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El 11 de diciembre de 2025, la comparecencia infinita terminó su fase de actualizaciones diarias. Agradecemos a todxs lxs lectorxs e colaboradorxs. Sin su apoyo no habría seguido adelante este proyecto que nació en abril de 2017 y que vivió un período de inactividad desde el 12 de diciembre de 2018 hasta el 10 de febrero de 2020. Este año homenajeamos también a Jorge Aulicino, escritor y poeta argentino que nos ha dejado el pasado julio, sin el cual no habríamos llegado al formato de actualizaciones diarias. La siguiente fase de la comparecencia infinita será de actualizaciones inusitadas, destellos e intermitencias en la bandeja de correo de cientos de suscriptorxs y de miles de lectorxs. A lxs colaboradorxs pedimos que sigan enviando material, será, como siempre, bien recibido. Volveremos, pero a pequeñas dosis esporádicas. Hasta cuando sea, gracias totales.

lunes, 21 de septiembre de 2020

ricardo navia / canto a la marioneta retorno a mí mismo













Mi infancia fue de ojos y bocas y labios
Que se agrandan alejados
Y de estaciones y viajes que se pierden
Y de fugas y soledades negras.
Oh amiga
Tus brazos de humo trágico de estrellas
Se han perdido para siempre
En la argolla que pende del beso
Del viento degollado por el copihue
Del florido morir alado al borde de un teléfono
Que transmite ídolos
De un espejo que transmite sed
De un rostro que transmite lunas
Y calor y muerte roja de sombras.
Por fin hallé la cuerda
Que presagiaría la ceniza
Y un cementerio abandonado por los muertos
Y un cementerio sepultado
Por la carcajada de una puerta
Y un cementerio acogido
En mi lengua de cuchillos de mar
Y un cementerio de otras voces
Que no sienten el ruido de la hierba.
Allí viene una marioneta de arena
Danzando en la encrucijada muerta
Oh hermana mía ven
Tu mirada tiene olor de piedra verde
Asistida por las ruedas del ojo
Pero hay dos senos poblados de vacío
Que me miran
Y sus labios pronto crean pétalos
De paladar negro
negro y negro
y con cruces gigantes
y negras
como la sombra de la tierra habitada de túneles.
Mi infancia es una cruz redonda
Que crece y crece en un solar de peces
Y casas deshabitadas
Pero con sal tremolando en las esquinas
Y con el hambre que barrunta eternidad
Y tazas de cráneos
Y cielos y ojos sobrecogidos de cuervos
Y marcos infinitos de algas
Con amplios días y estatuas
Llorando al borde del pelo obsesionado.
Mi infancia fue de huesos
Y danzas con la muerte
Y danzas de árboles
Y de piedras y de ríos subiendo
Secos fríos por el rostro.
Oh marioneta querida
Hermana mía
Qué secas son las grietas de mi pecho
Y de tu voz ardida de relojes
qué intensas las alturas de la mano
qué rápidas las hojas
qué profundos los ojos del viento
qué graves las aguas postradas en la boca del canto.

***
Ricardo Navia (Santiago de Chile, 1926-2011)

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