mediateca de poesía personal-universal del ayer y del mañana desde MMXVII/
jueves, 30 de abril de 2020
leonora vicuña / tres poemas
Damas cebollas
A Stella Díaz, poeta y amiga
*
Estas dulces cebollas calderanas
que hacen llorar a las damas talquinas
agonizan en sórdidas vitrinas
colgando como lánguidas campanas.
No saben que alto el sol en las ventanas
anuncia las fatales guillotinas
que suelen relucir en las cocinas
de las finas señoras casquivanas
También ellas colgadas algún día
del largo cordón de su pasado
aguardarán temblando el mediodía,
en que el diestro cuchillo de Dios Padre
desarme para siempre su tinglado:
¡Llorad entonces, solas y sin madre!
Santiago de Chile, 1983
~
Elvis Presley
*
Gardel del rock and roll y del gemido,
sudando ron en gotas escarlatas
bajo la noche plástica desatas
la sobredosis blanca del olvido.
El tango que renace en tu latido
volviendo al ring del blue y a las mulatas,
transforma sus polleras en fogatas
que giran embriagadas de sentido.
Ya no eres más el rey del firmamento
del escenario ardiente en las pantallas
donde viene a vivir por un momento
la dulce melodía que ahora callas
bajo una loza fría de cemento,
¡Gardel del Rock and Roll que me desmayas !
~
La hora del lobo
*
Es la hora del lobo.
La madre cierra suavemente las persianas.
Salen de sus oscuros escondites las polillas,
las baratas.
Puertas adentro la ciudad se recoge
en su desesperanza.
En el silencio total que nos inunda
un suspiro puede ser una amenaza.
Los lobos rondan las calles abandonadas.
De pronto: disparos y un grito a la distancia.
El corazón se agita.
Los ojos se dilatan.
Nadie se mueve.
Nadie dice nada.
Pero todos sabemos
en la tibia oscuridad de la casa
que alguien esta noche ha caído en una trampa.
***
Leonora Vicuña (Santiago de Chile, 1952)
miércoles, 29 de abril de 2020
carlos pellicer / dos poemas
Discurso por las flores
A Joaquín Romero
Entre todas las flores, señoras y señores,
es el lirio morado la que mas me alucina.
Andando una mañana solo por Palestina,
algo de mi conciencia con morados colores
tomó forma de flor y careció de espinas.
El aire con un pétalo tocaba las colinas
que inaugura la piedra de los alrededores.
Ser flor es ser un poco de colores con brisa.
Sueño de cada flor la mañana revisa
con los dedos mojados y los pómulos duros
de ponerse en la cara la humedad de tos muros,
El reino vegetal es un país lejano
aun cuando nosotros creámoslo a la mano.
Difícil es llegar a esbeltas latitudes;
mejor que doña Brújula, los jóvenes laúdes.
Las palabras con ritmo —camino del poema—
se adhieren a la intacta sospecha de una yema.
Algo en mi sangre viaja con voz de clorofila.
Cuando a un árbol le doy la rama de mi mano
siento la conexión y lo que se destila
en el alma cuando alguien está junto a un hermano.
Hace poco, en Tabasco, la gran ceiba de Atasta
me entregó cinco rumbos de su existencia. Izó
las más altas banderas que en su memoria vasta
el viento de los siglos inútilmente ajó.
Estar árbol a veces, es quedarse mirando
(sin dejar de crecer) el agua humanidad
y llenarse de pájaros para poder, cantando,
reflejar en las ondas quietud y soledad.
Ser flor es ser un poco de colores con brisa;
la vida de una flor cabe en una sonrisa.
Las orquídeas penumbras mueren de una mirada
mal puesta de los hombres que no saben ver nada.
En los nidos de orquídeas la noche pone un huevo
y al otro día nace color de color nuevo.
La orquídea es una flor de origen submarino.
Una vez a unos hongos, allá por Tepoztlán,
los hallé recordando la historia y el destino
de esas flores que anidan tan distantes del mar.
Cuando el nopal florece hay un ligero aumento
de luz. Por fuerza hidráulica el nopal multiplica
su imagen. Y entre espinas con que se da tormento,
momento colibrí a la flor califica.
El pueblo mexicano tiene dos obsesiones:
el gusto por la muerte y el amor a las flores.
Antes de que nosotros "habláramos castilla"
hubo un día del mes consagrado a la muerte;
había extraña guerra que llamaron florida
y en sangre los altares chorreaban buena suerte.
También el calendario registra un día flor.
Día Xóchitl, Xochipilli se desnudó al amor
de las flores. Sus piernas, sus hombros, sus rodillas
tienen flores. Sus dedos en hueco, tienen flores
frescas a cada hora. En su máscara brilla
la sonrisa profunda de todos los amores.
(Por las calles aún vemos cargadas de alcatraces
a esas jóvenes indias en que Diego Rivera
halló a través de siglos los eternos enlaces
de un pueblo en pie que siembra la misma primavera).
A sangre y flor el pueblo mexicano ha vivido.
Vive de sangre y flor su recuerdo y su olvido.
(Cuando estas cosas digo mi corazón se ahonda
en mi lecho de piedra de agua clara y redonda).
Si está herido de rosas un jardín, los gorriones
le romperán con vidrio sonoros corazones
de gorriones de vidrio, y el rosal más herido
deshojará una rosa allá por los rincones,
donde los nomeolvides en silencio han sufrido.
Nada nos hiere tanto como hallar una flor
sepultada en las páginas de un libro. La lectura
calla; y en nuestros ojos, lo triste del amor
humedece la flor de una antigua ternura.
(Como ustedes han visto, señoras y señores,
hay tristeza también en esto de las flores).
Claro que en el clarísimo jardín de abril y mayo
todo se ve de frente y nada de soslayo.
Es uno tan jardín entonces que la tierra
mueve gozosamente la negrura que encierra,
y el alma vegetal que hay en la vida humana
crea el cielo y las nubes que inventan la mañana.
Estos mayos y abriles se alargan hasta octubre.
Todo el Valle de México de colores se cubre
y hay en su poesía de otoñal primavera
un largo sentimiento de esperanza que espera.
Siempre por esos días salgo al campo. (Yo siempre
salgo al campo). La lluvia y el hombre como siempre
hacen temblar el campo. Ese último jardín,
en el valle de octubre, tiene un profundo fin.
Yo quisiera decirle otra frase a la orquídea;
esa frase sería una frase lapídea;
mas tengo ya las manos tan silvestres que en vano
saldrían las palabras perfectas de mi mano.
Que la última flor de esta prosa con flores
séala un pensamiento. (De pensar lo que siento
al sentir lo que piensan las flores, los colores
de la cara poética los desvanece el viento
que oculta en jacarandas las palabras mejores).
Quiero que nadie sepa que estoy enamorado.
De esto entienden y escuchan solamente las flores.
A decir me acompañe cualquier lirio morado:
señoras y señores, aquí hemos terminado.
~
Amor sin nombre
*
Amor sin nombre, ámbito destino
de ser y de no estar. Tu pronto asedio
sostiene mi dolor y anula el tedio
de copa exhausta o apretado vino.
En un alto silencio, un aquilino
palmo azul de silencio, vivo. En medio
de la infausta paciencia de tu asedio
abro las jaulas y desbordo el trino.
Por ti cuelgo coronas en los muros;
por ti soy más fugaz y en los maduros
soñares aligero tus canciones.
Y te llevo en mi ser y has recogido
la actitud que en Florencias o Bizancios
consagra sus palomas al olvido.
***
Carlos Pellicer (Villahermosa, 1897-Ciudad de México, 1977)
martes, 28 de abril de 2020
marco antonio ettedgui / tres poemas
Águilas
*
un personaje me tiene con la cabeza hecha tripas
porque me la arroja con su magia por un campo de análisis estructural
un código sin mensaje sigue siendo un código
escrito sin lengua con la mano puesta sobre el objeto donde se dibuja
los controles se estratificaron en un statu quo
decadente ante la arquitectura historicidad y creativísmo de! cuadro
un modelo operativo da mas pie para limpiarme un zapato bicolor
con una fotonovela mexicana en dibujo es subversivo
esta ideología de soplar la espuma de la cerveza
cae a veces en un conflicto consigo misma con la espuma en su victima
la separación se golpea bebida
y strip-tease es una clientela de jóvenes los que aman al héroe a la heroína .
~
Arena
*
1
la arena que vi sin querer nadándote en el codo me parece que significa artritis, bursitis o
sinovitis;
también puede ser un hombre cercano al mar que lo ve como si fuera pirámide invertida de
horizonte.
la arena tiene cara de tener millones de años pasando sol y hambre. La arena me clama la
hipófisis
mediante una mascara precolombina encontrada sin quererlo la pirámide se areniza
sensación de lengua.
aquello registrado fue un hipotálamo en embarazo da a luz el ser mas bello, ve un mundo
pespunteado.
2
petróleo blanco se cotiza mas que el oro contraído, es arena de barco italiano de cuando
antes de Cristo.
petróleo en la marina símbolo de amor por cada puerto en la marina se recogen cuerpos
como flores
la arena es la que te ve haciendo sexo en plena cocina o entre las arrugas de las sabanas
musculosas húmedas.
arenas que sostienes el mar, arena símbolo de atracción sexual culinaria, recetas de la marina
como pescados
salados a la arena los marineros entre sí hacen el tamindige mondage pero eso no significa la
Confesión
3
me encontré con que me había orinado desde los senos un poco de sílice, calcio en material,
sales cloruradas y otras
sales que desde finales de los años '60 me tienen glorificado como dicen los de la foto y
santificado los de la homosexualidad
se camina como camina el resto de las personas caminando un poco de muerte por estos
minerales calientes por encima de todo
mi pareja se enorgullece y llora de lo mismo que yo orinaba desde los '60 pero quisiera
borrarlo con esos papeles que borran tinta de maquina
ahorraría en psicoanálisis ahorraría en pañoletas en revisticas de pornovisualización ahorraría
hasta en sílice
con la producción neta de sílice le construiría a mano un auto de vidrio a mi amor que vive
mas o menos lejos de mí muy artista
4
el vino se me convierte frente a mis propios ojos en pura arena, un absceso en la copa me
hace sentir feliz
en el aire cada vez que me entra un grano me hace sentir feliz la esclerótica, un absceso
cerebral no, un
absceso faringeo puede paralizar mi manía de succión, una abstención sexual ante el absceso
en la copa de
vino puede llegar al aborto de una lagrima, la droga no hizo otra cosa masque fantasear lo
rojizo de Cuba
un acetábulo en la medianoche que hable antes es la magia que parece volar al lado de la
arena en el aire
la Gran Ciudad pinta SU lienzo lo arroja al cielo y no cae mas sino el año siguiente por
Diciembre de forma.
5
si digo sobre al acuario donde vivo no me darían ni una sola libra por salvarme, solo la
arena me
habla aquí, el topo tiene tan anchas las patas no me deja caminar los domingos porque la
arena es de el.
el topo toca tan duro el saxo y el corno y baila con las patas tan grandes como una orgía de
bajo tierra
y el pangolín es un ángel de forma achatada un lenguado suspendido en el aire no me deja
volar sino ayer .
Me dedico al toque de una música que me erecte el pene. Note que en el arena! hay alguien
sin nada
y se lo poetizan las agallas con una voz de mujer aceituna, comestible. El toca el bajo con la
mujer
que canta como si rezara el Padre Nuestro, el pavo real se lo come sin plumas. El toca un
platillo sin arena
en los callejuelos, ella calla solamente de día. El es un piano, ella es una prostituta del reino
vecino, tan
excitada como algo de bola en una discoteca de la Gran Ciudad, mediante presiones
mecánicas se extrae una nota.
La emoción la humedece, se crea el torbellino en la mente, el corazón se para en el clavo.
Déjenla en aceite.
6
nadie pudo ver aquello, solo un pedazo de arenisca que cargaba en el bolsillo izquierdo que
era de plástico
se disparó ella misma por los radares, fue al cielo y trajo cuatro mas como ella donde iban
los radares
blancas casi no se veían.
antes del sol, me dijo una con voz hojalatísima con arena de comida bailaba siempre
no pudo adelantarme, solo le tomaba el cintillo quemado, raramente chamuscado por una
luz de un volumen blando.
no pude adelantarme a la salida. La puerta cerrada decía que no. Todo el tiempo pasó en
masturbaciones,
una de ellas, la mas roja creo que me rozó la sociedad. No pude. No pude. Tuve un
onanismo con ella, de arena.
7
bajo la pirámide del comienzo toque en laúd la pieza que mas me gustaba, otros hicieron lo
mismo en el cuello
uno de los míos, el de bajo cabello enmarañado y azul arena se sacó las vísceras y tocó el
amor a Rolando allí
8
vuélvenos de arena, le dije a la arena, para que nos estudie objetivamente la Ciencia Natural,
de arena,
de arena. Nuestros ojos límpidos arrojaron el agudo y quedaron con el tono bajo de suplica
y risa irónica.
vamos a ser de arena para tocar los huevos de los peces, de arena ante el grueso pastel de
mar frente a frente.
bailar en la Gran Ciudad fue volvernos hacia la arenisca el lunes anterior a la llegada con
una nueva sangre.
~
Sobre un niño que siente el paso del tiempo en los autobuses
*
un niño que gusta simplemente del rock'n roll y
de la televisión
de los blue jeans y franela baila,
listo a ensuciarse en algún fango
en el mas cercano
que huela a tienda de caramelos
pero que SU amor equino es mas potente,
mas de caballo.
El nunca esta donde quieren
Alan es como de arena
con el rostro rosado y cálido
ojos fríos
cuando llegan del viaje?
le odias, le odias como a una cucaracha
el es arrecho, bota el café, no es de color,
no tiene el deber de enseñar
allegros, minuets, allegro molto
¡aj!, Strang
Hiena rayada
se le estira la boca
hasta rajarse y sonar
No puede explicar su daltonismo
no son transparentes las estrellas
la placenta es la meta, la luna,
y que no siente las horas sino las 12.
Todas son pocas horas.
El cuello de su caballo es un puta
de concreto. Siente que es peor que amar
a alguien ... amar a algo. Mas terrible que
amar, mucho mas odioso es ser odiado
porque al resto no le interesa su aliento
ni como ve la televisión.
Cabellos y crines
y le pegan con la voz tantas veces.
Le hieren a sus yeguas,
a las que lleva en la sangre.
Marco Antonio Ettedgui (Caracas, 1958-1981)
lunes, 27 de abril de 2020
antonio gamoneda / de "pasión de la mirada"
En el más resistente, más velado
lugar del corazón, mete sus manos
el silencio del mundo, mas despierta
al pájaro mortal, al destinado.
Habla en dura quietud; habla en la nieve.
La geografía del final es blanca.
Pero desciende, corazón, repasa
yerba secreta y el hayedo oscuro
como la planta antigua del pastor.
Baja a escrutar la transparencia fría,
entra en el bosque de las venas, siente
los arroyos pacíficos, el ruido
denso y materno de la leche, escucha
el paso prodigioso de las bestias.
Cruza la sombra con tu cuerpo, pasa
sobre las huellas comunales, duerme
en el silencio como un dios cansado
y, luego, acude al sobresalto puro,
a la fresca, gloriosa desbandada
de las aguas en júbilo, discierne,
repartida en la luz, pálida espuma.
Pero vuelve a la paz por el camino
prieto y oscuro de Corona; vete
despacio por el Pando; te rodean
las floraciones de la soledad,
los árboles salvajes, los helechos,
los cautelosos manantiales. Piensa
dulcemente en el mundo, pero calla,
exprésate con sola tu existencia,
como el bosque secreto, que se dice
en la ciega madera con el liquen
y la profundidad y la quietud.
Lívida, verde, añil, precipitante
golpea el agua en la afilada estirpe
de la roca fluvial. Su entalladura
come la paz en ti; ya no recuerdas
ningún canto ni el manso y solitario
campanil del ganado. Sólo sientes
un único latido: el tormentoso
del Cares en su caz, y una corona
de piadosa humedad en tu cabeza.
Todo se pierde en el espacio puro,
en el combate de las aguas y
las láminas terribles. Se apodera
la física, orquestal naturaleza
del espacio interior; ya no recuerdas.
Ya no recuerdas en el quicio raudo,
en la inmóvil, hirviente cabellera,
en el abismo azul, en el espanto.
En el espanto y la hermosura como,
al fin de la batalla, un rey envuelto
en la sangre, o la invisible túnica
del huracán, o la feroz escala
del que canta en el rostro de la muerte.
Está tejida con azul la noche
aún crepuscular. La lengua roja
enciende su perfil.
Salgo al silencio
y penetro la vida de las cosas
y no sé si el centeno es la hermosura
o es la sed la verdad.
En este ahora
de secreta extensión, cuando no ciega
mis sentidos la furia luminosa
del resol cereal, y están creciendo
el zureo nupcial de las palomas,
los pájaros ocultos, la paciencia
de los robles, aún, salgo a los huertos
y me busco en las aguas y las sombras.
La tarde entra de pronto en la cocina,
enloquece en el cobre, hace gloriosa
la herrumbre de las madres. Como un lienzo
se imparte en las estancias. Cruza, dora
el rostro del varón. Da en las tarimas,
atraviesa el laurel, tiembla en sus hojas.
Ahora volverán por los caminos
las mulas canas y las yuntas rojas
y, cansados, los hombres, sus cabellos
con tamo de trigal.
Cunden las sombras
al borde del tapial. Lenguas de acero
se sumergen en aguas silenciosas.
El volumen rescata de la tierra
las oleadas interiores, riza
áspera, dulce, cereal, corpórea
la masa solitaria, la pastura
de los alcores y las navas; pone
la majestad hendida, aterruñada
en compacta hermosura y deposita
agua y semillas en el corazón.
Un bosque inmóvil, sin espacio, pero
alimentado en la profundidad
envolvente del mundo. Su espesura,
de vientos y de pájaros no acoge
sobresalto ni sombra; se despliega
en llano vertical: azul pacífico,
oro pluvial, litúrgicos se traban
con púrpura feroz. Mas nada turba
aquella majestad.
Si das tus ojos
a la dominación, sientes cuajarse
un vértigo, un pueblo entreverado:
urdimbre de varones, instrumentos,
bestias, coronas, comunicaciones,
desperdicios de luz. Vértigo, pueblo
establecido donde nunca humana
respiración apagará el chasquido
de una hebra solar sobre la dura
conversión laminar, pueblo aplastado.
Callada tempestad. La vibratoria
existencia del sol, la que tortura
lívidas lomas, parameras turbias
en la tierra exterior, aquí sostiene
un lienzo musical: nervios de sombra,
como un árbol delante del crepúsculo,
no imponen pausa sino negro impulso
en la arbolada vidriería.
Es
un mundo. No músculos, cabellos;
no túnicas redondas, accidentes;
sólo estaturas, transparencias, fuegos.
No libros, atributos, gestos, lomos
hirvientes de corcel, águilas, cetros,
ballesteros y muerte; sólo una
cegadora, bruñida altanería.
En esta soledad, en esta altura
de la materia, la estructura adiestra
los gritos del color como, entre hombres,
una esbelta garganta dispondría
las cantidades de sonido. Canta
pero extiende silencio. No es el canto
que recorre la tierra penetrando
en corazones, multitudes, bóvedas
y sepulcros; no es sino palabra
que se adentra en los ojos: alta fiesta
que despliega los rojos, enardece
el espacio interior, filtra más oro
en densidad azul, hunde los verdes
en sí mismos, agosta el amarillo
hasta hacerlo crujir.
Oh pueblo frío,
oh bosque, oh vidrio, oh lienzo frío:
sólo tú puedes soportar, vivir
siempre en belleza, nunca en libertad.
Espacio siempre frente al tiempo. No
hay mayor lentitud que esta paciencia
que eterniza los labios, endurece
las túnicas, habita en la mirada
de la desolación.
Roja, la estepa,
afuera, lejos, en la mansa gleba,
come su viejo sol.
Gira la tierra
sobre sí misma, musical, y el agua
desciende azul, eternidad herida.
***
Antonio Gamoneda (Oviedo, 1931)
domingo, 26 de abril de 2020
armando rojas guardia / tres poemas
Aves
*
Me pregunto
qué ron dulce las embriaga.
Quizá la luz
cuando enronquece
y empapa de quejas el límite del día.
Acaso el viento mismo
quien como ola de cansada espuma
las impulsa a partir hacia el intenso Oeste
donde muestra el día sus llagas
tumefactas.
Estalla su plumaje en oro caliente
y derramado.
Y el cielo ha quedado entre sus alas
como una mancha viva.
Mira cómo se enredan entre los suaves hilos
del aire que se enciende.
Deja su vuelo un sabor tropical de fruta roja.
¿Las veremos, de nuevo, como ahora?
Tal vez alguna de estas tibias tardes
en silencio.
O entre las grandes amapolas
que trae la Alegría.
~
Sin uso
*
Pero hoy tengo confianza en la tarea
de decirte precisamente esto,
sin una sola causa
que motive la cita intrascendente
de los ojos y las letras:
apenas teclearte siete líneas
como quien pide el aire o la alegría.
~
Poema de la llegada
*
Cuando tú vienes
tú el vacío el nada el ya.
el que yo no sé su nombre
ni interesa
cuando tu vienes
me siento perder voz
me seco de palabras
sueno
simplemente
como tú
sin queja sin golpe
sin crujidos
sueno como tú
Cuando tú vienes
tengo prisa
por decir
por llamarte de algún modo
por nombrarme
a mi también
para al fín reconocerme
en tu presencia
me abalanzo precipito
sacudo la quietud
mancho lo limpio
todo es tan vacío tan gota
inaprehensible
tan exactamente nada
tan silencio
Cuando tú vienes
abro ensancho acojo
me dilato
no sé decir
sino que abro
inútiles clausuras
Tú en el canto
tú el silbo el suave el que no pesas
vuelves hilos levísimos
mis nudos
me desatas
Cuando tú vienes
nada dices
y me dices
Nada pides
Qué vas a ser tú el implacable
el exterminador, el Enemigo
Nada pides
eres
Sólo oigo como eres
sólo oigo como soy
y quiero
ser
así eso que escucho
me abandono
Cuando tú vienes
hay una exacta coincidencia
te miro
en lo profundo
de aquello que deseo
qué mentira
qué imposible
qué estúpido
querer lo que no quieres
querer lo que no quiero
y entonces
ya no es sino la paz
la precisa ubicación
el ser escueto
Cuando tú vienes
no has venido
estás ya desde siempre
***
Armando Rojas Guardia (Caracas, 1949)
sábado, 25 de abril de 2020
elena salamanca / dos poemas
Sobre el mito de Santa Tecla
*
Un hombre pedirá
mi mano
y me la cortaré.
Nacerá otra
y volveré a cortarla.
El hombre pensará:
qué perfecta mujer, es un árbol de manos:
podrá ordeñar las cabras,
hacer queso,
cocer los garbanzos,
ir por agua al río,
tejer mis calzoncillos.
Pero yo seguiré cortando mis manos
cuando me diga:
Mujer, te he pedido,
y debes ordeñar las cabras.
Mujer, eres mía,
trae agua del río,
sírveme el
queso,
ve al pueblo por vino.
Mis manos caerán como caen las flores
y se moverán por el
campo,
necias.
No ordeñarán las cabras,
no irán por vino al pueblo,
jamás zurcirán sus calzoncillos
y nunca,
mucho menos,
acariciarán sus testículos.
El hombre dirá:
Qué mala mujer,
es una maldición de manos.
Irá por un hacha,
cortará mis brazos.
Nacerán nuevos.
Entonces pensará
que el
inicio de
la vida
se encuentra en ombligo
y cortará mi cuerpo en dos.
Mis miles de
manos cortadas
se volverán azules
y se moverán.
Secarán el trigo,
jugarán con el
agua,
secarán el río,
arrancarán las raíces del pasto,
envenenarán a las cabras,
al queso.
Y el hombre pensará:
Qué
maldición más grande:
prohibido debe estar pedir a una mujer que tiene voluntad.
~
Jóvenes las dos, perdidas
*
Yo también me fui de fiesta con mi abuela.
Jóvenes las dos,
perdidas
en el incienso de Semana Santa
en Sonsonate.
¿Quienes llegarán hasta aquí?
Le pregunto entre el humo sagrado
¡Ni los curas!
(Pedro Cortés y Larraz tal vez,
pero era 1770).
Yo quisiera fumar tabaco esta noche,
pero la bisabuela fumó desde niña.
Fumar y achinar los ojos
cuando venga el primer hombre de Guatemala
y cuando venga el último hombre de México
y no me deje ir con él.
No hay ya quien pueda impresionarme con nicotina.
Mi abuela calla porque cometió errores
y sabe que también voy a cometerlos.
Nos perdemos en el incienso
y la mirra.
El nardo,
la azucena
y todas las flores que no hemos sembrado
en ningún jardín
porque aún no tenemos casa.
No tendremos casa nunca.
Siempre seremos esas muchachas vestidas para martes de carnaval,
al que llegamos tarde.
(Como siempre)
Es martes santo
y a nuestro deseo lo escupen beatas.
Mientras, corremos con taconcitos por las calles de piedra:
Flor de Acrocomia aculeata.
No hay oración
ni agua ardiente
ni lunar cerca de la boca
que nos salve del amor.
***
Elena Salamanca (San Salvador, 1982)
viernes, 24 de abril de 2020
cecilia vicuña / tres poemas
El traspié de la doctrina
*
Mi amor por ti,
¿a qué se parece?
¿ A la compasión,
la conmoción,
el hechizo, la maternidad
o el control?
Verte en las calles
me acelera la respiración,
eres la encarnación
de mis ideas
naciste de mi cabeza
eres mi desvarío
que anda suelto
y con pantalones
en la avenida
Pedro de Valdivia.
Eres un concepto hecho carne
tu madre se hace la ilusión
de ser tu madre
no eres más que la gracia
rotunda de la espiritualidad
la forma frágil y descabellada
de una belleza interior
hecha exterior
por un traspié de la doctrina
o una equivocación de Dios.
~
Retrato físico
*
Tengo el cráneo en forma de avellana
y unas nalgas festivas a la orilla
de unos muslos cosquillosos de melón.
Tengo rodillas de heliotropo
y tobillos de piedra pómez
cuello de abedul africano
porque aparte de los dientes
no tengo nada blanco
ni la esclerótida de color indefinible.
Tengo veinte dedos
y no estoy muy segura
de poder conservarlos
siempre están a punto de caerse
aunque los quiero mucho.
Después me termino y lo demás
lo guardo a la orilla del mar.
No soy muy desvergonzada
a decir verdad
siempre que hay un hoyo
me caigo dentro
porque no soy precavida
ni sospechosa.
~
Historias de astros
*
1—En el principio las islas eran de todos colores.
Algunas eran violeta, y todo allí era del mismo color,
los árboles, la arena, las rocas.
La policromía era asunto de lejanía.
Cuando las canoas se apartaban, se veían varios colores.
De otro modo, sólo uno.
Era muy hermoso llegar a un paraje celeste o lila
azul cobalto o cadmio.
2—Después hubo un continente lleno de lomas.
Sus habitantes felices amaban la puesta de sol.
Los árboles crecían en el hemisferio y a nadie le faltaba
paisaje. Todo era curvo, y las demás formas no existían;
la línea recta no se conocía, ni para caminar.
La vista doblada y el cuerpo y el pelo crecían en forma
ondulada. Amaban en ritmo circular y pensaban en elipse.
En una de las curvas, el continente dobló la línea
de lo real y pasó a otra dimensión.
No es que haya sucumbido en algún cataclismo, simplemente
sobrepasó los límites y desapareció para nuestros ojos.
3—Aumentan los ancianos.
Por fin el universo quedará arrugado.
4—Hay estrellas en las que los seres no hablan.
Tan solo se miran. No son gregarios. Viven solos y se
multiplican durante los paseos nocturnos.
Viven para el gozo y la quietud. Al más leve sufrimiento,
caen fulminados. Es su voluntad, consideran que es ajeno
a la vida.
5—Los gérmenes de las estrellas no pueden ser evitados.
***
Cecilia Vicuña (Santiago de Chile, 1948)
jueves, 23 de abril de 2020
lorna goodison / porque fui todas las cosas
Porque fui todas las cosas
espíritu salvaje
abadesa
Magdalena.
Ahora inicio el orden de la gracia
me hago dueña de la llave de las posibilidades.
Todo lo que no soporto ver, o lo que adoro
en otros, está en mí.
El corazón de mi vida está abierto, la transparencia
de la vida de mi alma en otros mundos, el secreto
donde las medianoches se encuentran
y la fuente de la mañana,
están todas en mí
todas las mareas crecen y vienen
para inundar
Para renacerme brillante Oh mar cristalino
un universo se enciende en mí.
***
Lorna Goodison (Kingston, 1947)
Versión de Tom Maver
/
Because I Have Been Everything
*
Because I have been everything
wild spirit
abbess
Magdalen.
Now initiate of the order of grace
made keeper of the key of possibility.
All I cannot bear to see, or worship
in others, is in me.
My heart life is open, transparency
my soul's life in otherworlds, secrecy
where midnights meet
and the fount of morning
are all in me
all tides swell and have come
to flood
To reborn me bright O crystal sea
a universe is light in me.
miércoles, 22 de abril de 2020
san juan de la cruz / cuatro poemas
Noche oscura
*
En una noche oscura
con ansias de amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.
A oscuras, y segura
por la secreta escala disfrazada,
¡oh dichosa ventura!
a oscuras, y en celada,
estando ya en mi casa sosegada.
En la noche dichosa
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía,
sino la que el corazón ardía.
Aquesta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía
a donde me esperaba,
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.
¡Oh noche, que guiaste,
oh noche amable más que alborada:
oh noche que juntaste
Amado con Amada,
Amada en el Amado transformada!
En mi pecho florido,
que entero para él sólo guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.
El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería,
y todos mis sentidos suspendía.
Quédeme, y olvídéme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo, y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
~
Otras del mismo a lo divino
*
Tras de un amoroso lance,
y no de esperanza falto,
volé tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.
Para que yo alcance diese
a aqueste lance divino,
tanto volar me convino,
que de vista me perdiese;
y con todo en este trance
en el vuelo quedé falto;
mas el amor fue tan alto,
que le di a la caza alcance.
Cuando más alto subía
deslumbróseme la vista,
y la más fuerte conquista
en oscuro se hacía;
mas, por ser de amor el lance,
di un ciego y oscuro salto,
y fui tan alto tan alto
que le di a la caza alcance.
Cuando más alto llegaba
de este lance tan subido,
tanto más bajo y rendido
y abatido me hallaba;
dije: No habrá quien alcance;
y abatíme tanto, tanto,
que fui tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.
Por una extraña manera
mil vuelos pasé de un vuelo,
porque esperanza del cielo
tanto alcanza cuanto espera;
esperé sólo este lance,
y en esperar no fui falto,
pues fui tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.
~
Glosa del mismo
*
Sin arrimo y con arrimo,
sin luz y ascuras viviendo
todo me voy consumiendo.
I
Mi alma está desassida
de toda cosa criada
y sobre sí levantada
y en una sabrosa vida
sólo en su Dios arrimada.
II
Por esso ya se dirá
la cosa que más estimo
que mi alma se vee ya
sin arrimo y con arrimo.
III
Y aunque tinieblas padezco
en esta vida mortal
no es tan crecido mi mal
porque si de luz carezco
tengo vida celestial
porque el amor da tal vida
quando más ciego va siendo
que tiene al alma rendida
sin luz y ascuras viviendo.
IV
Haze tal obra el amor
después que le conocí
que si ay bien o mal en mí
todo lo haze de un sabor
y al alma transforma en sí
y assí en su llama sabrosa
la qual en mí estoy sintiendo
apriessa sin quedar cosa,
todo me voy consumiendo.
~
Vivo sin vivir en mí
*
Vivo sin vivir en mí
y de tal manera espero,
que muero porque no muero.
En mí yo no vivo ya,
y sin Dios vivir no puedo;
pues sin él y sin mí quedo,
este vivir ¿qué será?
Mil muertes se me hará,
pues mi misma vida espero,
muriendo porque no muero.
Esta vida que yo vivo
es privación de vivir;
y así, es continuo morir
hasta que viva contigo.
Oye, mi Dios, lo que digo,
que esta vida no la quiero;
que muero porque no muero.
Estando absente de ti,?
qué vida puedo tener,
sino muerte padescer,
la mayor que nunca vi?
Lástima tengo de mí,
pues de suerte persevero,
que muero porque no muero.
El pez que del agua sale
aun de alivio no caresce,
que en la muerte que padesce,
al fin la muerte le vale.
¿Qué muerte habrá que se iguale
a mi vivir lastimero,
pues, si más vivo, más muero?
Cuando me pienso aliviar
de verte en el Sacramento,
háceme más sentimiento
el no te poder gozar;
todo es para más penar,
por no verte como quiero,
y muero porque no muero.
Y si me gozo, Señor,
con esperanza de verte,
en ver que puedo perderte
se me dobla mi dolor;
viviendo en tanto pavor
y esperando como espero,
muérome porque no muero.
Sácame de aquesta muerte,
mi Dios, y dame la vida;
no me tengas impedida
en este lazo tan fuerte;
mira que peno por verte,
y mi mal es tan entero,
que muero porque no muero.
Lloraré mi muerte ya
y lamentaré mi vida
en tanto que detenida
por mis pecados está.
¡Oh mi Dios! ¿cuando será
cuando yo diga de vero:
vivo ya porque no muero?
***
San Juan de la Cruz (Fontiveros, 1542-Úbeda, 1591)
martes, 21 de abril de 2020
c. d. wright / en una palabra, un mundo
Me encantan todas.
Me encanta que un puñado, un bocado, te sobreviva, un morral te pueda conseguir un oficio, un freno de aquellos que bien elegido podría tumbarte y una sola palabra que podría iniciar una estampida y, por tanto, podría ser ilegalmente prohibida, inclusive por un tribunal liberal empeñado en defender una constitución que garantice una expresión sin impedimentos. Me encanta que el gaucho argentino tenga más de doscientas palabras para la coloración de los caballos y que el idioma sami de Escandinavia tenga más de mil palabras para los renos en función de la edad, el sexo y la apariencia; por ejemplo, un busat tiene bolas grandes o solo una bola grande. Más que las prístinas, me encantan las palabras inmundas por su talento descriptivo y su naturaleza transgresora. Me encantan las sucias más que las menudas, ya que respeto la expresión extravagante más que la reservada. Admiro la reserva, especialmente cuando me lleva a un nivel ascético. Me encantan los léxicos particulares de trabajos en especial. El sustrato de esas actividades. Las nomenclaturas dentro de las nomenclaturas. Soy de la escuela no acreditada que cree que los animales no existieron hasta que Adán les asignó nombres. Mi relación con la palabra es cualquier cosa menos científica. Es una cuestión de fe de mi parte, que la palabra dota sustancia material, al diferenciar la cosa nombrada de todo lo demás. Caballo, entonces, descifra lo que no es caballo.
C. D. Wright (Mountain Home, 1949-Barrington, 2016)
Versión de Nicolás López-Pérez
/
IN A WORD, A WORLD
I love them all.
I love that a handful, a mouthful, gets you by, a satchelful can land you a job, a well-chosen clutch of them could get you laid, and that a solitary word can initiate a stampede, and therefore can be formally outlawed—even by a liberal court bent on defending a constitution guaranteeing unimpeded utterance. I love that the Argentine gaucho has over two hundred words for the coloration of horses and the Sami language of Scandinavia has over a thousand words for reindeer based on age, sex, appearance—e.g., a busat has big balls or only one big ball. More than the pristine, I love the filthy ones for their descriptive talent as well as transgressive nature. I love the dirty ones more than the minced, in that I respect extravagant expression more than reserved. I admire reserve, especially when taken to an ascetic nth. I love the particular lexicons of particular occupations. The substrate of those activities. The nomenclatures within nomenclatures. I am of the unaccredited school that believes animals did not exist until Adam assigned them names. My relationship to the word is anything but scientific; it is a matter of faith on my part, that the word endows material substance, by setting the thing named apart from all else. Horse, then, unhorses what is not horse.
lunes, 20 de abril de 2020
piedad bonnett / tres poemas
Tu nombre
*
Cuando el dolor ha triturado ya el último hueso de mi noche
y sólo habla el silencio al corazón insomne que hila
y deshila penas y memorias
viene tu nombre hasta mi cuarto a oscuras.
Con un galope seco viene tu nombre abriendo
un camino entre nieblas
instaurando sus voces sus redobles
sus erres que retumban como un grito de guerra
su bronco acento de campana rota.
Tu nombre es tantas cosas:
el recuerdo de un barco que viene de ultramar y sus tercos marinos
el fuego entre la piedra
gota roja
que va tiñendo la pared del alba.
En él puede escucharse la voz de los que creen
con mística implacable y fe colérica.
Pero es también dulzura tu nombre
muro blanco donde mi mano traza los signos del sosiego
lugar donde recuesto mi cabeza.
Entre tu nombre y tú sin embargo un silencio
una grieta nocturna donde anidan los pájaros.
~
Laberinto
*
Condenada a ser sombra de tu sombra,
a soñar con tu nombre en cada madrugada.
Por la ventana abierta un olor errabundo
de vida, -¿y tú en que calle?-
un temblor en la luz,
el llanto de algún niño.
Y tus ojos cerrados,
o tus ojos abiertos como dos golondrinas,
y tu mano en el agua o tu mano en tu pelo
o tu mano en el aire con su triste blandura,
-¿y en qué calle tus pasos?-
y yo en sueños atada al hilo de tus sueños,
condenada a ser sombra de tu sombra,
a soñar con tu nombre en cada madrugada.
~
Canción
*
Nunca fue tan hermosa la mentira
como en tu boca, en medio
de pequeñas verdades banales
que eran todo
tu mundo que yo amaba,
mentira desprendida
sin afanes, cayendo
como lluvia
sobre la oscura tierra desolada.
Nunca tan dulce fue la mentirosa
palabra enamorada apenas dicha,
ni tan altos los sueños
ni tan fiero
el fuego esplendoroso que sembrara.
Nunca, tampoco,
tanto dolor se amotinó de golpe,
ni tan herida estuvo la esperanza.
***
Piedad Bonnett (Amalfi, 1951)
domingo, 19 de abril de 2020
josé miguel ibáñez langlois / seis poemas
Oficio
*
Soy cura
y qué
otros buscan perlas en el fondo del mar
o instalan ojos y oídos humanos en la estratosfera
yo trabajo en éste y en el otro mundo
yo tengo el poder de expulsar demonios de las computadoras
yo transformo leprosos en arcángeles
y mujeres de Lot en estatuas de sal
yo me visto como ni los mismos reyes para celebrar la Misa
yo hablo todas las lenguas de Pentecostés y algunas otras nuevas
yo soy la mano de Dios que borra los pecados más increíbles
yo soy el espejo de Dios que camina por la historia sagrada
otros tocan la flauta a las serpientes artificiales
yo resucito muertos
soy cura
y qué.
~
Fe
*
Si me dejaras
si un poco de Tu mano me dejaras
yo no creería ni en mi propia sombra
yo me convertiría en mi propia sombra
llena de teorías luminosas sobre sí misma
y el sol y bla la lá si me dejaras
yo me creería el sistema solar en persona
creado por mí mismo de la nada
en un acto de rara inteligencia
y contaría mi historia por bares y jardines públicos
y hasta los niños me sabrían idiota
si un poco de Tu mano me dejaras.
~
Proscritos
*
Terroristas del mundo, alucinados,
drogadictos, pilotos de la muerte,
pervertidos de la profunda noche:
habéis equivocado los caminos.
En Dios está el terror y la violencia
y la gloria y el sexo y la ignominia.
En Dios está la ciencia y la locura
y el fruto prohibido y el horror.
Venid, adoradores, al peligro
y a los vértigos de su santo rostro.
~
Palabras
*
Qué son estas palabras
cuando un hombre se salva o se condena.
Qué son todos los libros de este mundo
a las puertas del cielo y del infierno.
Que Dios me deje ciego
si alguna vez me olvido de su Iglesia
por escribir palabras.
~
Ad Missam
*
Con un Lienzo me cubro la cabeza, con polvo
y ceniza, con la profunda noche. La luna
se eleva en las montañas del valle de Josafat.
Una blanca Mortaja me ciñe ahora el cuerpo
mientras San Juan enciende los cirios. El infierno
vela en la faz de Dios el sudor de su sangre.
Las antorchas judías se acercan en la noche.
El Cíngulo en mis lomos: por los eternos siglos
empujan de esta soga los hijos de Israel.
En mi cuello la Estola. Estoy triste hasta la muerte.
Padre, si puede ser que este cáliz se aparte
sin que rueden los mundos en tus manos. Por fin
viene el Manto sagrado. Yo caigo de rodillas.
Jesús el miserable está en manos del cielo
con su oscuro terror. La misa ha comenzado.
~
Relevo
*
El comunismo nos hacía mártires en las catacumbas
el neoliberalismo nos entierra en nosotros mismos
entierra viva a la Iglesia dentro de sus iglesias
dentro de sus hermosos cánticos funerarios
y cuando la Santa Madre quiere salir a la vía pública
debe hacerlo en la forma de esas viejas limosneras
que mendigan a la salida de las iglesias
que pordiosean a la salida de sí mismas
cuando veáis esas viejas ciegas de amor a Dios
sabed que son la Santa Madre Iglesia
en la forma que ella toma a la salida de misa
a la salida de sí misma en la ciudad neoliberal.
***
José Miguel Ibáñez Langlois (Santiago de Chile, 1936)
sábado, 18 de abril de 2020
héctor hernández montecinos / de "oiiii"
Ø1
El mundo tal como lo conocíamos ya no existe. Nada se hizo cuando aún hubo esperanza. A lo sumo podemos ahora algo más que intentar reconstruir lo que significó la humanidad antes de enfrentarse a su propio colapso y su posterior destrucción. Cierta parte de la arqueología ha visto en dicha catástrofe una consecuencia lógica o de cierta correspondencia entre lo que sabemos de los humanos y lo poco que ha quedado de ellos. Este libro no juzga dichos actos. Tampoco las decisiones que tomaron con respecto a su sobrevivencia. La Tierra es hoy un planeta extinto.
~
Ø2
Lo que aquí se presenta es una recopilación más menos argumental de escritos que pasaron de generación en generación hasta poco antes de la guerra. Lo más probable es que las autorías sean tentativas o suposiciones más bien históricas. Casi no hay datos de ellos salvo unas pocas referencias cifradas con cantidades básicas de información. Aún insuficientes para tener total certeza de cómo entendieron y manejaron sus códigos. Dependiendo de cada caso se ha querido rastrear un tentativo origen y fecha de su aparición. Se han evitado las notas especializadas para no entorpecer la lectura sobre todo por la precariedad de los textos conservados.
~
Ø3
Se presume que antes del colapso del CMI la escritura fungía como una posibilidad para lo que ellos llamaban imaginación. Al parecer, se realizaban lecturas públicas, se recopilaba en libros y se replicaba periódicamente en una cantidad no por cierto despreciable. Daba cuenta del presente, del pasado e incluso algunos relatos llegaron a pronosticar lo que sería su propio destino. El fin de la humanidad confrontada con el propio fin de su lenguaje fue una de las causas determinantes de su desaparición como especie. Por dicha razón hoy contamos con escasos datos sobre sus formas de vida, sus costumbres y su pensamiento. El avance tecnológico al que llegaron fue relativo y casi la mayor parte de sus logros como civilización fueron aniquilados. La Atlántida era un mito arcaico conocido por ellos. Lo que no sabían es que se trataba de su propio final.
~
Ø4
A raíz de la catástrofe se creó en este nuevo mundo el Oikos 47L4N, más conocido como O4 [ΩΛ]. Una isla-continente artificial donde se reunió la mayor parte del conocimiento humano desde las más remotas civilizaciones hasta lo que alcanzaron a descubrir antes de su propio final. No fueron muchas las obras que se salvaron del desastre. Ni siquiera alcanzan a contarse con los dedos de ambas manos. El trabajo de reconstrucción no ha sido fácil, pues de ellas solo han quedado fragmentos dispersos, referencias de otros autores o versiones apócrifas. Toda esta información se desencriptó de haces del código alfanumérico y genético originados de Henry Molaison que es el nombre tentativo del último sobreviviente de la humanidad.
~
Ø5
De este modo, O4 es el lugar utópico soñado desde siempre por la humanidad y profetizado en muchas culturas bajo la noción de “paraíso”. Este es el origen de nuestra época, llamada Ecozoica, en donde tenemos la posibilidad de ser partícipes de una nueva civilización ya no solo humana. El concepto griego oikos hace referencia a la casa como unidad administrativa pero por extensión a una comunidad y, por ende, al planeta entero. Sin embargo, manteniendo el espíritu del término es que hemos querido asociarlo también al cuerpo como un lugar habitable por sí mismo gracias a las correcciones en la información genética. De allí que sea la noción de habitar desde donde pensamos este oikos que se transforma en ‘eco’, prefijo de varias palabras que fueron más menos familiares en el lenguaje común de la Tierra.
~
Ø6
Por su parte, 47L4N es una referencia cifrada a la más antigua y trascendental cultura de que se tenga noticia, la atlante, de la cual nacieron muchos siglos después las sumeria, egipcia, azteca, maya, fenicia, china, inca, entre varias otras. En el inconsciente colectivo está presente la desaparición de la Atlántida pero también su posible retorno. Se trata de la comprobación de un tiempo cíclico que no fue relevante para las sociedades postreras. Así, Oikos 47L4N se convierte en la cúspide de una nueva vida en el seno de innovaciones que tienen que ver con la revelación de los códigos cifrados. En este contexto, el lenguaje es la matriz de este salto evolutivo y la conciencia de ser un solo organismo nos permitirá habitar de nuevo un lugar que no estuvo pensado inicialmente para nosotros. Una arquitectura mental nace de este pensamiento interconectado y un pacto de buena voluntad es lo que funda estas naciones que ya no son del futuro. Esta es nuestra nueva casa.
~
Ø7
Los babilonios ubicaron su paraíso en el océano occidental y le dieron el nombre de Aralu, mientras los egipcios colocaron la morada de sus almas “en el extremo occidental, y en el centro del océano” y lo denominaron, entre otros, con los nombres de Aaru o Aalu y también Amenti. Las tribus celtas de España y los vascos conservan las tradiciones de su tierra natal en el océano occidental, y los galos autóctonos de Francia conservaban la tradición de que sus antepasados provenían de algún lugar en el medio del océano occidental, como consecuencia de una catástrofe que destruyó su tierra de origen. El galés y el inglés antiguo situaron en el océano occidental el emplazamiento de su paraíso terrenal, que llamaban Avalon. Los árabes creían que el pueblo de Ad vivió antes de la gran inundación y fue destruido por las aguas como castigo por sus pecados. Las antiguas tribus del Norte de África mantenían las tradiciones de un continente situado al Oeste, y existen noticias de tribus llamadas Atarantes y Atlantioi, así como un mar actualmente seco, Attala, y naturalmente, las montañas Atlas.
~
Ø8
Los griegos de la antigüedad situaron la isla más allá de las Columnas de Hércules y la llamaron Atlántida. Cruzando al Atlántico advertimos que en las Islas Canarias existen una serie de antiguas cavernas llamadas Atalaya, cuyos habitantes conservaban, incluso en la época romana, el recuerdo del hundimiento de la isla-continente.
~
Ø9
Tanto en América del Norte como en Sudamérica, nos encontramos con una serie de extraordinarias coincidencias. La mayor parte de las tribus indígenas conservan leyendas que dicen que su origen está en Oriente o que obtuvieron los adelantos de la civilización de unos super-hombres llegados desde un continente oriental. El pueblo azteca conservó el nombre de su tierra de origen: Aztlán, y la palabra misma, azteca, es una derivación de Aztlán. En su idioma, el náhuatl, atl significa ‘agua’ y la misma palabra tiene igual significado en el lenguaje bereber del norte de África. Cuando los conquistadores españoles exploraron Venezuela por primera vez encontraron un reducto denominado Atlán, que estaba poblado por indios blancos (o que a los españoles les parecieron blancos), cuyos antepasados eran sobrevivientes, según decían, de una tierra inundada. Incluso hay teorías que aseguran que el altiplano boliviano es la fiel descripción que hace Platón de la Atlántida y que, por ende, el continente perdido no sería otro que América.
***
Héctor Hernández Montecinos (Santiago de Chile, 1979) OIIII. Santiago: RIL/AEREA, 2020.
viernes, 17 de abril de 2020
arnaldo calveyra / dos poemas
Caminaba el hombre
*
Caminaba el hombre
llevado por su estrella,
no diferente al yuyo
que al agacharse
toca con la mano
hombre
atendido por su estrella,
forma dulce de tierra
por cuestas de retama
de loma en loma
hablado por los pájaros
herido por cinco pies de
tierra
como las nubes errantes
busca arroyos
donde aliviarse,
reflejarse
y la vara de nardo
de la luz
que lo conversa
brillante de verde
de hondonada
olías a
lentamente tierra,
la tierra curva
de Entre Ríos
llegada de su noche
una lumbre siempre pronta
que lo entibia
el hombre, el doble de su estrella
atraído por su sol
¿dónde los cinco pies
de tierra
que lo exaltan
en la voz de la calandria?
creencia dulce de senderos
~
Instantes de un castillo de arena
*
Lo teníamos con una mano. Sin caer superficie apagada por las
orillas tornasoleadas de la lengua. Por hablarnos casi, murallita
entretenida en el sol demasiado. Te abriré una puerta, una ventana,
una bajamar de aldea.
El mar, la carretera nacional. Ni parada ni tiesa. A tocar con
estos ojos.
En vano unos niños se lo han pedido al mar. Entra, se instala.
Napoleón paralítico que destroza. Canta. La sal, el torreón, la
bandera.
Escúchalo.
Nosotros.
Una niñita basta, consigue atravesarlo, encuentra las cocinas.
Cantamos una marsellesa en el desastre. No lo para. Se cae en
pedazos el puente levadizo.
Difícil tiempo.
Encuentro aquel esqueleto del sol extraviado en los años.
No, no volveremos.
El agua vertical de la ola color viento. Lejos, ¿por qué no todo
el mar?
Una escoba siete mares, el mar.
La bandera era lo que más queríamos, lo que más nos gustaba,
la bandera incolor en la luz.
Mañana por la mañana
***
Arnaldo Calveyra (Mansilla, 1929-París, 2015)
jueves, 16 de abril de 2020
jorge pimentel / dos poemas
Esso itt ipc gulf united fruit shell
*
adentrándonos en interrogaciones que nos llevaron a descubrir
al culpable de cuanto pudiera estar sucediéndonos.
Y fue como perdimos la nariz, los ojos y nos arrancaron las
extremidades, y perdimos las orejas, otros extraviaron
la risa en la mesa de las operaciones. A mi madre también la
persiguieron hasta que dieron con ella y nunca más
alcancé a verla claramente; la enclaustraron en una oficina.
Tengo noticias que a mi padre lo sacrificaron en una Cia.
de aguas gaseosas. Trabajó hasta su muerte, asta que
decidieron sacrificarlo amarrándole un tigre a la espalda
hasta que chille, y luego ardió y sus cenizas arañaron
las paredes de cualquier cantina repleta de aserrín, de discos
de Paul Anka y la Sonora Matancera, como una despedida
como un último brindis; y aquella fue la hora más solitaria del mundo.
~
Muerte natural
*
Me estoy muriendo mordí el anzuelo, caí en las trampas
estúpidamente, y ahora me contradigo con facilidad,
me extravío, me pierdo, y con la luz de un lamparín
cruzo puentes rústicos donde nadie me espersa,
donde no hay lugar preciso para mi cara que ya dejó
de ser columpio o lecho de fresas.
Me estoy muriendo, mordí el anzuelo, caí en las trampas
al tratar de entender lo que pasaba
al tratar de medir el alcance del engaño, la crueldad servida,
masivamente, matanzas que desbordaron los océanos
en montañas de cuerdos ofrendado como un sacrificio, como un rito
del que nunca participé, cuando nuestra inquietud
era otra o consistía en entender, si esas sombras dispuestas
al alba, eran para ser besadas, o simplemente para
observar su evolución en la forma cimbreante y espectacular
del relámpago.
Y todas fueron trampas a la larga mortales para nosotros,
sobre todo al tratar de explciarnos las siglas
que se multiplicaban como abanicos, como colas de pavo real.
***
Jorge Pimentel (Lima, 1944)
miércoles, 15 de abril de 2020
aristóteles españa / cuatro poemas
Llegada
*
Bajamos de la barcaza con las manos en alto
a una playa triste y desconocida.
la primavera cerraba sus puertas,
el viento nocturno sacudió de pronto mi cabeza rapada
el silencio
esa larga fila de Confinados
que subía a los camiones de la Armada Nacional
marchando
cerca de las doce de la noche del once de septiembre
de mil novecientos setenta y tres en Isla Dawson.
Viajamos
por un camino pantanoso que me pareció
una larga carretera con destino a la muerte.
Un camino con piedras y soldados.
El ruido del motor es una carcajada,
mi abrigo café tiene barro y bencina:
nos rodean
bajamos del camión
uno dos tres kilómetros
cerca
del
mar
y
de
la
nada,
¿Qué será de Chile a esta hora?
¿Veremos el sol mañana?
Se escuchan voces de mando y entramos a un callejón
esquizofrénico que nos lleva al Campo de Concentración,
se encienden focos amarillos a nuestro paso,
las ventanas de la vida se abren y se cierran.
~
Caminos
*
Nos llevan a cortar leña por los bosques,
de sol a sol,
custodiados por patrullas
que apuntan directamente a la cabeza.
ordenan cantar y correr,
agujerean nuestra sensibilidad,
quieren destruirnos como guijarros
bajo la nieve,
humillarnos,
Mientras entonamos en alta voz:
“Bajo la linterna, frente a mi cuartel,
sé que tú me esperas mi dulce amada bien”.
Y el viento invade los parques de mis sombras,
desordena los faroles, las plantas escarchadas.
Me acuerdo de Rosita en la última navidad,
o con su uniforme de colegiala y sus cuadernos.
(A lo mejor nunca leerá este poema).
Hay olor a nubes enterradas,
nos golpean,
mientras una rata camina entre la hierba.
“Si es que llega un parte y debo yo marchar
sin saber querida si podré regresar”.
Sólo vemos galerías pintadas de insomnio,
postes amontonados,
manos que sangran,
en el trayecto al Campo de Detenidos,
y fusiles,
y mitades,
encerrados en un laberinto de crueldad y miseria
en el paralelo 53 sur de este mundo.
~
Y no eran perros
*
Anoche al acostarme
escuché ladridos
en algún lugar del Campamento.
Y NO ERAN PERROS.
~
Una especie de canto
*
He aprendido a ver el mar entre barrotes
rodeado de secretas amenazas,
a conocer los metales del desprecio,
el valor de la unidad y la palabra, a sentir,
a ser valiente cuando me torturaron,
contemplar como crecen las semillas
en las jaulas…
He aprendido a distinguir los cánticos
del odio,
nacer, caminar entre la bruma
y crecer
y escuchar risas que evocan garras,
muecas, los pasos del verdugo,
el temblar bullicioso de mis venas…
He aprendido a ver las cimas
transparentes de lo humano,
el helado resplandor de la ternura,
la otra dimensión de la esperanza.
***
Aristóteles España (Castro, 1955-Valparaíso, 2011)
martes, 14 de abril de 2020
robin myers / poema de amor para carl sagan
Un hombre y una mujer flotan, sin tocarse, en el espacio.
Espacio es una palabra que usamos para vacío,
es decir, un lugar donde no estamos nosotros.
Grabados en su placa metálica, flotan, el hombre y la mujer,
sus manos separadas, hacia cualquier clase de nada
que los absorba, cualquier clase de criatura que algún día
pueda extender un apéndice, membrana, hueco
o algún otro receptor misterioso que pudiera tener
para recibirlos, o no, en un intento de aprender, o no,
qué es una mujer, qué es un hombre,
la forma de sus pantorrillas, cómo se acomodan sus dedos
en un gesto de bienvenida o de reposo.
El hombre y la mujer, flotando en el espacio,
no se tocan, para que la criatura inimaginable
no los confunda con un solo organismo
amorfo, semisimétrico,
unido en el eje que entendemos como manos.
El hombre y la mujer que no se tocan
son cada uno una silueta sólida, de rostro plácido, lisos
por diseño, sus cuerpos desprovistos de color, órganos, accesorios
que revelarían su particularidad a Río de Janeiro, por ejemplo,
al cinturón bíblico, la selva del Congo, el desierto del Sahara
o cualquier otro lugar.
El pene del hombre está presente y flácido.
La vagina de la mujer pulcramente triangular, sin fisura,
para apaciguar a los censores. No hay,
quiero ser clara, absolutamente ningún punto de contacto.
¡Ay, Carl Sagan, la presión!
El terrible peso de la responsabilidad
forjado en el metal, precipitándose ahora castamente
a través de la infinita virginidad del espacio.
Qué tarea, esta inmutable lección de dos dimensiones
sobre la anatomía de todos: pasteurizados
en líneas, decoro y proporciones aproximadas;
sin carne ni funciones ni fricciones de ninguna clase,
sin lunares ni cicatrices ni amputaciones marcadas por líneas de ensamble
ni barbas, por supuesto nada de vulvas
y sin involucrarse, en el sentido
en que mi pie está involucrado con el calcetín, el zapato, la alfombra,
la doctora involucrada con el termómetro
que coloca debajo del brazo del anciano
y con el hombre al que le pertenecen el brazo y la axila.
Sobre nosotros, un hombre y una mujer,
sin tocarse, ahora para siempre
intocables en nuestra memoria,
flotan en el espacio,
como dioses, finalmente, como siempre quisimos,
o al menos en la única manera
que podemos ser dioses.
Está bien, Carl Sagan,
está bien, es cierto.
Con el bosquejo de cualquier forma humana
como retrato definitivo de lo que somos y hacemos,
simplemente no habría manera de evitar la mutación:
una niña en bicicleta se vuelve mítica,
una bestiecilla con alas de dos ruedas
y contornos que cambian de forma con el viento.
¿Qué pensarían de nosotros, esos otros inconcebibles—
ajenos a nosotros en la textura de su piel, si tienen piel,
en sus intimidades con el tiempo, si cuentan el tiempo,
en la cuestión de su antojo por la sal,
si tienen antojos, si ellos son de hecho ellos—?
Consideremos, entonces, la colección de animales:
Hombre y mujer tomados de la mano para luego soltarlas.
Hombre cepillando el pelo de hija.
Mujer pasando la lengua por clavícula de mujer.
Hombre ahorcando a hombre.
Mujer y hombre y hombre y mujer y mujer y mujer
y hombre y mujer y hombre y mujer acurrucados sin querer
unos con otros en el metro.
Mujer desgarrando un hueso de puerco con los dientes.
Hombre meciendo una pistola.
Muchacha tocándose hasta quedarse dormida en choza con techo de lámina corrugada.
Niño besando niño en la sombra de lago y esperando
sesenta años para hablar del tema.
Hombre acercándose a mujer en colchón que memoriza su forma
y sin embargo los olvida mientras ellos luchan
para encontrarse en el centro fundido de lo que sienten
y desaparecer en el espacio que los separa.
Hace poco, un hombre y yo nos sentamos junto a una cascada
con las piernas en la corriente y nuestros hombros tocándose.
Sé que sentí el cuerpo salvaje y vasto del río
y el cuerpo breve y cálido del hombre y sé
que mi cuerpo estaba involucrado con los dos, y ¿quién puede negar
que hayamos formado, juntos,
aunque sea por un momento,
un nuevo animal?
***
Robin Myers (Nueva York, 1987)
Versión de Isabel Zapata
/
Love Poem for Carl Sagan
*
The Pioneer 10, the first spacecraft to leave the solar system, carried with it a six-by- nine inch gold-anodized aluminum plaque engraved with a message—information on the origin of the spacecraft and on the human form—in the event of its interception by advanced extraterrestrial life. The plaque includes an outline drawing of a nude man and woman. Carl Sagan co-devised the message, and his then-wife, Linda Salzman, made the drawing.
A man and a woman float, not touching, through space.
Space is a word we use for emptiness,
which is to say, somewhere without us.
Engraved onto their metal plate, they float, the man and the woman,
their hands apart, toward whatever kind of void
may absorb them, whatever kind of creature might someday
reach out an appendage, membrane, vacuum,
or other mysterious receptor it might possess
to receive them, or not, in an attempt to learn, or not,
what a woman is, what a man is,
how their calves are shaped, how they fix their fingers
in a gesture of greeting or rest.
The man and the woman, floating in space,
don’t touch each other, lest the unimaginable creature
mistake them for a single organism,
amorphous, semi-symmetrical,
conjoined at the hinge we experience as hands.
The man and the woman who don’t touch
are each a solid outline, placid-faced, blank
by design, their bodies emptied of color, organs, accessories
that would reveal their particularity to Rio de Janeiro, say,
or the Bible Belt, the Congolian forests, the Sahara Desert,
or anywhere else.
The man’s penis is present and flaccid.
The woman’s vagina is neatly triangular, unclefted,
appeasing the censors. There is,
let me be clear, absolutely no touching.
Oh, Carl Sagan, the pressure!,
the harrowing weight of responsibility
wrought into metal, now hurtling chastely
through the infinite virginity of space.
What a task, this immutable 2-D lesson
in everyone’s anatomy: pasteurized
into lines, decorum, and approximate proportions;
no flesh, no function, no friction of any sort,
no moles or scars, no assembly line amputations,
no beards, most definitely no vulvas,
and no involvement, in the sense
that my foot is involved with its sock, its shoe, the throw-rug,
the doctor involved with the thermometer
she tucks into the old man’s armpit,
and so with the man to whom both arm and pit belong.
Above us, a man and a woman,
not touching, now untouchable
forever in memory of us,
float through space,
godly, finally, as we have always wanted,
or at least in the only way
we have ever imagined.
All right, Carl Sagan,
all right, it’s true.
With the sketch of any human form
as the ultimate portrait of what we are and do,
there would be simply no way around mutation:
a girl on a bike turns mythical,
a gentle beast with two-wheeled wings
and edges that change shape in the wind.
What would they make of us, the inconceivable others—
foreign to us in the texture of their flesh, if they have flesh,
in their intimacies with time, if they count time,
in the question of whether they too thirst for salt,
if they thirst at all, if they are a they at all—?
Behold, indeed, the menagerie:
Man and woman holding hands, then letting go.
Man combing daughter’s hair.
Woman passing tongue along woman’s collarbone.
Man seizing man by throat.
Woman and man and man and woman and woman and woman
and man and woman and man and woman huddled against each other
involuntarily on subway.
Woman tearing pork from bone with teeth.
Man cradling pistol.
Girl touching self to sleep in shack with corrugated tin roof.
Boy kissing boy in shadows of lake and waiting
sixty years to speak of it.
Man reaching to woman on memory foam mattress,
which nonetheless forgets them as they struggle
to meet each other at the molten center of what they feel
and vanish into the space between them.
Not long ago, a man and I sat beside a waterfall
with our legs in the current and our shoulders touching.
I know I felt the vast feral body of the river
and the brief warm body of the man and I know
my body was involved with both, and who can say
that we didn’t make, together,
even for a moment,
a new animal?
lunes, 13 de abril de 2020
circe maia / exterior
I
Todo está fuera
nada queda dentro.
Tú mismo estás afuera, a medio hacerte
a medio construir, como esa casa llena de andamios.
Lo más hondo no es íntimo: está afuera.
Hondura de vivir día por día
con otros, entre otros.
Falsa hondura del abismo
que sólo tú has pisado
y entre sueño has visto.
Demasiados abismos verdaderos
hay que cruzar, despójate de sombras
mira el real abismo:
se ha abierto como un tajo sobre el suelo
de la querida tierra
y tal vez no lo has visto.
Tal vez cruzas sin ver por dónde andas
de qué lado caminas, dónde apoyas
el pie... Tal vez estás perdido
en marañas espesas, trepadoras
dentro de ti. Arráncalas, arráncalas.
Lo más hondo no es íntimo.
II
No es cierto que busquemos la belleza
-relucientes racimos de palabras-.
No es la belleza que amas en tus hijos
ni tampoco en las cosas.
(Hallaría muy triste
que te gustara tanto la lindura.)
Amamos realidades porque existen
porque son verdaderas.
Pero ves qué desgracia:
se nos vuelven palabras - esqueletos.
"Verdadero", "real" suenan a nada
cajón vacío, ruido.
Una hoja de árbol se estremece.
La mano mueve el lápiz.
Una voz llama. Ahora
mismo, ahora
el instante en que lees
la palabra "palabra"
¿qué círculos te envuelven
qué piso te sostiene
qué mira tu mirada?
***
Circe Maia (Montevideo, 1932)
domingo, 12 de abril de 2020
ernesto gonzález barnert / de "ningún hombre es una isla"
TE HABLO DE DRENAR OSCURIDAD
con más oscuridad.
Una territorialidad no mayor que la de una pieza.
Y un puercoespín hinchado,
el rostro que metamorfoseé
para ganar unos pocos días de defensa.
La resistencia
a una ciudad que te encuentra improductivo
y te puede hacer mierda
en un momento de sueño
o desconcentración.
~
ENTRAMOS A SUS CASAS PARA HOJEAR
el álbum fotográfico, ver los cuadros
que tienen, juzgar sus libros
contra los nuestros.
Sin duda para comprobar
que la televisión no está encendida.
Y que la música
importa menos que antes
mientras suene de fondo poco invasiva
y notable. Entramos a sus casas
como si fueran nuestras. Nuestra vida,
simplemente mejor. Y contra eso
nada pueden hacer.
~
MI ÚNICA LEALTAD ES CON LA POESÍA.
Su impacto.
No esperen de mí otra dirección.
Mi timón está hundido en sus sombras.
El oído a su orden.
Todo lo que vaya en su contra
va en mi contra.
Es asunto mío.
Se equivocan los que esperan otra cosa.
Mi única lealtad es con la poesía.
Con la herida que cerrándose cauteriza
y vuelvo abrir.
No borra.
Yo su da.
~
UN LIBRO QUE HUNDA TODOS LOS DEMÁS.
Ante eso comparezco.
Coto de caza en que una variopinta manga
de cortesanos, estrechas,
maricones, pendejos y borrachos
uniformados de rebelde
pinchan, sobajean, chillan al cachalote muerto
sobre las arenas de Isla Negra.
Si a largos trechos
esto pareció una fiesta de disfraces
de lobos
en que todos balan de cordero,
estás en lo cierto.
Donde no falta el entusiasta con la buena nueva
empujándolo otra vez al mar.
Adiós, piratas, estoy demasiado cansado
para ir de segundo en su listón.
Me alcanza lo que dejo sin decir.
Todas las ovejas que claman paz
la obtendrán del carnicero.
Toda posteridad puede irse a la mierda
en la edad de la prosa.
Contra esta iglesia de los últimos días
y su ego harto de butacas desiertas.
Carver tenía un retrato de Machado
en su habitación.
Tras cada pesadilla decía: tranquilo,
Machado esta aquí.
No quiero pegarle a la piñata
echarla abajo con las venas marcadas
de la frente.
Sí, no parece buena la fiesta. Un dodo
espera la muerte de pie.
Las chicas se solazan tejiendo
y destejiendo petitorios
contra el macho dominante.
Se hacen llamar
sin el segundo apellido.
Un oso hartado de bayas se recoge.
Bienvenida sea la nieve.
~
NADA COMO TOCAR I JUST CALLED
TO SAY I LOVE YOU
en el supermercado un sábado en la mañana,
yo y mi teclado, Stevie Wonder fluyendo por los pasillos
relucientes y atestados de esas mujeres que sostienen el país.
Esas que son mi chica de rojo también, algunas noches,
mis mineras, mi veta maldita.
~
ESCRIBIR es bajar el volumen
creyendo que alguien llama.
~
LA CAMISA DESABROCHADA
HASTA LA MITAD.
El café tibio en el tazón con la oreja rota
sobre el poema recién impreso.
La luz del día yéndose sin pelear.
Alguien grita en el edificio del frente
¡Gol conchetumadre!
cuando abres la ventana para que corra viento,
algo al menos por el piso. Y te preguntas
en qué estación el Dr. Johnson concluyó
que hay solo dos clases de enfermedad mental:
la melancolía y el entusiasmo.
Aquí es verano.
Pero el otoño ya tiene ganas.
***
Ernesto González Barnert (Temuco, 1978) Ningún hombre es una isla. Buenos Aires: Buenos Aires Poetry, 2019.
sábado, 11 de abril de 2020
cristina rivera garza / tres poemas
Vapulear
*
La manera en que se forma la ola, como de la nada, y cómo se rompe. Tenue aguamarina.
¿Por qué alguien se introduce repentinamente en un mar de tersas aguas frías una tarde de mucho sol? No tengo respuesta para eso.
La idea del experimento como juego, argumenta Mathias Viegener, evita tanto la necesidad de percibir a lo experimental como opuesto al realismo narrativo, así como de forzarlo a que dé resultados políticos o incluso que produzca objetos particularmente inteligibles para que participen en alguna forma de "contrato" con el lector.
Desde otra perspectiva sólo se trataba de tres personas a medio vestir o medio desvestir que, muy adentro del océano, gritaban y reían. Los brazos hacia el cielo; las bocas llenas de sal.
Pero la luz.
La primera tentación es, ciertamente, narrativa.
Entrar en la boca del Pacífico, horizontal. Los miembros tan extendidos como una cierta forma testaruda de. Introducirse como quien avizora y cree en el destino y en la santa mano del azar. Nadar ahí como quien recuerda de súbito que solía.
En las dos perspectivas debe existir el pelícano que, a toda velocidad, cae en línea recta sobre la marea. Visión monumental.
La aguamarina es la variedad de color azul verdoso pálido del berilo.
Pronto se sabrá que el pelícano y la marea y la velocidad forman una trinidad santísima.
¿Y cómo no pensar en la infancia, en los veranos interminables de la infancia, cuando los cuerpos en ebullición, tan delgados y sólidos como astas, se deslizaban sin temor bajo las aguas en busca de algo desconocido o algo nuevo o, cuando menos, todo aquello que todavía no se sabía que hacía falta?
Qué alguien diga: ¡Pero la espuma: ligera, burbujeante, blanquísima!
En el experimento todo es potencial, por eso no se miden los resultados sino el proceso.
Alguien pudo haber pensado también que se trataba de tres personas desquiciadas mientras que otro pudo haberlas descrito como absolutamente metafísicas.
Pocas veces bajo las olas, así, resquebrajándose. A punto de existir y a punto de no existir como la fe.
Mi vida con la ola es el título de un cuento surrealista de Octavio Paz.
El tono azulado de la aguamarina se debe a la presencia de Fe2+; mientras que el verdoso se debe a las inclusiones de Fe3+
Es bueno estar en la tierra, alguien habría dicho eso mientras los pies se hundían en la arena y el sargazo se abrazaba a los tobillos como a una última oportunidad.
Pero el nimbo de cosa sagrada o de umbral.
Es difícil concebir que el agua, al inicio tan helada, pueda tornarse con tanta facilidad o rapidez en una cálida mano que protege contra el pasado y contra el futuro y contra todo lo que está.
Siempre me he preguntado cómo pasan los días, en realidad, los que viven dentro de la cavidad torácica de una ballena.
El sargazo es un género de macroalgas plactónicas de la clase Phaeophyceae (algas pardas) en el orden Fucales. Las algas, que pueden crecer en largo varios metros, son pardas o verde negruzcas y diferenciadas en rizoides, estipes y lámina. Algunas especies tienen vesículas llenas de gas para mantenerse a flote y promover la fotosíntesis. Muchas tienen texturas duras, que entrelazadas entre sí y con robustos pero flexibles cuerpos, le ayudan a sobrevivir a corrientes fuertes.
The Waves es el título de una de las novelas de Virginia Woolf.
Leí The Waves por primera vez bajo la fronda un árbol al que calificaría sin problema alguno de feliz.
The Waves ha sido desde entonces uno de mis libros de cabecera.
No cabe duda, lo propio de las olas es vapulear.
These are beautiful shores, dijo Lisa Robertson refiriéndose, sin duda, a otras playas o a otras orillas en uno de los poemas que compone su libro The Men.
Pero las gotas iridiscentes sobre la piel. Elegantes joyas pequeñísimas.
El Pacífico es un océano y es un hombre que se extiende orgánicamente a lo largo del litoral.
Los yacimientos de aguamarina son muy numerosos. Se pueden encontrar aguamarinas en Italia, Sri Lanka, India y Estados Unidos. También en bastantes países africanos, como Zambia, Nigeria, Madagascar, Kenya, Tanzania y Malawi. Las minas más importantes son las de Brasil: Minas Gerais, Bahía y Espirito Santo. Sin embargo, los ejemplares más cotizados provienen de los Montes Urales, en Rusia.
En efecto, Pacífico es también el nombre de una cerveza producida en el norte de México.
Pero este tenue sabor a sal.
Es sólo un momento saturado de lo que los modernos llamaban totalidad queriendo decir luz de octubre.
El aguamarina refuerza el campo magnético y trae buena suerte. Aporta felicidad y bienestar. Se dice que provoca la sonrisa y la alegría de las personas que la llevan. Fortalece el sistema nervioso central, el hígado y los riñones. Cura las impurezas de la piel y es indicado para los dolores de la nuca, mandíbulas y dientes, así como las afecciones de la garganta. Abre los chakras del entrecejo, del plexo solar y del bazo.
Desciende de algún lado, entonces, la palabra inefable.
El vaivén recurrente inacabable inconmovible de las olas me recuerda el concepto de repetición en Gertrude Stein.
Justo como la primera, la última tentación también es narrativa.
En contra de Aristóteles, para quien ser feliz era una forma de autorrealización humana, una postura conocida como eudemonismo, Epicuro creía en el hedonismo, a saber, la convicción de que la felicidad es una forma de experimentar el placer intelectual y físico.
Pero el eco del grito que escapa de la garganta.
Tengo la impresión de que el presente del indicativo es sólo una variante de la ola original.
En el juego se asume, no se comprueba.
Y tú estabas en medio de todo eso, tocando.
~
[testigo ocular]
Yo las vi
Las manecillas persiguiéndose una a la otra
dardos, hormigas punzando bajo las manos
una, dos, tres, cuatro, cinco, ocho vueltas
dentro de la boa circular de la mirada. El latir
de los dientes. La eternidad.
Eran las ocho de la mañana cuando la hoja de metal
rasgó la pantalla del cerebro
y casi las cuatro de la tarde cuando la aguja cosió
los jirones del miedo.
Nunca habías estado tan lejos de mí.
¿Dónde estabas cuando no estabas en ningún lado?
¿Cómo es el mundo detrás del telón de los párpados
sellados?
¿Sabía a algo la carne de la lengua?
No te vi partir. No quise.
Dijeron que yacías sobre la camilla como una hoja
recién cortada
una soga sin nudos
la fruta madura que se desparrama sobre la selva.
Fue entonces que te convertiste en un cuerpo y nada
más que un cuerpo:
dos brazos, dos piernas, una cabeza, venas.
De pronto ya no fuiste mi madre ni la madre de otra
hija muerta
lejana, perdida dentro de la noche de ti misma eras
el mecanismo descompuesto
el objeto quebradizo que se envuelve en lienzos
de papel de china
y se guarda en la caja de las palabras, la esquina
de la respiración.
Dijeron que ya no estabas ahí cuando tuzaron
el cabello
y colocaron las sábanas sobre el torso, las piernas,
los dedos.
Dijeron que no sentiste nada.
Que dentro de la anestesia no se siente nada.
Es como la niebla, dijeron. Una cortina.
Y yo la vi
mis ojos escudriñaron la blancura de su tela.
Dieron dos pasos adentro.
Temblaron.
Parecía de seda pero era de cal y sudor y adrenalina
una mortaja de autismo
una torre de marfil erguida dentro de las venas
el pasillo rectangular del sótano a donde no llega
el humo de la cabeza.
Pensé en una vida sin ti y mis ojos la vieron:
un mendigo en el centro de la ciudad en llamas
el paisaje inmóvil después de todas las batallas
un desierto sin voz y sin acacias.
Hilda, dije, no te vayas.
A cada minuto tu nombre dentro de mis labios
como un talismán de menta
el martillo que rebota una y otra vez sobre la superficie
de un reloj de arena.
No me dejes. No te atrevas.
Ocho horas con tu nombre a cuestas.
Hubo sangre, dijeron al final, una hemorragia.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco litros derramados sobre
la tierra.
Después, la irrevocabilidad de los reportes en forma
de telegrama:
Estamos tratando de salvar su vida. Con el favor de dios.
Las próximas 72 horas.
Y vi las horas y tomé sus manos y me recosté
en la cuna mullida de su regazo
tan quieta como tú, tan maltratada como tú, tan llena
de moretones como tú.
Esperaba cualquier cosa con mis ojos suspendidos
sobre las manecillas del reloj.
Eran las 3:40 del tercer día cuando tus ojos se abrieron
sobre los míos.
¿Qué hora es?, preguntaste.
Es la hora de respirar, ésta.
~
Conjurar
*
Había algo de humano en todo aquello.
Alguien caminaba o se arrastraba entre la maleza y se detenía, de cuando en cuando, para tomar aire.
Con el tiempo se sabría que la persona que caminaba o se arrastraba era un hombre.
Es del todo posible que la primera imagen haya sido el sueño de un pájaro.
La maleza es una acumulación despavorida de plantas carnívoras y de espinas y de violentas humedades celestes y de frondas.
Los pintores recomiendan el uso de los cadmios y el siena natural para los verdes más intensos, y las combinaciones de cobalto con cadmio oscuro, siena tostado o naranja cálido para conseguir otras tonalidades de verde.
Despertar es como ver entre la maleza un claro donde yace una mujer con los ojos cerrados.
En el poema “La bella durmiente”, José Carlos Becerra escribe: “Y nos reímos un poco torpes, un poco avergonzados de nuestra creación, como los niños que habíamos matado, aquellos dos por donde pasamos para llegar hasta esta mirada hermosa y vacilante de ahora”.
En el centro de todo está, desde luego, el asesinato.
La muerte no es nunca una vacilación.
Vi por primera vez las cuatro pinturas de la serie Briar Rose de Sir Edward Burne-Jones en un pequeño museo del Caribe, un día de mucho sol.
¿Cuántos sueños caben en un sueño de cien años?
Los niños, se entiende, suelen ser asesinados por los adultos.
“Juntos los dos, a punto de tomar el misterio, a punto de que la desnudez nos invadiera con toda la fuerza de sus extensiones, a punto de que la princesa dormida por siglos abriera los ojos, a punto de que el joven viajero encontrara la entrada al castillo encantado, a punto de que hubiera una posibilidad de existencia para ese castillo, a punto de darle vida al maleficio, y por esta medida conjurarlo, a punto de que hubiera una capa, una espada y una posibilidad de principado… a punto solamente, a punto de algo”.
Y cuando miras hacia atrás y ves sus cuerpos destrozados, cuidadosa, quirúrgicamente desmembrados, ¿sientes algo?
La mano de un niño, trémula.
La Caja Verde de Duchamp representa todavía un enigma para mí.
Despertar constituye uno de los momentos más difíciles del día.
La culpa es, a veces, una emoción.
Para conseguir un verde muy brillante, los pintores sugieren utilizar el viridian.
Las pinturas de gran formato nos hacen creer a momentos que podemos introducirnos en ellas sin dificultad alguna.
En el bosque de Briar, frente a los cinco soldados dormidos, pensé: “En mi voluntad arde un pájaro oscuro, las palabras de pronto han adquirido el peso de los hechos desconocidos, han tomado el aire verduzco de las estatuas”.
Briar Rose es la versión de La Bella Durmiente escrita por los Hermanos Grimm.
Siempre hay algo mórbido en el acto de soñar.
¿Sabe el niño que va a desfallecer bajo el finísimo filo de una espada furiosa?
No sé qué es lo que sabe la niña.
Se exagera cuando se describe un patio doméstico como “una maleza”.
Pero, repito, cuando miras hacia atrás y te es posible ver sus rostros todavía ardientes y sus menudos cuerpos diseminados con geométrico rigor sobre la tierra húmeda y verde, ¿sientes algo?
Al pronunciar las palabras maleza y maleficio el hablante puede tener la impresión de estar diciendo lo mismo.
Sentir es un verde demasiado amplio.
En el Jardín de la Corte, frente a las seis mujeres dormidas sobre antebrazos y mesas, lánguidas todas ellas, pacíficas, pensé: “tal vez no sepamos con exactitud si fuimos palpados por una vida que no acertamos a conocer”.
Pocas cosas son más terribles que ser testigo de la muerte de los niños.
Palpar. Pálpito. Púlpito. Pupilo.
Y en la Cámara del Consejo, ahí, frente al rey de hombros inclinados, avanzando entre espinas y telas inmóviles, dije: Yo tampoco sé ya quiénes somos, José Carlos.
La única cosa más terrible que ser testigo de la muerte de los niños es caminar muy lentamente por entre sus huesos livianos.
Con frecuencia mirar al cielo no tiene caso.
Es del todo posible que la imagen de un hombre y una mujer que caminan a paso lento sobre una súbita acumulación de huesos livianos sea también la alucinación de un pájaro.
¿Sientes algo?
Y cuando llega el sueño, antes de cerrar los ojos pero justo cuando la voluntad cede.
Suele haber, en los sueños de cien años, algo humano y maléfico, algo de un verde con mucho cobalto, algo de un rojo todavía roto y espeso.
***
Cristina Rivera Garza (Matamoros, 1964)
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