jueves, 2 de julio de 2020

iris kiya / de "márgenes infrarrojos"













Ayer soñé de nuevo con el eclipse, nadie sabía sobre él, yo me encontraba en una verdulería, podía oler cada una de las verduras desde el pepino hasta las cabezas de acelga que se encontraban apiladas, había un muro que dividía las verduras de las legumbres. Entonces salía apurado y el sol que estaba titilante, hizo que perdiera el control de las cosas. Yo me encogía por toda la calle y no veía nada, ni verduras, ni gente, solo escuchaba voces, murmullos. Y al alzar la vista el sol se iba oscureciendo y podía sentir como mis ojos se derretían, tocaba mis cuencas, y no habían rastro de ellas, luego despertaba en mi cama e iba al espejo, pero mis cuencas seguían vacías. No sé qué significa, pero creo que este último contrato que tengo, hará que me retire por un tiempo de ir al campo, igual que sucedió con el sueño del paracaídas y quedé constipado por casi dos meses.

~

Llevo meses sin poder escribir, ahora pienso en aquel cuarto y la puerta de madera que tenían el andar del primer dueño. Me gustaba desperdigar la ropa sobre los cajones que sostenían el pequeño televisor. Cada recuerdo era escrito sobre la pared, era un mundo abigarrado, nunca cubrí las frases del dueño anterior, alzaba la vista y estaban allí: 28 días y algún verso en un francés mutilado. Por las noches, me gustaba sentir que tiritaba. Ha pasado un tiempo, no tengo con quien hablar, más que con Milton Steiner. Milton sabe de Evelyn, pero le molesta, solo muerde el labio y prende un cigarro. Sé que a Steiner le hastían las historias que tengan que ver con Evelyn. La primera vez que le conté, le dije que ella y yo nos encontrábamos siempre en el andén 56, cada vez que llegaba a la ciudad; y siempre me tenía una historia preparada, con errores de tiempo y espacio, pero no importaba, me gustaba escucharla y verla parpadear. Ella siempre me miraba de reojo. Entonces Steiner jamás dejaba continuar mi historia, solo porfiaba: Evelyn, Evelyn, todo es Evelyn, ¿por qué no hablas de Sony, de Clara? Y era porque no había ni Sony ni Clara. Podía inventarlas, decir por ejemplo que me enamoré de ellas en la playa, o en algún cuarto de puerta chueca. Decir también que ellas siempre estaban tristes, porque no podían comer fideos con salsa todos los días, porque no podían dormir placenteramente, porque no podían llorar frente a mí. Y entonces volvía a Evelyn, al cuarto de la puerta chueca, al abigarrado dolor de las letras negras en la pared. Steiner hacinaba cólera en el rincón del cuarto, lo veía caer dormido bajo su libretita amarilla. Entonces yo me paraba y abría la puerta y le daba golpes para que quedara como el cuarto de puerto chueca, aquel que perteneció al primer dueño.

~

Disquisiciones para cortometraje

*

Dime niña,
tus cabellos se impregnan de avena,
tu cabellera pendenciera
tu cabellera enciende
               el dolor de los túneles
y las luciérnagas se hacen más amarillas cuando
se adelantan al viento del atardecer
cuando los trenes crepitan en los andenes
Dime niña,
¿alguna vez te gustó jugar al póker?
intuyo que cada partida era un as para levantar los muslos
¿alguna vez te gustó medir la distancia en los mapas que eran
regalo para los infantes?
Dime niña,
¿A dónde vas?
tus cabellos se impregnan de avena,
tu cabellera pendenciera
tu cabellera se enciende en la noche cuando dejas Ítaca
           los pasajeros que juegan al póker contigo
jamás entenderán porque necesitan cuatro ases para llegar a Ítaca
           siempre se vuelve a Ítaca
Dime niña,
aquellos zapatitos negros tuyos
no podrán nunca llegar a la ciudad que anhelaba Kavafis
a menos que muestres tus labios,
aquellos que se torcieron como la trompeta de Chet Baker
no me sirven tus zapatitos negros
sé que estás de luto
Dime niña,
¿por qué tu cabellera de avena se esconde en la noche de los
tulipanes?
en las tazas de madera que incineran café y azafrán,
en las enaguas de tus vestidos que no tienen más que hilos acordo-
nados por las Moiras
Dime niña,
¿por qué no vuelves a Ítaca?

***
Iris Kiya (La Paz, 1990) Márgenes infrarrojos. La Paz: Gran Elefante, 2018.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario