sábado, 25 de abril de 2020

elena salamanca / dos poemas













Sobre el mito de Santa Tecla

*

Un hombre pedirá
mi mano
y me la cortaré.
Nacerá otra
y volveré a cortarla.
El hombre pensará:
qué perfecta mujer, es un árbol de manos:
podrá ordeñar las cabras,
hacer queso,
cocer los garbanzos,
ir por agua al río,
tejer mis calzoncillos.
Pero yo seguiré cortando mis manos
cuando me diga:
Mujer, te he pedido,
y debes ordeñar las cabras.
Mujer, eres mía,
trae agua del río,
sírveme el
queso,
ve al pueblo por vino.
Mis manos caerán como caen las flores
y se moverán por el
campo,
necias.
No ordeñarán las cabras,
no irán por vino al pueblo,
jamás zurcirán sus calzoncillos
y nunca,
mucho menos,
acariciarán sus testículos.
El hombre dirá:
Qué mala mujer,
es una maldición de manos.
Irá por un hacha,
cortará mis brazos.
Nacerán nuevos.
Entonces pensará
que el
inicio de
la vida
se encuentra en ombligo
y cortará mi cuerpo en dos.
Mis miles de
manos cortadas
se volverán azules
y se moverán.
Secarán el trigo,
jugarán con el
agua,
secarán el río,
arrancarán las raíces del pasto,
envenenarán a las cabras,
al queso.
Y el hombre pensará:
Qué
maldición más grande:
prohibido debe estar pedir a una mujer que tiene voluntad.

~

Jóvenes las dos, perdidas

*

Yo también me fui de fiesta con mi abuela.
Jóvenes las dos,
perdidas
en el incienso de Semana Santa
en Sonsonate.

¿Quienes llegarán hasta aquí?
Le pregunto entre el humo sagrado
¡Ni los curas!
(Pedro Cortés y Larraz tal vez,
pero era 1770).

Yo quisiera fumar tabaco esta noche,
pero la bisabuela fumó desde niña.
Fumar y achinar los ojos
cuando venga el primer hombre de Guatemala
y cuando venga el último hombre de México
y no me deje ir con él.
No hay ya quien pueda impresionarme con nicotina.

Mi abuela calla porque cometió errores
y sabe que también voy a cometerlos.

Nos perdemos en el incienso
y la mirra.
El nardo,
la azucena
y todas las flores que no hemos sembrado
en ningún jardín
porque aún no tenemos casa.

No tendremos casa nunca.

Siempre seremos esas muchachas vestidas para martes de carnaval,
al que llegamos tarde.
(Como siempre)
Es martes santo
y a nuestro deseo lo escupen beatas.

Mientras, corremos con taconcitos por las calles de piedra:
Flor de Acrocomia aculeata.
No hay oración
ni agua ardiente
ni lunar cerca de la boca
que nos salve del amor.

***
Elena Salamanca (San Salvador, 1982)

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