martes, 18 de septiembre de 2018

gabriela mistral / de "poema de chile"













Emigración de pájaros

*

Como si nos saludasen
desde lo alto la llegada
a la extremosa región
a la madre más lejana,
viene por los aires altos
como por obra de gracia,
cortando el azul celeste,
la mayor "gente" emigrada.
Vienen, vienen, los pelícanos...

-¿Qué ves, mamá, que no veo
y miras embelesada?

-Para que los veas, párate.
¡Qué lindas recién llegadas!
Son las gentes del mar último
pelícanos en bandadas.

-Miéntalos, mamá, ja, ja,
ya veo ya la bandada.

-Porque es pura nieve y hielo
la Patagonia extremada,
vienen las aves del mar
en esa cinta azorada.
Tantas son que cubrirían
el potrero, si abajaran.

-Gritan, mamá, gritan todas.
Será que temen y llaman.

-No, mi loquillo, que bajan
gritando por su arribada.
Pero no nos dan el gusto
de oírles bien la algarada.
Conténtate con mirarles
la línea donosa y blanca.

-Pero ¿para dónde van?
¿Van perdidas, y no bajan?

-¡Qué se van a perder ellas,
mi niño disparatado!
Nosotros, sí, nos perdemos
pero aquéllas nunca fallan.
Bajarán cuando divisen
playa suya acostumbrada.

La peonada ni mira
lo linda que es su pasada.
Las gentes, chiquito, saben
de pájaros poco o nada;
sólo yantares y cosas
y chismes, de la contrada.

Bajan, bajan, bajan en vertical
a pastos acostumbrados.
Oyelas en vez de hablar,
mira y no grites, mi niño.,.
no te pierdas su pasada.
Ahora se oye un poco más;
es que divisan sus playas ...

-Cuenta más, cuenta, la Mama.

-Ayunas de calendario,
de señales y de llamada,
las tres o las cinco mil
saben la fecha llegada
y se dan voz de partida
como casta convocada
y suben como llamadas.

Dejan el hielo, la arena
menuda, el nido y las playas,
el sol esquivo y se vienen
hacia la segunda Patria.
Ya se ven más, ya torcieron
el rumbo, como silbadas.
Ellas están advertidas
casi, casi son llamadas.
La mancha se va entreabriendo.
Ya reconocen las playas.
Y ahora es bajar muy recto
y con gritos de arribada.
Bienvenidas a las dunas,
tan dulces y acostumbradas.
Bajen, bajan, bajan todavía...

~~~

La chinchilla

*

Te traje por andurriales,
dejando a la bien querida,
la Madre y Señora Ruta,
madre tuya y madre mia.
Ahora que hagas paciencia,
vamos siguiendo una huida.

-¿A quién, di, mama antojera,
rebuscas con picardía?

-Calla, calla, no la espantes:
por aquí huele a chinchilla.

-¡Oh! las mentaba mi madre;
pero esas tú no las pillas.
Pero ahora es el correr
y volar ¡mírala, mirala!

-¿No la ves que va delante?
¡ay qué linda y qué ladina!

-¿Qué ves, di, qué se te ocurre?

-Corre, corre ¡es la chinchilla!

-Yo veo una polvareda
y tú como loca gritas.
Queda atrás que yo la sigo,
suéltame que ya la alcanzo.
¿Quién pierde cosa tan linda?
Calla, para, yo la atrapo.
Escapó, mírala, mírala,
ya se pierde en unas quilas.
¡Que no se la logre un pícaro!
Es la chilena más linda.
Su bulto me lo estoy viendo
en las hierbas que palpitan.

-Tú la quieres y ¿por qué
dejas que otros la persigan?

-Ja, ja, ja. Yo soy fantasma,
pero cuando era una viva,
nunca me tuve la suerte
de ser en rutas oída.
Tampoco en casas ni huertos.
¿Por qué tan triste me miras?

-Mira la raya que deja
sobre los trigos la huida.

-No rías tú, tal vez tienen
un ángel las bestiecitas.
¿Por qué no? ¿Cómo es, chiquito,
que todavía hay hermana chinchilla?
Las hostigan y las cogen.
Quien las mira las codicia,
los peones, los chiquillos,
el zorro y la lobería.

-Oye, ¿la mentaste hermana?

-Sí, por el hombre Francisco
que hermanita le decía
a todo lo que miraba
y daba aliento u oía.

-Eso, eso me lo cuentas
largo y tendido otro día.
Ahora, mama, tengo pena
de no mirar cosa viva.
Tú caminas sin parar
y yo me pierdo lo que iba,
apenas me alcanzo a ver,
veo aguas y bestiecitas.

~~~

Montañas mías

*

En montañas me crié
con tres docenas alzadas.
Parece que nunca, nunca,
aunque me escuche la marcha,
las perdí, ni cuando es día
ni cuando es noche estrellada,
y aunque me vea en las fuentes
la cabellera nevada,
las dejé ni me dejaron
como a hija trascordada.

Y aunque me digan el mote
de ausente y de renegada,
me las tuve y me las tengo
todavía, todavía,
y me sigue su mirada.

~~~

Animales

*

En este revoloteo
nuestro y este toma y daca
doblando helechos mojados
y quebrando gajos muertos,
vamos oyendo los dos
un ruido que no es confeso,
una carrerita corta,
un paro y un mastiqueo.

-Yo oigo, sí, pero se va
en cuantito que me allego...
Pero con el ruidecillo
pasan, Mama, ojos con miedo.

-Le "apuntaste", pero tú
no sabes el nombre de eso.
Eso se llama el castor
y malo no es, sólo es feo.
Tiene más miedos que tú,
ocho miedos y diez celos.

-Mama, no te estés riendo
de mí, ¿Qué es eso de celo?

-Es don Castor marrullero,
o tal vez doña Castora
que ya tendrá críos nuevos
y que los cela de ruidos
y ojos que son traicioneros.

-Allá saltó, Mama. Párate,
que si corro me lo tengo.

-Si es Castora y tiene críos,
no te allegues, te lo ruego.
Déjalo, novedosillo.
Ya lo viste. Donde apunte
debe tener la manada
y va a los suyos corriendo.

-Oyeme, indito, oye, Mío:
nunca mates lo que es madre
que amamanta bajo el cielo,
da su leche y acarrea
semillas y "comederos".

-No mataré, pero ... Mama,
déjame ver el nidero.
¡Cosa nunca vista!
Y también son feos, mira,
y saltan y son pequeños.
Repite, Mama, su nombre.
Ahoua ya no me 10 tengo.
¿Todos se llaman lo mismo?
Ya los vi. Vámonos yendo.

Cas-tora, cas-tor. ¡Qué lindo
es mentar un nombre nuevo!
Y tú ¿tienes otro nombre,
la Mama?

-Sí, el que me dieron
y el que me dí de mañosa
y el nuevo me mató el viejo.
No averigües más. ¡Camina!
¿Tienes hambre? Se han quedado
muy atrás los piñoneros.
Trota más, para llegar...

~~~

Valle del Elqui

*

Tengo de llegar al Valle
que su flor guarda el almendro
y cría los higuerales
que azulan higos extremos,
para ambular a la tarde
con mis vivos y mis muertos.

Pende sobre el Valle, que arde,
una laguna de ensueño
que lo bautiza y refresca
de un eterno refrigerio
cuando el río de Elqui merma
blanqueando el ijar sediento.

Van a mirarme los cerros
como padrinos tremendos,
volviéndose en animales
con ijares soñolientos,
dando el vagido profundo
que les oigo hasta durmiendo,
porque doce me ahuecaron
cuna de piedra y de leño.

Quiero que, sentados todos
sobre la alfalfa o el trébol,
según el clan y el anillo
de los que se aman sin tiempo
y mudos se hablan sin más
que la sangre y los alientos.

Estemos así y duremos,
trocando mirada y gesto
en un repasar dichoso
el cordón de los recuerdos,
con edad y sin edad,
con nombre y sin nombre expreso,
casta de la cordillera,
apretado nudo ardiendo,
unas veces cantadora,
otras, quedada en silencio.

Pasan, del primero al último,
las alegrías, los duelos,
el mosto de los muchachos,
la lenta miel de los viejos;
pasan, en fuego, el fervor,
la congoja y el jadeo,
y más, y más: pasa el Valle
a curvas de viboreo,
de Peralillo a La Unión,
vario y uno y entero.

Hay una paz y un hervor,
hay calenturas y oreos
en este disco de carne
que aprietan los treinta cerros.
Y los ojos van y vienen
como quien hace el recuento,
y los que faltaban ya
acuden, con o sin cuerpo,
con repechos y jadeados,
con derrotas y denuedos.

A cada vez que los hallo,
más rendidos los encuentro.
Sólo les traigo la lengua
y los gestos que me dieron
y, abierto el pecho, les doy
la esperanza que no tengo.

Mi infancia aqui mana leche
de cada rama que quiebro
y de mi cara se acuerdan
salvia con el romero
y vuelven sus ojos dulces
como con entendimiento
y yo me duermo embriagada
en sus nudos y entreveros.

Quiero que me den no más
el guillave de sus cerros
y sobar, en mano y mano,
melón de olor, niño tierno,
trocando cuentos y veras
con sus pobres alimentos.

Y, si de pronto mi infancia
vuelve, salta y me da al pecho,
toda me doblo y me fundo
y, como gavilla suelta,
me recobro y me sujeto,
porque ¿cómo la revivo
con cabellos cenicientos?

Ahora ya me voy, hurtando
el rostro, por que no sepan
y me echen los cerros ojos
grises de resentimiento.

Me voy, montaña adelante,
por donde van mis arrieros,
aunque espinos y algarrobos
me atajan con llamamientos,
aguzando las espinas
o atravesándome el leño.

~~~

Anochecer

*

Cae el día del Señor
con rojos brazos abiertos
y nos abraza la noche
de los hombres y los ciervos.
No tengas miedo, ni gimas.
Bien te alzo, bien te tengo.
La noche, por noble, ciega
al cazador y al matrero.
Déjala tú que nos cubran
sus anchos brazos abiertos.
Por la gracia de su esponja
ni somos ni parecemos
Ni los matorrales densos
ni el oso de terciopelo
tienen la piel de la Noche
garabateada de sueños.

~~~

Despertar

*

Dormimos, soñé la Tierra
del Sur, soñé el Valle entero,
el pastal, la viña crespa,
y la gloria de los huertos.
¿Qué soñaste tú mi Niño
con cara tan placentera?

Vamos a buscar chañares
hasta que los encontremos,
y los guillaves prendidos
a unos quioscos del infierno.
El que más coge convida
a otros dos que no cogieron.
Yo no me espino las manos
de niebla que me nacieron.
Hambre no tengo, ni sed y
sin virtud doy o cedo.
¿A qué agradecerme así
fruto que tomo y entrego?

~~~

Raíces

*

Estoy metida en la noche
de estas raíces amargas
como las pobres medusas
que en el silencio se abrazan
ciegas, iguales y en pie,
como las piedras y las hermanas.

Oyen los vientos, oyen los pinos
y no suben a saber nada.
Cuando las sube la azada
le vuelven al sol la espalda.

Ellas sueñan y hacen los sueños
y a la copa mandan las fábulas.
Pinos felices tienen su noche,
pero las siervas no descansan.
Por eso yo paso mi mano
y mi piedad por sus espaldas.

Apretadas y revueltas
las raíces-alimañas
me miran con unos ojos fijos
de peces que no se les cansan
y yo me duermo entre ellas
y de dormida me abrazan.

Abajo son los silencios,
en las ramas son las fábulas.
Del sol serían heridas
que sí bajaron a esta patria.
No sé quién las haya herido
que al tocarlas doy con llagas.

Quiero aprender lo que oyen
para estar tan arrobadas,
lo que saben y las hace
así de dulces y amargas.
Paso entre ellas y mis mejillas
se llenan de tierra mojada.

***
Gabriela Mistral (Vicuña, 1889-Nueva York, 1957) Poema de Chile. Santiago de Chile: Seix Barral, 1985.

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