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El 11 de diciembre de 2025, la comparecencia infinita terminó su fase de actualizaciones diarias. Agradecemos a todxs lxs lectorxs e colaboradorxs. Sin su apoyo no habría seguido adelante este proyecto que nació en abril de 2017 y que vivió un período de inactividad desde el 12 de diciembre de 2018 hasta el 10 de febrero de 2020. Este año homenajeamos también a Jorge Aulicino, escritor y poeta argentino que nos ha dejado el pasado julio, sin el cual no habríamos llegado al formato de actualizaciones diarias. La siguiente fase de la comparecencia infinita será de actualizaciones inusitadas, destellos e intermitencias en la bandeja de correo de cientos de suscriptorxs y de miles de lectorxs. A lxs colaboradorxs pedimos que sigan enviando material, será, como siempre, bien recibido. Volveremos, pero a pequeñas dosis esporádicas. Hasta cuando sea, gracias totales.

viernes, 19 de junio de 2020

héctor viel temperley / selección














Hospital Británico

*

Mes de Marzo de 1986

Pabellón Rosetto, larga esquina de verano, armadura
de mariposas: Mi madre vino al cielo a visitarme.

Tengo la cabeza vendada. Permanezco en el pecho de
la Luz horas y horas. Soy feliz. Me han sacado del mundo.

Mi madre es la risa, la libertad, el verano.

A veinte cuadras de aquí yace muriéndose.

Aquí besa mi paz, ve a su hijo cambiado, se prepara
-en Tu llanto- para comenzar todo de nuevo.

*

La muchacha regresa con rostro de roedor,
desfigurada por no querer saber lo que es ser
joven.

Llevando otro embarazo sobre las largas piernas,
me pide humildemente fechas para una lápida.

*

¿Quién puso en mí esa misa a la que nunca llego?
¿Quién puso en mi camino hacia la misa a esos
patos marrones —o pupitres con las alas
abiertas—que se hunden en el polvo de la tarde
sobre la pérgola que cubrían las glicinas?

~

“Christus Pantokrator”

*

La postal viene de marineros, de pugilistas viejos
en ese bar estrecho que parece un submarino—de
maderas y latas—hundiéndose en el sol de la ribera.

La postal viene de un Christus Pantokrator que
cuando bajo las persianas, apago la luz y cierro
los ojos, me pide que filme Su Silencio dentro
de una botella varada en un banco infinito.

~

Larga esquina de verano

*

La boca abierta al viento que se lleva a las
moscas, el tiburón se pudre a veinte metros. El
tiburón se desvanece, flota sobre el último asiento
de la playa del ómnibus que asciende con las ratas
mareadas y con frío y comienza a partirse por la
mitad y a desprenderse del limpiaparabrisas, que en
los ojos del mar era su lluvia.

Me acostumbré a verlas llegar con las nubes para
cambiar mi vida. Me acostumbré a extrañarlas bajo
el cielo: calladas, sin equipaje, con un cepillo de
dientes entre sus manos. Me acostumbré a sus
vientres sin esposo, embarazadas jóvenes que odian
la arena que me cubre.

***
Héctor Viel Temperley (Buenos Aires, 1933-1987)

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