la imagen parece lejana, se alcanza solo si se religa a la hebra. en la forma inasible, la hebra es una vena buscando su propio órgano. la hebra no rastrea con los ojos, sino con el ritmo propio de lo invisible. el tejido de los seres se concibe al revés: antes de la mano, el oficio; antes del ojo, el dibujo y la vena, buscando lo propio
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llegan entes. muevo los hilos y entran al aire saliéndose en trenza. el vacío es una figura llena que el ojo no alcanza a ver, pues el vacío está una dimensión más atrás de los objetos. tejiendo, el ojo pierde el horizonte, aborda la minucia. en el ojo la pupila sobra, prorrumpe. tejo cuando la enmaraño profusa, queda muda quedo de tanto paisaje inasible, queda muda quedo en las gotas que trazan un camino de vapores en la ventana de un viaje largo. el tejido se le aparece al sonido, quedo. sabemos que ahora están abigarrándose. aquellos movimientos son un rumbo. el sonido enmaraña el silencio y en los espacios vaciados de la maraña, se precipita la luz, lo que quiere decir, la pupila sobrante retorna detrás del horizonte con el nudo hecho imagen, dibujo y punto: una dimensión detrás
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es una sustancia, se filtra por las grietas que deja el temblor en la superficie. esta sustancia viene de arriba, precisa entra en forma de luz vertical. los animales corren porque al andar descalzos, esta luz ingresa por sus patas
ojos de patas
una niña sigue con la mirada los saltos que va dando el animal libre. en cada pata le anuda hilos imaginarios. los hilos salen de sus propios dedos, madeja infinita. los hilos van entretejiendo la ofrenda al dios del vacío, un nuevo animal detrás del mar. pero no hay mar donde está sentada la niña. ella, luego de verlo, entiende y teje al dios. el espacio queda propicio para la inexistencia de un baldío yermo
ese momento del animal brincando resume varias relaciones lengua/pensamiento
brinco y magia, camélido suspendido en medio de la noche aun con los hilos imaginarios anudados, pero ahora estos muestran un tejido que se multiplica, lo dice su condición oscura. el negro es el infinito, la dimensión fértil de donde todos salimos. se desprende desde su fisura esa sustancia vertical, luminosa que por las patas se yergue, entrando
brinca tridimensional
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Natalia Rojas (Melipilla, 1983)
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