En el país de la memoria
*
Retroceden ríos, piedras y los pájaros
remontan hacia abajo
Los canelos sagrados nos recuerdan oraciones
mientras las machis en los últimos bosques
se refugian
No hay serpientes que eleven adormilados cerros
No hay estrellas, sólo la pálida luna
nos alumbra y oculta en su otra cara los temores
La nutria del mar guarda silencio
pues sabe que el invisible barco es
más fuerte que el acero
En el país de la memoria
somos los hijos de los hijos de los hijos
La herida que duele, la herida que se abre
la herida que sangra hacia la Tierra.
~
Señales en la tierra de arriba
*
Salió el viento del mar
Lloverá, lloverá, gritan mis huesos
y los sembrados que parecen enfermos
cargan de ensueños los botes
que como nubes navegan
en el agua del cielo
Salió el viento del mar
y se han volcado
los botes sobre el Llaima
Lloverá, sí, dice el aroma
cerrando sus puertas en el bosque
y veo la luz del cielo
que abre sus vertientes azules
y las espigas levantan sus cabezas
¡silban!, las oigo, jubilosas.
~
El tiempo que sueña, que nos soñamos que nos sueña
*
La Palabra surge de la Naturaleza
y retorna al inconmensurable Azul
desde donde nos alegra y nos consuela
Cuando la Palabra cree / imagina
interrogarse
no es sino lo innombrado que la interroga
para sacudirla
para desempolvarla, para intentar
devolverle su brillo original
¿Para qué entonces el deseo
de decirlo todo
si, como en un tejido, el Ahora
-en el tiempo circular-
existe y se completa
con las hebras del ayer
y del mañana?
Así nos dice el tiempo que sueña
que nos sueña. Que soñamos.
***
Elicura Chihuailaf (Quechurehue, 1952)
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