saturado de oxígeno y manchas de sol, desencadena una furiosa tormenta solar en un día tranquilo, encuentra la hiperbólica expresión para huida y se desborda en el séptimo cielo, interferencia entre olas de luz y agua, se desmorona, se hunde bajo la superficie donde el mar descansa bañado en un mar de luz. Pero no quema, es mucho más mortífero que ello, el mar icárico. Otro mundo. P. ej., un mundo de sonidos que es mudo en su propio mundo, silencioso. Un mundo superficial, enfrascado en sí mismo. O un mundo incesantemente efervescente, burbujeante, goteante, en silenciosa anestesia. Un mundo incesantemente inquieto de calmantes, una deslumbrante oscuridad, donde luz y oscuridad se refieren a interferencias ausentes entre luz y oscuridad. Una vida que es mucho más mortífera que eso. Otro mundo que funciona como imagen de la muerte en el mundo. Tan sensible. Ya mucho mayor diferencia entre muerte y muerte que entre vida y muerte. Ya un espacio que en líneas generales sólo puede medirse en muerte. La desolación absoluta de lo ausente limitada a la existencia. Espera. Duda en otro mundo. Preso en su eterno juego. Reducido a detalles incondicionales que incesantemente se unen y reúnen, se consultan, conferencian, combinan, buscan lo condensado. Y buscando la ficción encuentra, p. ej., lo que no tiene sitio. El mar letárgico.
Ha llegado para quedarse. Mientras dure. Ha encontrado su lugar definitivo. Por un tiempo. Ha entrado en formas fijas. (Que podían haberse formado de cualquier otra manera). Se ha anquilosado en frases hechas. (Que podían cambiarse de otra forma, libremente). Se ha organizado en frases hechas. (Que en otro caso pudieron haberse expresado con total fluidez). Se ha ordenado, asentado, tenido lugar. Un mundo ha llegado al mundo. Dentro del mundo. Ha puesto su ficción en orden. Por ejemplo, en un mundo de piedra, por ejemplo, en forma de plataformas continentales, inamovibles significados escondidos, que avanzan a través de macizos montañosos, salen a la luz como formaciones rocosas, estrato tras estrato de impracticables significados permanentes, tan bien argumentado, en su propio mundo. Más profundo, absurdo, en un sopor químico, callado. Era eso lo que se movía, tuvo lugar y tiene lugar, sin cesar hasta que llega el descanso definitivo. Como mica, gneis y granito. Como pirita y cuarzo. Como lava aprisionada, basalto, diabasa. Busca la perspectiva petrificada. La encuentra sólidamente fijada en una quimera de expresiones extravagantes. Refinamientos. Claridades, formadas por cinabrio y zinc blanco. Oro y plata, platino. Formas fijas de un auténtico y puro valor ficticio. Un juego subterráneo. Por ejemplo, los parpadeantes oscuros cristales que reparten sus deslumbrantes colores a ciegas. Negro rubí, zafiro, turquesa. Negro cristal transparente, diamante. Negros ópalos blancos. Negra blancura. Sutiles estructuras de inquietud organizada, pasajes ocultos entre vida y muerte. Un juego invulnerable. En un mundo vulnerable.
Es como surgido de la nada, y se extiende, se propaga, se multiplica, bien podría lanzarse sin pensárselo dos veces, echa hojas, estalla en flor y produce fruto, ¡Qué exaltación! Luz y CO2 se manifiestan en un magnífico material verde que crece en tamaño. Un verano. Y se propaga como hierba, enmascara la tierra con helechos, esporas secretas para la renovación, la cubre con árboles, matojos. Crecimiento. Alcanza una expresión que cubre, aunque nunca cubra del todo, siempre con sobreentendidos, movimientos en la sombra de las hojas. Vuelve su interior del revés, viene con alusiones veladas a lo ausente, lo hostil, el éxtasis. Adopta nuevos métodos para vivir una pasión, una pasión por lo verde, una
apertura con la propia vulnerabilidad como única apuesta invulnerable. Un verano. No hace verano. Pero el verano perdido vuelve una y otra vez, el verano aniquilado que ahorra para su próxima venida engalanada, el verano polinizado que se eleva del polvo, hace la muerte inmortal. Como si lo inalterable se hubiese vuelto hacia dentro de sí mismo, como si lo velado fuese el verdadero florecer, la productividad el resultado que desaparece. Un verano definido como invierno. Lleva máscara. Juega su juego hasta el final, su doble juego. En un duelo polícromo consigo mismo. Lleva negligente su abrigo verde sobre los hombros, preparado para parecer un verano. Y repite: El verano ha muerto, el verano bien puede retoñar. Volver a sacar sus yemas frescas para alcanzar su expresión más jugosa, repetir la floreciente decadencia.
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Inger Christensen (Vejle, 1935-2009)
Versión de Francisco J. Uriz
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Det. Det var det. Så er det begyndt. Det er. Det bliver ved. Bevæger sig. Videre. Bliver til. Bliver til det og det og det. Går videre end det. Bliver andet. Bliver mere. Kombinerer andet med mere og bliver ved med at blive andet og mere. Går videre end det. Bliver andet end andet og mere. Bliver noget. Noget nyt. Noget stadig mere nyt. Bliver i næste nu så nyt som det nu kan blive. Fører sig frem. Flanerer. Berører, berøres. Indfanger løst materiale. Vokser sig større og større. Øger sin sikkerhed ved at eksistere som mere end sig selv, får vægt, får fart på, får fat på mere i farten, går frem for andet, ud over andet, som opsamles, opsluges, hurtigt belastes med det som korn først, så tilfældigt begyndte. Det var det. Så anderledes nu det er begyndt. Så forandret. Allerede forskel på det og det, eftersom ingenting er, hvad det var. Allerede tid mellem det og det, mellem her og der, mellem før og nu. Allerede rummets udstrækning fra det til det andet, til mere, til noget, noget nyt, som nu, i dette nu, var, som i næste nu er og bliver ved. Bevæger sig. Fylder. Er allerede nok i sig selv til at skelne mellem ydre og indre. Spiller, changerer, hvirvler. I det ydre. Og tætner i det indre. Får kerne, substans. Får overflade, brydninger, overgange, undergange, pirring mellem enkelte dele, fri turbulens. Tager en vending, en helt anden vending. Vender og drejer, vendes og drejes. Og følger en udvikling op. Søger en form. Griber tilbage i tiden. Drejning efter drejning får en anden drejning. Tages op til fornyet behandling. Vending efter vending turneres. Får struktur i ustandselig søgen efter struktur. Variationer i det indre tilføres stof fra det ydre. Ændrer karakter. Lokaliserer behov, fordeler igangværende funktioner på nye funktioner. Fungerer for at fungere. Fungerer for at andet kan fungere og fordi noget andet fungerer. I hver funktion et behov for nye funktioner i nye variationer. Demaskering af endnu omkringfarende løst materiale som katalysator for alt det allerede alt for faste, det som har fundet sin egen inerti og mistet sin tilbøjelighed for frie forbindelser. Behov for fremmed energi til de sluttede dele. Uudtømmelig energi. Fremmed elan. Det var det der skulle til. Skal til. Det der får det andet til at gøre noget andet, noget uforbeholdent. Tvinger til uhæmmet opbrud. Tvinger det træge til fart. Tvinger det hele til at ske. Det sker. Det ville aldrig være sket uden det fremmede. Det ville aldrig være kommet nogen vegne uden det fjendtlige. Det og det og det ville fungere perfekt, men uden spænding, uden kraft, uden at sætte sine enkelte dele, sine regler på spil. Uden fremstød. Uden forvirring. Uden fejl og sidespring, fælder og muligheder. Det, der fik væren, ville aldrig få væsen, hvis ikke det væsensforskellige eksisterede og fra sit overskud uddelte døden så langsomt, at den lignede liv. Så anderledes nu da det bare ligner. Så forvandlet. Allerede meget større forskel på liv og liv end på død og liv. Allerede tid der i det store hele kun kan måles i liv. Allerede rummets ubetingede øde, begrænset til ting. Fanget i et foreløbigt spil. Reduceret til forbeholdne detaljer, der ustandselig skiller sig ud, dividerer og differentierer, søger det forskellige, søger fiktionen. Roterer og snor sig, vrider sig, vender sig, tager en tilfældig vending, bøjer sig, krummer sig sammen i tilfældige udtryk, søger det tilsyneladende system. Parafraserer. Nærer de enkelte deles store ambition: at udforme alt eller altet på deres egen lille måde. Vil ligne noget andet. Ikke mere ligne sig selv. Varierer så tilfældigt. Divergerer i spring. Fluktuerer diffust. Modulerer, nuancerer på måder der selv moduleres, nuanceres undervejs. På må og få. Forsøgsvis. Søger en form. Former en form, der former en form. Går videre end det. Fastholder fiktionen. Søger et ikke-liv, der ikke er død. Spiller en rolle. Er ikke til at kende. Går op i sine roller og udelukker tomheden. Forholder sig frit til det fremmede, fjendtlige ved at være fremmed for sig selv. Har det i sig. Refererer til det fjendtlige, udenforstående ved at stå inde for det. Indebære. Indforstå. Indenfor spillets regler placere det ufravendelige brud på disse regler som om det var en regel. Som om den ufravendelige død var en selvfølgelig vending. Der blot skulle turneres rigtigt. Død hvor er nu dit brud? Så anderledes nu da systemet fanger. Så frit.
Det brænder. Det er solen der brænder. Så længe det varer atbrænde en sol. Så længe før og så længe efter de tider der måles i liv eller død. Brænder solen sig selv. Brænder op. Engang. Engang. Intervaller hvis længde der ikke er følsomhed for. Ikke engang er en ømhed for. Når solen slukkes, er liv eller død for længst det samme som det altid har været. Det. Når solen slukkes er solen befriet for alt. Og det. Det var det. Imens, indimellem mens solen endnu har overskud nok til at uddele døden så langsomt, at den ligner liv, imens holder livet fiktionen i gang. Imens står solen op, går solen ned. Lys og mørke skifter. Det lysner, klarer op, blænder op og ligger klart i dagen, klar til at afdæmpes, afskygges, afkøles, mørkne, forputte sig. Himlen er midlertidig himmel, og midlertidig mørk. Stjerner prikker afstande ud og camouflerer det tomme, brænder så længe det varer. Eller mørket er totalt og det tomme dækket ind med skyer, mørke skjult med mørke, midlertidig nat mod en midlertidig himmel istedet for ingenting, minder om det som er længere fremme end fremtiden. Efter. Efter. Så længe det varer. I dette nu. I næste sætter afstanden ind som et lyn mellem mørke og mørke. Udladninger, storme, kemi camouflerer det statiske. Dette harmoniske minde om ingenting, om mørke uden mørke, om himmel uden himmel og om tomhed uden manglende tomhed, dette ingenting, denne harmoni af harmoniske harmonier camoufleres med frihed. Dækkes ind af fiktionen. Holdes uden for livet hvor solen står op og solen går ned. Så frit som kun en konflikt formulerer sin stabile model. Så ligefrem ømt, så følsomt, som kun et liv formulerer sin varighed, sine eneste bevægelser. Solen står op. På en slette af lys går de hvide skyer i drift. I et skred af lys tumles de farveløse tåger omkring og fortættes til vandskikkelser, verdensvante, fæstnet i skiftende farve. Flanerer. Bevæger. Og bevæger sig. På må og få. Forsøgsvis. Søger en form. Finder et spil. Spiller en rolle, former et spil, i en stærk kontinuerlig termik ruller de træge dampe over himlen som om der var tale om frihed. Altså er der tale om frihed. Solen står op og solen går ned. Et systematisk spil. En mere virkelig himmel.
Det tøver. Det finder et sted i verden og tøver i en anden verden. Et sted, f.eks. netop det sted, hvor Stillehavet ruller en to tre kontinenter ind mod Atlanterhavet, og omvendt. F.eks. Men tøver i en anden verden. Det rejser sig, kaster sig ud i begyndelser, slår hurtigt over i skum og sprøjter det ud i forfinede detaljer enmasse. Men tøver i en anden verden. Formulerer lyset i lange bølgende perioder, citerer i forbifarten himlen, reflekterer, væver over de strålende indfald, de allerede farvede udtryk, men tøver, mørkner, i en anden verden. Går til yderligheder og dvæler ved den glitrende overflade, lame, satin, lustrine. Og strammer stoffet. Statisk, glat, glider hen over alt, som om det var det hele. Men i en anden
verden? Infiltrerer det blanke med pletter, skærper til lysfølsom, ny ekstase. Krepper det glatte, kryster det vigende, kaster sig ud i en flugt fra sig selv, elementernes blanding. Vand og luft. Modlys og lys, det indlysende, selvlysende. Havet, drivende af ilt og solpletter, rejser på en stille dag en forrygende solstorm, finder det hyperbolske udtryk for flugt og flyder over i den syvende him mel, interferens mellem bølger af lys og vand, styrter, synker ned under overfladen, hvor havet ligger badet i et lyshav. Men brænder ikke, er mere dødeligt end som så, det ikariske hav. En anden verden. F.eks. en verden af lyde som er stum i sin egen verden, lydløs. En overfladisk verden, fordybet i sig selv. Eller en uafbrudt sprudlende, boblende, perlende verden, i tavs narkose. En rastløs, hvileløs verden af bedøvelser, et lysende mørke, hvor lys og mørke refererer til manglende interferens mellem lyset og mørket. Et liv der er langt mere dødeligt end som så. En (anden) verden, der fungerer som et billede på døden i verden. Så følsomt. Allerede meget større forskel på død og død end på liv og død. Allerede rum der i det store hele kun kan måles i død. Det fraværendes ubetingede øde begrænset til væren. Venten. Tøver i en anden verden. Fanget i sit evige spil. Reduceret til uforbeholdne detaljer der ustandselig enes og forbindes, konfererer, kombinerer, søger det fortættede. Og søger fiktionen, finder, f.eks. det stedløse. Det letargiske hav.
Det er kommet for at blive. Så længe det varer. Det har fundet sin endelige placering. For en tid. Er kommet ind i faste former. (Der kunne være formet på en anden måde). Er stivnet i faste vendinger. (Der kunne turneres anderledes frit). Har arrangeret sig i stående udtryk. (Der ellers kunne udtrykkes fuldkommen flydende). Har ordnet sig, sat sig, fundet sted. En verden er kommet til verden. Inde i verden. Har bragt sin fiktion i orden. F.eks. i en verden af sten, f.eks. i form af fastlandssokler, urokkelige skjulte betydninger, der fører sig frem gennem bjergmassiver, kommer for en dag som klippeformationer, lag efter lag af ufremkommelig fastlagt mening, så velunderbygget, i sin egen verden. Dybere, meningsløst, i kemisk søvn, dysset ned. Det var det, der bevægede sig, fandt sted og finder sted, til stadighed stedes til hvile. Som glimmer, gnejs og granit. Som kis og kvarts. Som undertrykt lava, basalt, diabas. Søger det forstenede perspektiv. Finder det fæstnet i et blændværk af vidtdrevne udtryk. Forædlinger. Klarheder, sat sammen af cinnober og zinkhvidt. Guld og sølv, platin. Faste former af en rendyrket, pur fiktionsværdi. Et underjordisk spil. F.eks. de spillende mørke krystaller, der fordeler deres lysende farver i blinde. Sort rubin, safir, turkis. Sort gennemsigtig glas, diamant. Sorte hvide opaler. Sort hvidt. Subtile strukturer af organiseret uro, skjulte overgange mellem liv og død. Et usårligt spil. I en sårbar verden.
Det er som grebet ud af luften, og breder sig, griber om sig, formerer sig, kan lige så godt springe ud i det, springer ud, brister og bærer frugt. Så eksalteret. Lys og C02 lagt for dagen i et enestående grønt materiale, der vokser i omfang. En sommer. Og griber om sig som græs, maskerer jorden med bregner, hemmelige sporer til fornyelse, dækker den ind med træer, buske. Vækst. Når frem til et dækkende udtryk, dog aldrig fuldstændig dækkende, altid med underforståelser, bevægelser i bladenes skygge. Vender vrangen ud, kommer med forblommede hentydninger til det fraværende, det fjendtlige, ekstasen. Griber til nye metoder for at spille en lidenskab igennem, en lidenskab for grønt, en åbning med sårbarheden selv som eneste usårlige indsats. En sommer. Gør ingen sommer. Men den forkomne sommer der kommer igen og igen, den ødelagte sommer der lægger op til sin næste ødsle genkomst, den bestøvede sommer der rejser sig af støvet, gør døden udødelig. Som om det ufravendelige af sig selv var indadvendt, det forblommede den egentlige blomstring, produktiviteten det forsvindende resultat. En sommer defineret som vinter. Bærer maske. Spiller sit spil til ende, sit dobbeltspil. I en farverig duel med sig selv. Bærer skødesløs sin grønne kappe på begge skuldre, parat til at ligne en sommer. Og gentager: Sommeren er død, sommeren kan godt springe ud. Atter skyde sine friske skud for at nå til de saftigste udtryk, gentage det florerende forfald.
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